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Limbo Starr: 20 años de resistencia activa en la música independiente
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Limbo Starr: 20 años de resistencia activa en la música independiente

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Hace ya alguna década que la música dejó de ser la gallina de los huevos de oro de las industrias culturales. A nivel emocional, en los dorados años ’90 el disco se erigía como objeto de culto para cualquier melómano. Un tesoro atemporal que no caducaba con la llegada de la siguiente moda. Actualmente, muchos discos que se queman en menos de un año y son sepultados por centenares de novedades cada mes. Todo a golpe de unos cuantos clicks. En lo económico, aún más evidente. Por poner algo de perspectiva, en 1997, una banda española independiente llamada Dover sacaba al mercado su segundo álbum, «Devil Came To Me». Lo hacía con la discográfica, también independiente, Subterfuge. Aquel disco terminaría vendiendo más de 800.000 copias. Casi nada. En contraposición temporal, el pasado año el disco más vendido de España, contando también las descargas digitales, era «YHLQMDLG», firmado por Bad Bunny, artista mainstream a escala mundial que vendía entre 40.000 y 80.000 unidades (datos de Promusicae no especificados). En el mejor de los casos, 10 veces menos que aquel fenómeno.

En medio de este panorama al que además se sumaba una pandemia mundial, Limbo Starr cumple 20 años. Uno de los sellos que conforman la Vía Láctea de la música independiente de este país. Astros que marcaron su propio camino en la oscuridad de la música mayoritaria y que, a su vez, sirvieron de lucero para miles de almas sedientas de otros horizontes musicales. A su nutritivo legado le brindamos un extenso reportaje para conmemorar su 15 aniversario. Ahora, celebramos junto a ellos estos cinco años más de resistencia activa en el firmamento, continuando donde lo dejábamos en aquel remoto 2016.

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Bienvenidos a Limbo Internacional

David López y Carmen S. Ulla son los artífices de ese pequeño gran milagro que es mantener a flote un sello discográfico independiente 20 años después. No es esta la primera crisis que enfrentan y Limbo Starr se ha convertido ya un proyecto de vida al cual dedican cuerpo y, sobre todo, mucha alma. Me reciben en su casa y justo al llegar me comentan que tienen que ir un momento a enviar unas cajas a Correos y que puedo quedarme en su casa mientras tanto. Así son, una vez que entras en el club ya eres recibido con plenos honores. No hay forma mejor de empezar una entrevista que yendo a la oficina de Correos más cercana, ayudándoles con varias cajas de discos con destino a México. En el camino de vuelta, Carmen me da la primera joya: «A veces, cuando enviamos discos a países que no conozco, me gusta meterme en Google Maps y ver dónde viven quienes nos los están pidiendo». Y no piensen que se trata de un comentario de una fanática de la mirilla. En ella se refleja a partes iguales la ilusión de una niña pequeña y una madre protectora a quien le gusta asegurarse de que los suyos están bien. Más allá de la anécdota, sirva este breve testimonio para entender ese carácter familiar que se extiende a todas las personas que forman parte de Limbo de alguna manera.

Tras comentar andanzas y desventuras personales con un café y con un tocadiscos sonando siempre desde el salón, ahora, sí, comenzamos a repasar el devenir de todas las bandas con las que nos despedíamos en aquel 2016.

Ladies and gentlemen, we are floating in space

Así, como el mítico álbum de Spiritualized, a lo largo de estos cinco años, algunas de las apuestas de Limbo Starr se quedaban flotando perdidas por el cosmos. Algunas de ellas luciendo en otras constelaciones, como Disciplina Atlántico, quienes tras editar su debut con el sello, este mismo año sacaban su nuevo trabajo autoproducido. «Disciplina son super majos. Son amigos e incluso con lo de Da Loma ensayamos en su local. Hemos hecho muy buena amistad. Ese primer EP, que trajeron casi como una demo, nos gustó mucho el rollo del grupo y tenían aquella canción, ‘Parquesol’, que filtraba ese fraseo así medio rapeado que nos parecía muy atractivo. Y allí que nos lanzamos. Cuando algo te llega… Y luego sacamos ese segundo disco también y ha sido complicado hacerles llegar, tío. Está muy guay, su directo está muy guay pero hay unos grupos que, por lo que sea, tienen más conexión y otros que les cuesta más. Y nos costó mucho encontrar eso. Pero está muy bien que ellos continúen, que flipen con lo que hacen y que lo lleven adelante», comenta David.

Mucho más difícil de seguir fue la estela que dejó Alborotador Gomasio. Como todas las que firman, una apuesta personal de Limbo Starr, quien ponía su estampado en el segundo y tercer disco de la banda. David lo recuerda con la amargura que siempre queda tras haberle dedicado ilusión a un proyecto inacabado: «En el caso de Alborotador parece que, a lo mejor, incluso querían darse un descanso entre ellos. Supongo que después de trabajar tan duro y sacar adelante aquello pues… Pero las dinámicas de los grupos siempre son complicadas. Cuando lo conoces desde dentro sabes que llevar un grupo adelante es complicado, desde pagar el local de ensayo hasta compaginar tu vida». Algo parecido a lo que sucedería con Reina Republicana, banda que correría una suerte similar a la Franc3s o Half Foot Outside. «Reina iba de puta madre pero el grupo se separó. A nosotros nos dio mucha rabia porque tenían mucho potencial. Y nos empezaban a llamar, que es lo que mola, y alguna fecha tuvimos que denegarlas porque ya no querían seguir».

Etapas que se abrían y cerraban también para proyectos mucho más concretos, congelados en la instantánea familiar del sello. Era el caso de Litoral, aventura emprendida por Pau Roca e Iván Cuevas junto a amigos a partir del concepto del Mediterráneo. «Tenía ese espíritu un poco libre de cuando luce el sol, te vas tomar con los amigos un arroz y mojas los pies en la playa, pues todo eso proyectarlo en la música. Y en el tiempo que estuvieron en activo los dos discos que han quedado yo creo que son fantásticos». También se cruzaban por el camino con Edredón, una de esas bandas eclécticas difíciles de clasificar en la encorsetada tendencia actual pero con quienes editaban el marciano «Modo Humano» casi por puro gusto.

En estas idas y venidas, separaban de manera tajante sus caminos con Modelo de Respuesta Polar, un episodio que pasaría por la vida del sello con más pena que gloria y sin dejar un poso especial. Sí lo dejaron y muchísimo, Él Mató a Un Policía Motorizado. Hace solo 5 años, en el 15 aniversario del sello, David López comentaba que «si no fuese por Tachenko y Él Mató, nos costaría muchísimo hacer lo que hacemos». En lo estrictamente profesional, Él Mató supuso un soplo de aire fresco para Limbo Starr, abriendo nuevos horizontes esperanzadores en un momento difícil, como todos en un sello independiente. Para Él Mató, Limbo fue su ariete para derribar de golpe las puertas del mercado español, hasta convertirse en lo que es en la actualidad: la mejor banda de música independiente de todo Latinoamérica. En lo personal, una conexión que traspasaba contratos. Una relación que se fraguaba en los términos de lo humano y lo afectivo, más allá de cualquier cuestión comercial. Pero los avatares del romanticismo siguen siendo complejos en sus giros de guion y, tras compartir esfuerzos, venturas y éxitos, Él Mató tomaban un desvío. Casi como el que se va a por tabaco y se va dejando la siempre amarga duda del misterio sin resolver.

Como cualquier duelo reciente, la herida aún parece sangrar cuando se les pregunta por ello; «En realidad nosotros estamos en el mismo sitio donde nos vinisteis a ver hace cinco años. Y con respecto a ellos en el mismo sitio donde estábamos desde el principio, que ya son a lo mejor casi diez años. Nosotros no hemos cambiado, seguimos estando aquí, es lo que puedo decir», comenta David. Por su parte, Carmen también recuerda con amargor esta marcha; «Se ha quedado así como abierto. Y como también hay esa distancia geográfica pues yo que sé. Hemos hecho algún intento de hablar con Santiago pero bueno, tenemos eso pendiente. Es una banda que nos llegó muy, muy, muy al fondo de nuestro corazón».

Pese a todo, la sensación general es de tremendo orgullo por el trabajo y la dedicación empleada. Y no es para menos. En todos estos años, Él Mató ha crecido enormemente a ambos lados del charco. En Argentina, llenan estadios por sí mismos y aquí copan salas de aforo considerable y nos hacían cantar puño en alto bajo la lluvia en uno de los conciertos más épicos y memorables que recuerdo haber vivido en un Tomavistas. Allí estuvieron por supuesto Carmen y David, mojándose siempre con la banda al pie del cañón. Pero no siempre fue tan fácil. «Aunque ya habían venido alguna vez al Primavera Sound, la primera vez que nosotros les fuimos a ver fue en la sala Charada, que es una sala pequeña que había en el centro de Madrid, y estaba a medio aforo y todos eran argentinos. Sentimos que desde ese momento hicimos para que lo conociese un montón de gente y ya no solo que su música ha llegado mucho y se ha convertido en un grupo importante aquí, sino que ha servido además de punta de lanza para un montón de grupos que han venido detrás de ellos». En esta hornada llegarían a nuestras fronteras grupos tan destacados como La Ligas Menores, 107 Faunos o Bestia Bebé. También yo recuerdo con especial cariño esa transición, viéndolos casi por sorpresa en una cita fugaz e íntima en El Intruso. Un concierto que tal y como dice David, «la gente que estuvo no lo olvidará nunca».

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Limbo fueron sin duda el altavoz que hizo que la música de Él Mató resonase más allá de la escena más underground. Personalmente, para mí fue toda una revelación toparme con sus canciones en los años universitarios y darme de bruces con «La Dinastía Escorpio», madriguera de conejo con la cual me sumergía en bucle en su imaginario y descubría también toda esa escena emergente al otro lado del Atlántico. En este sentido, la visión del sello debió de resultar igualmente reveladora; «Nosotros no tiramos la caña y a ver si picaba algo. De hecho la prueba más rotunda es que es el único grupo extranjero que hemos licenciado y nos sentimos muy orgullosos del trabajo que hemos hecho con ellos». Ahí queda eso y como seguidor acérrimo de la banda solo puedo estar agradecido por semejante descubrimiento al mundo.

Siguiendo la estrella: Los camellos traen regalos 

Al poco de aquel reportaje que dedicábamos a sus 15 años, Limbo Starr fichaba a otra de esas bandas con una personalidad arrolladora. Camellos nacía como proyecto casi paralelo a Gloriosa Rotonda, donde ya militaban Fernando Naval y Tommy Dewolfe, quienes habían grabado con Limbo Starr con el mencionado grupo oscense. Afincados ya en Madrid y formando la nueva banda junto a Frankie Ríos y a Lucho Guerrero primero y Jorge Betrán definitivamente a la batería, Camellos no tardaban en hacerse un hueco en la escena madrileña. Lo conseguían a base de unas letras de espíritu punk con un componente de originalidad abrumador lleno de un humor tan cáustico como veraz. Capaces de describir la sociedad y sus personajes grotescos de una manera sarcástica y brillante. En síntesis, uno de esos descubrimientos diferentes a todo lo demás. Un oasis en medio del desierto de una escena repetitiva y en mucha ocasiones aburridísima, copada por indies de postín y esta nueva moda del pop vintage y sus fórmulas mil veces replicadas de banda en banda.

«Al principio costó un poco. No sé tal vez por el nombre, la gente dijo estos de qué van, incluso entre los medios, tampoco es que lo recibieran con los brazos abiertos. Los dos primeros años costaron un poquito. Fue más cosa de público que de medios», comenta Carmen. «Creo que también hubo un punto importante cuando se dieron a conocer ellos y la gente les pudo poner cara», añade David. Pero sin duda es a través de sus directos la mejor forma de sumar adeptos a su causa. Son una de las bandas con mejor puesta en escena de todo el panorama, «es cierto que ha ido calando gracias a un directo que tienes ganas de llevarte a tus colegas porque les dices que se lo van a pasar muy bien (risas)».

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Conectan también con unas frases y unas melodías que engrandecían el concepto de la canción pop y se colaban en nuestras vidas, haciendo nuestras cada una de esas letras. Quién no ha recordado sus vacaciones en algún lugar de desparrame con aquella gloriosa «Pesadilla en el Hotel» o su más tierna adolescencia en ‘Vaya a la Cárcel’. Quién se salva del reflejo de la precariedad laboral de «Becaria», «Tentaciones» o incluso «Ejecutivo Estresado». Quién no ve a propios y extraños retratados en temas como ‘Tarde de Cine’, ‘Sabor a Cobre’, ‘Mazo’ o ‘Gilipollas’. Carmen lo recuerda así, «hay algunas frases de las canciones que empiezas a utilizar en tu vida, ¿no? De repente nuestro hijo dice; «yo a tu edad tenía tu edad» (risas). Cuando ya se filtra eso vas viendo que la cosa ha cogido poso».  Y por supuesto cosas muy serias debajo de la superficie socarrona y punzante; «Esas frases que a veces parecen de escritura automática, que se les ha ocurrido ahí una cosa muy loca. Pero detrás hay cosas muy profundas, dichas de una manera muy sintética y de repente eso la gente lo percibe y se dan cuenta de que no están tan de coña como parece al principio sino que hay mucho trasfondo», dice Carmen.

En cuanto a las melodías, se percibe en el fondo una mezcolanza de estilos que puede ir desde el punk a los matices más tropicalistas en algunos temas. Una amalgama de sonidos perfectamente hilvanados donde se palpa un profundo respeto y admiración por numerosas influencias, desde T-Rex a The Libertines, con esas dos voces cruzadas entre Frankie y Fer. Por supuesto también a los grupos de aquí, como Siniestro Total, Los Ilegales o Los Enemigos, con quienes recientemente llevaban las sinergias un paso más allá grabando junto a Josele Santiago esa ‘Cambios de Humor’ que anticipa su esperadísimo nuevo disco. Nosotros ya nos frotamos las manos.

La brújula de la emoción vuelve a marcar el rumbo y nuevas fronteras

Como astrólogos experimentados, Tachenko son una de esas bandas que a lo largo de las décadas han ido trazando su propio camino por los mares del pop. Tras iniciar sus andanzas con Grabaciones en el Mar y ser fichados con toda honestidad por Limbo Starr, el grupo maño puede presumir de tener una de las discografías más sólidas del panorama. Con un público militante y sin grandes pretensiones a estas alturas, siguen enarbolando la bandera del éxito más rotundo; seguir más de 17 años después de su debut haciendo la música en la que creen y aquella que les sale de dentro. Entre medias de nuestro último repaso a la historia de Limbo, otros tres discos más, el último de ellos «Las Discotecas de la Tarde», editado este mismo año. Las palabras traspasan la amistad y la admiración más sincera; «Llegados a este punto, lo único – y a lo máximo – a lo que uno puede aspirar es a decir, joder, tenemos un nuevo disco de Tachenko. Y ya no es solo ese disco, es el legado y la cantidad de canciones que hay detrás. Y nos encantaría que fuese mucho más popular porque creemos que tiene los mimbres para ello. Pero a veces esto depende de tantísimos factores, que desde luego no están en nuestra mano, que a veces no te tienes que obsesionar en el impacto en cuanto a números y seguir un camino», comenta con orgullo David.

En esta búsqueda de nuevos caminos, la cuarentena ponía en el disparadero a un montón de artistas que aprovechaban el encierro forzado para formar nuevos y estimulantes grupos. Con unos oídos que, pese a los años no pierden ni un ápice de frescura e intuición, Limbo Starr aprovechaba esta etapa para afianzar su apuesta por bandas emergentes. Más actual que nunca, recogían en sus brazos la lírica pandémica de Pablo Wilson. Un desconocido hasta la fecha que nos sorprendía con un debut lleno de ingenio y retratos ácidos y personales de ese momento que todos sufrimos.

Recuerdo personalmente la primera vez que me llegaron aquella canciones sin entender absolutamente nada. Pensé que habían enloquecido. Como casi siempre, David y Carmen ya iban un paso más allá y lo que a primera escucha no me entró, fue calando hasta el punto de convertirse en uno de mis discos favoritos de 2020. «Nos lo envió en pandemia, lo escuché y dije, ¿pero esta puta maravilla? Y escribí al menda y dije, ¿quién eres tío?, ¿de dónde has salido? (risas). Y ya quedamos con él y vimos que había una persona interesante detrás», dice con ilusión David. «Es muy creativo, muy original y muy trabajador. Es arquitecto, juega al basket… Es que yo no sé cómo le da tiempo a todo. Tiene 25 años y los jóvenes que nosotros conocemos están preparadísimos», sentencia Carmen. «Ya no puedes ser un zanguango si quieres estar en el show business (risas). Antes a lo mejor podían coger a uno guapo y le ponían ahí a cantar y cuando ya se les quedaba viejo cogían a otro (risas). Ahora también habrá, pero me da que ahora la gente tiene que hacerse las cosas y quedar en evidencia donde hay o no hay. La cosa es que donde haya encaje contigo y con tu sensibilidad y lo que buscas en una propuesta artística», añade David de manera tan reveladora como directa.

Con esa juventud imperiosa y en un contexto igual llegaban a sus oídos Biela, una conexión inmediata que me traspasó según me mandaron sus primeras canciones del EP, «Otoño». Flechazo automático que parecieron sentir igual Carmen y David. «Escuchamos las canciones cada uno por nuestro lado. Y de repente a los dos días le dije a David, me ha llegado una cosa que suena bien. Y me dijo él, ¿qué son estos de Biela y tal?, a mí también me han gustado…» recuerda Carmen. «Notas que están hablando de cosas así un poco teen pero está muy guay. Es curioso esa angustia de ese momento vital, porque claro, ellos ya no son unos chavales, tienen que buscarse un curro y está ahí esa angustia de decir: ¿Qué hacemos ahora? Y yo pertenezco a otra generación, soy mucho mayor que ellos pero aunque haya esa distancia, el sentimiento es muy parecido. La emoción tiende ese puente generacional».

Finalmente nos llegaba hace unos meses un debut abrumador, con un rollazo entre el emo y hardcore y el espíritu más pop y más refrescante que ya estaba presente en sus primeros temas. Una calidad instrumental que queda patente en los orígenes del grupo y parecieron hacer match con la filosofía del sello de primeras. David da las claves de esta nueva incorporación a la familia: «estamos hablando al final de música pop. De unas coordenadas musicales que son afines a nosotros, que llevamos dentro. Y sobre todo lo que buscamos en todos los grupos; que haya una personalidad y un compromiso por su parte. Y eso lo percibimos en ellos. Y son unos músicos los tres buenísimos a pesar de su juventud».  Solo podemos seguir esa intuición, disfrutando de ella a cada pequeño paso. Es siempre emocionante ver crecer una banda desde su nacimiento y de alguna forma sentirse parte de ello. Ese mágico espíritu de pertenencia que solo puede ofrecer la música.

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En estas idas y venidas, con el eclecticismo musical por bandera pero siempre con un estilo propio, conectaban con Medalla. Un grupo que ya compartía hermandad personal con Camellos y que poco a poco fue calando en el subconsciente de Limbo hasta conectar con ese mismo punto cardinal que unía sus caminos. «Nosotros les conocimos porque tocaron con Camellos aquí hace unos años. Les conocimos aquí pero ese no fue el momento en el que a mí me llegaron. Yo me acuerdo que un día, yo que sé, trasteando di con el concierto de Radio 3 y dije, ¡son buenos!», dice Carmen con ilusión. «Les compramos el disco a través de su Bandcamp y lo empezamos a escuchar. Es de esto que te levantas y dices, ummm me voy a poner esto, y al días siguiente también, y al otro… Y dices uy, aquí algo hay». Una relación que comenzaba con la versión de Camellos de ‘Café Para Todos’ y que este mismo año daba sus primeros frutos en larga duración con «Arista Rota». Un disco rupturista que fragmentaba el cristal de todo lo anterior hecho antes por la banda y les llevaba a un nuevo escenario lleno de matices musicales. Uno de esos discos en los que bucear con calma y en el que entrábamos al punto de convertirse en uno de nuestros favoritos de este año y que amplían aún más el horizonte sonoro del sello.

También durante esta etapa, el propio David López se daba el gustazo de volver a los ruedos, editando un disco de debut bajo el nombre de Da Loma que resultaba esclarecedor. Una colección de canciones que reunían algunas de las coordenadas sonoras de sus referentes más celebrados; desde los Jesus and Mary Chain a los Ramones pasando por Sonic Youth. Un disco delicioso en el que se soltaba la melena además con unas letras a medio camino entre los pasajes más crípticos y una puerta abierta al alma de un tío que nunca ha tenido demasiado reparo en decir con franqueza aquello que piensa. En definitiva un proyecto rebosante de personalidad y que teníamos el gusto de disfrutar en directo. «El disco lo hice por mí y para mí. Me tenía que quitar esa losa de encima. Ya llevaba mucho tiempo trabajando en ello y poderlo terminar y compartirlo con la gente fue fantástico. El dejar aquello escrito, aquella obra, y hacer todo el proceso. Porque llevaba tiempo estudiando sonido, invirtiendo en el estudio y fue importante cerrar eso y tocarlo y enseñarlo». A su vez, tenía sus coletazos con un EP y algunas colaboraciones para quitarse el sombrero, como aquella versión maravillosa de ‘Cold Night’ incluida en el disco tributo a Galaxie 500. «Tampoco tengo grandes planes en ningún sentido. Un poco la antítesis de los chavales que necesitan estar ahí. No es mi caso. A lo mejor hay ideas o canciones que a lo mejor en un momento digo, vamos allá. Pero de momento ahí quedó eso y estoy muy orgulloso. No hago planes». Espero de corazón seguir disfrutando de nuevos capítulos de esta aventura musical, pero sea como sea, ahí queda eso, que no es poco.

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Como todas las cosas que se hacen por amor al arte, sin que exista un empuje detrás que te presione a saltarte tu propia integridad, Limbo Starr continúa en una filosofía propia de hacer las cosas, vengan como vengan dadas por modas o veletas que giran (y girarán) las mareas musicales al viento que más calienta. «Cada sello tiene que tener su rollo. Nosotros nunca pensamos en lo que le puede gustar a un público concreto, porque cuando yo trabajé en una multinacional y vi que se pensaba en lo que supuestamente piensa la gente, lo único que consigues es volverte loco. Y ni siquiera nadie te asegura ese éxito haciendo ese tipo de coordenadas». Así de claro lo ve David, que sentencia, más claro imposible: «yo creo que la clave también con las nuevas propuestas es si te hace sentir algo aquello. No seguir tendencias porque las tendencias son caprichosas. De pronto vuelven a cierto lado y te pueden pillar con el largo de los pantalones cambiado y hacer el ridículo. Pues si el largo de los pantalones es el que te gusta, pues es el que te gusta, y si este año viene pesquero pues el que se lo quiera cambiar que se lo cambie. A mí lo que me gusta es la gente que tiene personalidad. Que no tiene que coincidir con mis gustos, pero veo una personalidad ahí y eso es lo que me parece interesante». Poco más que añadir a semejante declaración de intenciones y principios.

El presente como filosofía de supervivencia en un sello independiente

Tras 20 años de historia, Limbo Starr son un referente de muchas cosas, pero desde luego también de supervivencia. Pese a todas las incorporaciones nuevas acometidas en estos últimos tiempos, recuerdan con humildad las dificultades de seguir manteniendo a flote a día de hoy un proyecto como este. «La verdad es que no planeamos esas cosas, pero de pronto han coincidido con nuestro 20 aniversario y tal vez incluso en un momento complicado, aunque todos los momentos son complicados, si no es por una cosa es por otra. Todas estas nuevas propuestas se han venido a sumar a otras con un recorrido más largo como el de Tachenko o Camellos y creo que es un momento ilusionante y ya veremos por dónde vamos tirando. Tampoco hacemos muchos planes», dice David.

La integridad con la que afrontan todo sigue intacta con el paso de los años y tienen claro que pese a todos los lanzamientos e incorporaciones hechas en la familia este año, su horizonte está en el presente. Carmen también comparte esta visión que da la experiencia: «Yo veo el presente. He aprendido en estos 20 años que tampoco puedes pensar en un futuro muy lejano porque puede pasar cualquier cosa. Lo fundamental es vivir el ahora y lo que nos traiga el mañana ya lo veremos. Ahora tenemos todas estas cosas puestas en marcha, que salgan bien porque nos gustan todas mucho y eso es lo que nos mueve, porque nosotros sacamos lo que nos gusta».

Redescubriendo el legado desde dentro

Pero además de mucho presente, el legado que queda en estos 20 años está lleno de joyas que perduran para ser disfrutadas por quienes las vivieron en primera persona o redescubiertas por quienes se adentran ahora en este microuniverso musical. No quería cerrar este reportaje sin preguntarle antes a las bandas actuales de Limbo Starr por sus discos más representativos de un extenso catálogo y cómo llegaron a ellos, apelando como siempre a la emoción y a los recuerdos en estas cartas de felicitación.

Sebas Puente (Tachenko)

Uno de mis discos favoritos editado por Limbo Starr es «Los Días Desierto», de Abraham Boba. Recuerdo cuando Edu Baos, que lo grabó, nos lo ponía en la furgoneta, antes de los conciertos de Tachenko. David y Carmen siempre han tenido ojo para descubrir nuevas voces – ahí está Nacho Vegas, la edición española de los discos de El Mató o, más recientemente, Camellos-. No solo para descubrirlas, sino para apostar por ellas, que es lo complicado. En este disco, creo yo, ya está absolutamente presente la voz que triunfaría, más adelante, con León Benavente. ¿Por qué no lo hizo antes? Misterio divino… Pero solo hay que escuchar «Así Se Vive Aquí» para reconocer el timbre ganador de Boba (lo de «ganador», claro, lo sabemos nosotros ahora. Limbo lo supo antes).

Fer (Camellos)

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No recuerdo qué día de 2013 llegó a casa de mi hermano un sobre marrón con el sello de Limbo Starr para compartir con él el lanzamiento de «La Dinastía Scorpio» de Él Mató A Un Policía Motorizado; pero sé que hacía un día soleado de esos que te apetece salir a la terraza y escuchar un disco bebiendo algo frío y con alcohol. Ése fue el comienzo de mi relación con el sello que ahora cumple 20 años. Mi hermano escribía entonces para un magazín digital ya cerrado y se lo enviaron antes de su publicación para que lo escuchase.

Me quedé enganchado a su sonido, pero mucho más flipado cuando un gran amigo me enseñó poco después un disco blanco de diseño impecable con dos garzas que se dan la espalda. Lo pinchó en la redacción de esa misma revista y me voló la cabeza al instante con su sonido a medio camino entre la delicadeza de Sufjan Stevens y la madurez de Neil Young. El disco era «Encanto» de Cuchillo, grupo que nunca llegué a ver en directo y solo pude disfrutar en vídeo, con sus instrumentaciones fantasiosas: una vasija llamada udu para las percusiones, guitarras de doce cuerdas, teclados con fuelle… Escuchar la canción ‘Sant Pol de Mar’ era como retroceder en el tiempo a un tiempo mejor y más libre, más auténtico y más feliz.

Como soy un consumidor de música, libros y cine extremadamente lento, años más tarde descubrí otra de las joyas del catálogo de Limbo Starr, otra muestra de visión y buen gusto. Me golpearon fuerte en el pecho tres obras de Nacho Vegas: «Actos Inexplicables», con su hipnótica danza espontánea de instrumentos y su melancolía infinita; «El Manifiesto Desastre» y sus historias desarmantes que miran al pasado para entender el presente; «Cajas de Música Difíciles de Parar» y esa música que parece que no va a terminar nunca para acabar seguramente por sanarte.

Ahora que tienen 20 años, el camino continúa porque nada se detiene y todo sigue, a pesar de los logros, los éxitos y las metas. A veces da sentido a todo pensar que un día puedes mirar atrás y ser lo que has hecho y seguir haciendo lo que quieres ser.

Medalla

«Embajadores» de Camellos y «La Síntesis O’Konnor» de Él Mató son los dos discos de Limbo Starr que más nos han llegado. Seguramente porque han marcado un impás entre nuestro lado más despreocupado y el camino hacia la madurez y el sentimentalismo más tangible y personal.

Pablo Wilson

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«Desaparezca Aquí» de Nacho Vegas. Este álbum vio la luz en 2006 pero no lo descubrí hasta siete u ocho años después, por razones obvias, ya que por aquel entonces yo estaba en algún punto intermedio entre los tazos y los Arctic Monkeys. Se pueden enumerar decenas de virtudes sobre este disco: la atmósfera global y continua, la sensación de que es un disco que podría no haber ocurrido nunca, no bajar de los cinco minutos cada canción (que es una virtud si eres capaz de convertirlo en virtud, claro), temas atemporales como ‘El Hombre que Casi Conoció a Michi Panero’, cortes de shock como ‘Perdimos el Control’, o brumas terapéuticas autoinmunes como ‘Ocho y Medio’; pero creo que, si tuviera que decir por qué este disco es mi elegido es por ‘Nuevos Planes, Idénticas Estrategias’. Cualquier disco con esta canción en él tiene que estar en el primer puesto de alguna lista, siempre.

Alex de las Heras (Biela)

Entre la amplia discografía editada por la familia Limbo Starr, nos decidimos por “Calle para Siempre” de los Camellos. A decir verdad, fue el álbum con el que conocimos el sello, aunque después nos dimos cuenta que había editado otros grandes discos como “La Dinastía Scorpio” de El Mató o “Encanto” de Cuchillo el cual descubrí recientemente gracias a mi hermano mayor y su vieja colección de CDs. Quienes más suenan en nuestros viajes son los Camellos, cuyas canciones siempre levantan el espíritu, con esas letras crudas y gamberras de corear a pleno pulmón. Al fin y al cabo, como buenos madrakas nos tira mazo el mejor agua del mundo.

Así nos despedimos de este homenaje. Desde aquí seguiremos enganchados a este cometa musical. ¡Larga vida a Limbo Starr!

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