Festival Tomavistas 2018 @ Parque Enrique Tierno Galván (Madrid)


Tomavistas nacía en 2014 con el firme propósito de congregar una muestra con algunos de los mejores grupos nacionales de la escena independiente. Lo hacía con un buen gusto especial, no solo en cuanto a la selección de artistas sino también marcando una filosofía muy clara de entender la música en directo, apostando por un espacio donde disfrutar al aire libre evitando a toda costa la molesta masificación que impera en otros festivales. Cuatro ediciones después (no se celebró en 2015) el Tomavistas parece haber asentado definitivamente el campamento base en el Parque Enrique Tierno Galván, recinto en el que se ha celebrado los tres últimos años y que permite preservar intacta la esencia del festival. Si revisamos los carteles de sus ediciones anteriores, y aunque sobre gustos no hay nada escrito, parece innegable atisbar el progreso exponencial de un evento que cada año supera al anterior y que para esta ocasión lograba un salto cualitativo firmando a grupos internacionales tan legendarios como The Jesus and Mary Chain, Ride o Superchunk. Un crecimiento que por otra parte resultaba sostenible y se adaptaba una vez más a la idiosincrasia del Tomavistas. Un hecho que sin duda celebramos y esperamos fervientemente que se mantenga así en futuras ediciones. Todos los que hayan estado allí alguna vez saben de lo que les hablamos. Si no, solo imagínenselo: un parque con un anfiteatro de gradas de césped desde el que se ve perfectamente el escenario desde cualquier posición, con un sonido notablemente bien ajustado en todo el perímetro, por el que por las mañanas y tardes revolotean y juegan algunos niños dejando la noche para el fulgor más jovial. O en resumen, algo así como el Edén de los festivaleros.
Este particular paraíso, que en anteriores ocasiones supuso también la celebración de la llegada del buen tiempo, este año veía amenazada su tranquilidad por una previsión meteorológica que ponía en jaque su idílica propuesta. Una programación que en nuestra hoja de ruta arrancaba el viernes con todo un alegato al clima tropical de la mano de Disco Las Palmeras! Sobre el escenario Tomavistas los gallegos, que ya nos sedujeron con la oscuridad de su bien titulado «Asfixia», presentaban su último trabajo, «Cálida», otro álbum de acertado nombre si tenemos en cuenta la manera en la que han iluminado su sonido dando un giro discográfico un tanto radical. Algo que no obstante no lastró su directo, donde igualaron matices llevándose tanto los nuevos temas como los antiguos hacía la intensidad apabullante con la que se dieron a conocer. Un tono sombrío que también se adueñaba del cielo de Madrid para recibir a uno de esos grupos por los que en estas páginas sentimos absoluta devoción. No esperen leer aquí una crónica objetiva y desprovista de lirismo cuando se trata de Él Mató a un Policía Motorizado. Más aún teniendo en cuenta las circunstancias que rodearon este concierto. Los argentinos volvían a visitarnos después de editar su fantástica «Síntesis O’ Konor» con la que giraron el pasado año sin pasar por la capital. Con tan solo una hora para adaptar su setlist, era evidente que los más adeptos íbamos a echar en falta muchos temas de su etapa anterior. Y así fue. Por suerte hay cosas que parecen no cambiar nunca e iniciar sus conciertos con ‘El Magnetismo’ parece haberse convertido ya en una liturgia que sus seguidores celebramos religiosamente. Tras ella tocaba repasar las canciones más actuales de la mano de ‘El Tesoro’, ‘La Noche Eterna’ o las festivas ‘La Síntesis O’Konor’ y ‘Destrucción’, en las que la impasible timidez del Niño Elefante volvía a exprimir los sonidos guitarreros más espaciales sin ninguna floritura. Un recital de expresividad a las seis cuerdas por el que mataría más de un guitar hero. Con especial potencia y visceralidad se vivieron dos himnos como son ‘Ahora Imagino Cosas’ y ‘El Mundo Extraño’, en los que el bueno de Santiago nos ganaba con esas letras que solo él puede componer y cantar. El tiempo apremiaba en todos los sentidos y en los últimos minutos de su actuación se rompía el cielo en dos y empezaba a diluviar torrencialmente coincidiendo con los primeros acordes de ‘Yoni B’. La épica estaba de su parte y mientras algunos pocos buscaban los escasos refugios que ofrecía el recinto, la pista enloquecía empapada, berreando puño el alto ese estribillo convertido en una auténtica apisonadora. Abrazando a propios y extraños en perfecta comunión, caía además de mucha agua la maravillosa ‘Chica de Oro’, en la que se repetía la jugada y dejaba tras de sí el que sin lugar a dudas fue el momento más excitante de todo el festival.
Después de la emoción y con una gran sonrisa en la cara, volvía la razón a su ser y era hora de buscar cobijo, algo que encontramos milagrosamente en uno de los grandes plásticos con los que nos acogieron amablemente los tenderos de Cerveza La Virgen. Sin intención alguna de publicitar ninguna marca, valgan estas líneas como señal de agradecimiento. Nunca mejor dicho se nos apareció la Virgen y gracias a ellos pudimos seguir disfrutando de un evento al que, aquí sí, le faltó previsión para haber dispuesto de alguna zona en la que poder refugiarse de la lluvia. La tormenta era tan considerable que desafortunadamente obligaba a cancelar el concierto de Iseo & Dodosound, pudiendo retomarse el ritmo habitual una vez que cesó el arrebato monzónico con la vuelta de Superchunk a los escenarios. Los norteamericanos eran uno de los grandes reclamos de este Festival Tomavistas y no defraudaron en su directo. Después de varios años sin tocar, Mac McCaughan y los suyos ofrecían un sonido sin fisura alguna, y llenos de vitalidad y energía despachaban buenas dosis de punk rock repasando su último disco del que brillaron con fuerza la satírica ‘What a Time to Be Alive’, en la que atizaban con fuerza a la administración Trump, o la pegadiza ‘Erasure’. Todo ello sin dejarse en el tintero grandes éxitos como ‘Hyper Enough’ o el tridente de lujo compuesto por ‘Learned to Surf’, ‘Driveway to Driveway’ y ‘Slack Motherfucker’ con el que terminaban su actuación firmando uno de los conciertos más destacados del fin de semana.
Por su parte y dando el relevo al escenario principal, Belako defendían con autoridad su último álbum titulado «Render Me Numb, Trivial Violence». El grupo vasco no para de crecer y tras haberles visto varias veces podemos afirmar que cada nuevo paso es mejor que el anterior, ganando enteros en las distancias cortas del directo, donde la abrasiva voz de Cris Lizarraga comanda un martillo pilón de sonido que encuentra su punto álgido en temas como ‘Over the Edge’ o ‘Render Me Numb’. En otro gran acierto de la organización, este año el escenario principal quedaba siempre al amparo de la música gracias a un puesto de Djs situado al lado. En él pincharon música numerosos djs como Laura Put, quien deleitó a los allí congregados primero con una buena selección de electrónica y luego incitando al desparrame colectivo con varios hits de verbena que dejaban al público listo para la llegada de Ride. Enmarcado con uno de los bolos del festival, la maquinaria de la gigantesca ola de sonido shoegaze de los británicos resultó impactante pero no llegó a cubrir las altas expectativas puestas en ellos. A su descafeinado concierto no le faltaron ganas ni tampoco momentos apoteósicos, todos ellos fruto de su pasado, en especial de esa maravilla titulada «Nowhere», de la que nos regalaron joyas como ‘Seagull’, ‘Taste’ o ‘Dreams Burn Down’, que completaban una primera mitad más que aceptable pero que dejaban languidecer la segunda mitad del set, que veía en la inconmensurable ‘Vapour Trail’ una de sus pocas bazas. Tal vez con algo más de tiempo hubieran podido sacar a relucir más maravillas de su discografía, pero los nuevos discos no ayudan especialmente y menos aún si se dejan fuera del listado temas de nueva hornada tan potentes como esa ‘Pulsar’ que nos hizo creer en la vuelta de los mejores Ride. Habrá más noches y esperemos poder verles de nuevo con mejores sensaciones.
La segunda jornada del festival arrancaba tempranera, con el sol esta vez de nuestro lado e infinidad de familias aprovechando las primeras horas del sábado. Con semejante panorama el concierto de La Bien Querida se convirtió en el primer éxito del día. Aunque con cierto retraso y adentrándose ya en la hora de la comida, Ana Fernández y los suyos no solo mantuvieron a la gente atenta sino que pusieron a bailar a unos cuantos con un set list breve pero conciso, centrado en sus temas más representativos y festivos. Tras ellos, pausa para la comida y regreso al festival para disfrutar de propuestas tan diversas como las de Chad VanGaalen, El Columpio Asesino o Melange. El canadiense no consiguió reunir a demasiada gente en el escenario principal a pesar de su interesante sonido. Con unos cuantos discos ya a sus espaldas sigue dando sutiles bandazos entre el indie noventero y el power pop de melodías concisas. Mucho más ambiente vimos en el concierto de los navarros. A pesar de llevar cuatro años ya sin publicar disco, su oscuro sonido, repleto de sintetizadores y macabras letras sigue conectando con la audiencia y canciones como ‘Ballenas Muertas en San Sebastián’ o la definitiva ‘Toro’ fueron recibidas con honores. Por su parte, Melange jugaban en casa y aunque con poco tiempo por delante, encararon con soltura las canciones de su reciente segundo disco, «Viento Bravo», además de recordar alguno de los mejores momentos de su impactante debut. Su mezcla de psicodelia, sonidos arabescos y tradición española los convierte en un grupo único. Con su innata potencia instrumental nos pusieron a todos en trance y el final de concierto, con una ‘Solera’ extendida para la ocasión, fue uno de los momentos del festival.
Siguiendo con la música nacional la jornada del sábado nos brindaba una nueva ocasión de ver en directo a Perro. No sabemos si para bien o para mal de la recóndita región de Murcia, estos chavales se han convertido en embajadores de su tierra. También lo han hecho de un festival como Tomavistas, por donde han pasado en tres de sus cuatro ediciones, mostrando una sintonía especial con un público cada vez más entregado a su causa. Proyecciones frikis incluidas y con sus dos baterías por bandera, su actuación desgranaba su reciente publicación «Trópico Lumpen» sin olvidarse de cortes como ‘La Reina de Inglaterra’ o ‘Marlotina’. Por allí también pasarían unas horas más tarde unos Pony Bravo a los que esperábamos con tantas ganas como a cualquier cabeza de cartel. Los sevillanos concretaban su regreso a la actividad lanzando tres temas nuevos la semana pasada y tenerlos de vuelta es una de las mejores noticias musicales del año. A pesar de llevar un buen tiempo sin actuar juntos, ninguna de sus cuatro patas se ha alejado de la música durante este periodo y la maquinaria sigue engrasada como el primer día. Presentaron dos de sus nuevas canciones, la psicodélica ‘Espectro de Jung’ y esa marcianada tan crítica como surrealista que lleva por nombre ‘Piensa McFly’, y repasaron algunos de sus temas más representativos. ‘Noche de Setas’, ‘El Rayo’, ‘Eurovegas’ o ‘El Político Neoliberal’ mutaron en directo tomando nuevos caminos pero sin perder su esencia y con ‘Mi DNI’ nos dijeron hasta pronto. Son un grupo único y les echábamos de menos.
Con mayúsculas y ejerciendo de indiscutibles cabezas de cartel, The Jesus and Mary Chain, al igual que Los Planetas, acarrean una fama ambivalente que según las malas lenguas varía en función de las ganas que tengan de tocar ese día. Capaces de lo mejor y de los peor, los hermanos Reid el sábado tenían su día, y cuando esto ocurre hay pocos grupos tan buenos como ellos. No importó que William se quedase todo el concierto al amparo de sus altavoces sin mover ni un solo músculo más de los estrictamente necesarios para tocar una guitarra. Tampoco importaba la pose chepuda de un Jim con pintas de Clint Eastwood que se situaba frente a un muro de ruido y distorsión que nos pasó por encima desde el brutal inicio de ‘Amputation’ hasta la icónica ‘I Hate Rock and Roll’ con la que cerraban su paso por el Tomavistas. Entre medias nos conquistaron indiscutiblemente con pepinazos llenos de nostalgia como ‘April Skies’ o ‘Just Like Honey’ que recordaban sus mejores tiempos, traídos a la actualidad con la magia de siempre. Mención destacada también para algunos de esos pildorazos que en su día supusieron un punto de giro para el rock alternativo como ‘Between Planets’ o esa ‘Head On’ que popularizarían los Pixies algún año después. Sólidos y sin conceder ni un solo tema fuera de tono, The Jesus and Mary Chain bordaban la faena y se coronaban a la altura de su inmenso legado.
Llegaba el momento más esperado por muchos y eso se respiraba en el ambiente. Con un lleno absoluto Los Planetas saltaban a la palestra con el J más comunicativo que se recuerda. Ya van unas cuantas veces que hemos visto a los granadinos en directo y nunca antes con tantas ganas y predisposición. Algo de culpa tiene seguro el sensacional disco que se marcaron el pasado año y con el que giraron hasta poner bien a punto el motor. Precisamente de ahí nacieron canciones como la incendiaria ‘Islamabad’, ‘Hierro y Níquel’, ‘Ijtihad’ y una ‘Espíritu Olímpico’ en la que les acompañaron La Bien Querida, Soleá Morente y Miguel Valiente. Poco antes era La Bien Querida quien cantaba a dúo ‘No sé cómo te atreves’, ese clasicazo atemporal que no puede faltar en ningún concierto de la banda. Tampoco podían hacerlo temas tan coreados como los icónicos ‘Un buen día’, ‘Segundo Premio’ o el alarde de romanticismo desbordado de ‘Alegrías del Incendio’, todas ellas canciones pertenecientes a la banda sonora de varias generaciones que se citaban en las gradas del Tierno Galván para cantar incansables cada palabra de sus letras. En medio del efusivo karaoke colectivo sonaban crudas y desgarradoras ‘Señora de las Alturas’ y ‘Santos Que Yo Te Pinte’, además de esa ‘De Viaje’ en la que Eric aporreaba la batería incansable y terminaba por desatar el frenesí del respetable.
Exhaustos pero felices poníamos rumbo al otro punto del recinto donde Princess Nokia daba toda una demostración de estilo con el micro. La rapera neoyorkina de origen puertorriqueño es una de las sensaciones de la escena del hip hop americano y pronto entendimos por qué. Cargada de actitud y unas bases que iban desde los ritmos más trap hasta reminiscencias más rockeras, Destiny Frasqueri, el nombre detrás del apodo, se manejaba con destreza en todos los tempos, resultando especialmente eficaz en los compases más clásicos donde nos brindó los mejores momentos. Cortando las bases rápidamente y saltando de una a otra de la forma menos académica posible, su frenética actividad sobre las tablas inundaba todos los aspectos del espectáculo, llegando a lanzar por los aires una orca hinchable que sobrevolaba nuestras cabezas y que agitó aún más a sus seguidoras. Sí, en femenino. Y es que su público eran mayoritariamente mujeres atraídas por unas rimas que nacen de las desigualdades sociales, entre otras la necesidad del empoderamiento de la mujer en las sociedades actuales, algo que puso de relieve con varias consignas lanzadas en un casi perfecto castellano y agradeciendo a las mujeres de Madrid su empeño constate por lograr la igualdad. Bonito gesto acompañado de la interpretación a capella de ‘Apple Pie’, dedicado para ellas en un momento que resultó emotivo pero que nos dejaba algo fríos tanto en el mensaje como en la forma. Con ganas de más terminaba así su paso por el Tomavistas y el nuestro también, poniendo fin a un festival de auténtico lujo que se ha convertido no solo e una cita indispensable de nuestra agenda, sino también, por su cariño a hora de hacerlo todo, en el festival de música más ilusionante del panorama actual. ¡Larga vida al Tomavistas!
Texto: Luis Arteaga e Iván Díaz
Fotografías: Luis Arteaga