[Actualidad] Los Planetas – “Zona Temporalmente Autónoma” (2017)


Cargar con la responsabilidad de ser el referente musical de toda una generación no debe resultar nada fácil. Mucho menos si esa pesada cruz cae sobre tus espaldas sin quererlo y la llevas contigo a cuestas durante más de 25 años. Una suerte de vía crucis particular en el que Los Planetas han resucitado tantas veces como intentos de asesinato han tenido que soportar. Toda una trayectoria llena de cambios de rumbo en la que han ido ganando fieles casi en la misma medida que eran traicionados por los apóstoles más dogmáticos del pop planetario, ese estilo propio que les convirtió en profetas de la música independiente a finales los 90.
Como no podía ser de otro modo la llegada de un nuevo meteorito discográfico de nombre «Zona Temporalmente Autónoma», volvía a dividir el mapa peninsular como en tiempos de Al-Ándalus. Un álbum donde por supuesto una vez más Los Planetas siguen a lo suyo haciendo del mestizaje un idioma universal, pasando completamente de cualquier expectativa que se pudiese haber depositado en este nuevo trabajo. Y precisamente siendo consecuentes con estos principios, que se extienden más allá de lo sonoro, arranca el disco con la majestuosa ‘Islamabad’, un palo en las costillas al fundamentalismo religioso que siempre estuvo presente en el mundo desde las primeras civilizaciones pero que tristemente sigue siendo en pleno siglo XXI algo por superar y que en buena medida marca algunas de las canciones de un álbum con un alto componente crítico. Sirva de paso esta letra para lanzar una provocación a su audiencia más puritana al adoptar el estribillo final de una canción de trap de Young Beef. Un chascarrillo de rebeldía del propio Jota que sin embargo no trasciende de lo meramente anecdótico, siendo totalmente imposible trazar conexión alguna entre el significado y la calidad artística y lírica de una y otra.
Hay cosas que nunca cambiarán en el universo de Los Planetas y una de ellas es la inmensa capacidad que tienen para crear odas al desamor. Temática trillada hasta la saciedad a lo largo de toda su galaxia discográfica pero que resulta absolutamente incontestable cuando aparece en canciones tan maravillosas y magnéticas como ‘Porque me lo Digas Tú’ o ‘Hierro y Níquel’, donde vuelven a explicar mejor que nadie esa amalgama de sentimientos tan jodidos que surgen ante la imposibilidad de olvidar a quien una vez quisiste. Todo ello con un lenguaje visceral con el que es difícil no empatizar y que choca frontalmente con las oníricas melodías de pop que proponen. De manera menos acertada lo abordan de nuevo en ‘Una Cruz a Cuestas’, que pese a no ser en absoluto despreciable, queda muy lejos de la sagrada unión que juntó a la música alternativa granadina y al flamenco de la dinastía de los Morente durante dos generaciones.
Pero por supuesto no todo es melancolía y es que Los Planetas guardan en su haber todo una incensario de emociones, al menos una por cada fase del amor se refiere. Siguiendo con la procesión de nuevos himnos del pop, se añaden a su repertorio dos de los mejores cortes del álbum, como son ‘Espíritu Olímpico’ y ‘Ijtihad’, donde lo sideral se mezcla con ese ramalazo mudéjar tan suyo para hablar de amores fronterizos irrefrenables. Destacables también los pasajes de amarga esperanza de ‘Amanecer’ o el rasgueo acústico de ‘Hay Una Estrella’. En total 14 pistas entre las que se encuentran algunas totalmente innecesarias, que rezuman languidez por los cuatro costados y que trastabillan el enérgico ritmo de las más melódicas. Tal vez su punto más bajo llega con el sermón litúrgico de ‘Guitarra Roja’, que se extiende durante casi diez minutos soporíferos que terminan por matar su contenido y con los que se despide el disco. No obstante este nuevo paso deja tras de sí la misma devoción intacta por la melodía y la nostalgia, y eso, después de tantos años haciendo de la música toda una religión en sí misma, es mucho decir en favor de Los Planetas.