El pasado fin de semana, Medalla presentaban en directo sus nuevas canciones en dos conciertos que hacían temblar los cimientos de las salas. Como en los viejos tiempos. Solo un traspiés de salud impidió que pudiese estar en esa celebración de la vida y de la novedosa obra de una formación que, este año con «Arista Rota», daba otra vuelta de tuerca a su sonido haciéndolo aún más personal. Desde sus raíces más punkies y con el heavy metal siempre como telón fondo, Medalla lanzaban al mundo su tercera reseña, primera bajo el sello discográfico Limbo Starr, aunando todo ese bagaje pero incorporando más matices que nunca. Solo por poner un ejemplo, las trompetas que ya asomaban en anteriores colecciones, aquí suben a lo más alto del podio incorporando una épica nunca antes vista en sus composiciones. Ahí está el marcadísimo sustain de los sintetizadores más barrocos de ‘Verde Esmeralda’ y unas trompetas que se cruzan en este arranque, atmosférico a más no poder. Vientos que aparecen de nuevo en ‘Altares’, sin duda la canción más innovadora de la colección, donde se atreven con esta bossa nova rockera que parte de la sutiliza y termina por conquistarnos del todo con ese toque instrumental.
Igualmente cautivadoras suenan ‘Romance’ o el medio tiempo de ‘Rey Emérito’, donde la oscuridad baja la cadencia para vislumbrar entre las brumosas capas de sonido que van apilando. Todo ello con un ramalazo ochentero que va desde los sintetizadores a las guitarras dando empaque al disco. Un espíritu arcade que encuentra su máxima expresión en la cañera ‘Velázquez’, tema que bien podría ser la banda sonora de algún videojuego de vengadores de una de esas máquinas recreativas de nuestra juventud. Pura rabia punk que se estira a la distópica ‘Nuevos Valores’, con una letra tremenda al estilo Biznaga. Auténtico temón. Más latigazos con ‘Lázaro’, uno de esos cortes que a buen seguro fueron y serán carne de pogo en los directos de Medalla.
Y si hablamos de guitarrazos potentes y pop, ahí esta la violenta letra de ‘Justica Poética’, acercándoles a grupazos como Los Enemigos, pero siempre con ese toque clasicista que conforma el santo y seña de estos Medalla. Más zapatilla de puro pop vitaminado en ‘Leviatán’, hit inmediato con sus grandes frases, los parones en medio y esas guitarras que barren con todo a su paso. Y, cómo no, de nuevo las trompetas aportando el contrapunto perfecto. Un caleidoscopio de sonido que no desprecia la psicodelia en ‘Doce Espadas’, o que da rienda suelta a su venazo más metalero en una ‘Gracias a Dios’ rebosante de un glam rock que suena a otra era. También ese aire post-punk en los graves de ‘Flores’. En definitiva, uno de esos discos en los que bucear con calma, escuchando pausadamente lo mucho que tienen que contarnos en estos tiempos convulsos. Conseguirá atraparte hasta las trancas. ¡Prometido!