[Actualidad] Da Loma – “El Espejo” (2019)


Sumergirse en las profundidades de la figura detrás de Da Loma se antoja un viaje tan apasionante como enigmático. En esas fronteras en las que realidad y fantasía terminan por fundirse en la misma imagen, «El Espejo» acaba por desvelar la cara más personal de David López. Fundador de Limbo Starr, la suya es sin duda una de las historias con más miga de la música independiente estatal, y como cualquier gran personalidad que se precie, no se trata de algo monocorde. El acercamiento a su particular universo maldito y ensoñador a partes iguales provoca la fascinación de quien disfruta de lo complejo. Callejones repletos de obsesiones que conducen a un nuevo laberinto. El juego de esconder bien el tesoro para quien quiera encontrarlo.
Visceral y sincero, lo que devuelve este espejo es el olor a tabaco agarrado en las costuras. El sabor a resaca del día de después, cuando todo ha terminado y la juventud se aleja por un retrovisor a 160 por hora. Los ojos de quien ha visto y ha vivido mucho, esa mirada de los mil metros que aquí se extiende a toda una vida. Justo hasta aquí, en el precipicio desde el que hacer balance y pactar el fin de la guerra con propios y extraños. No sin antes devolver algún directo a la mandíbula. Por las manos de David han pasado muchas cosas y por su corazón exactamente las mismas, más alguna que otra de regalo y herencia. Y precisamente son estas las que empapan este debut en solitario, en el que vuelca los retazos de toda una pasión que sigue latiendo.
Empezando por la banda sonora más primitivamente pop que muchos recordamos, Da Loma abre la caja de los truenos con el canto de un chatarrero de barrio. Metáfora perfecta para todo el material de óxido cortante que está a punto de caernos encima. Y desde ahí a las estrellas. A la plena modernidad futurista reclamando a golpe de sinte a sus adorados El Mató a Un Policía Motorizado. Una primera canción autocurativa y honesta en la que se destilan algunas de las esencias principales de este álbum. Como esa forma especial de cantar, arrastrando las palabras o lanzándotelas a la cara con la chulería made in Madrid de un auténtico pura sangre. Y es que aunque el envoltorio sea otro, tanto en ‘Del Revés’ como en la mesiánica ‘El Amor, La Fuerza’, el espíritu de los Rolling Stones sigue intacto, inoculando el veneno hasta unas guitarras que tampoco niegan una canita al aire con la distorsión más envolvente. Coordenadas sonoras que se mantienen en ‘En el Festival’, auténtico temazo sacado de otro tiempo y rebosante de aroma a verano caduco. Una letras crudas, con verdad y mala leche que se extienden por cada uno de los surcos de este LP. Algo que termina por desencadenar su venazo más punk en la toxicidad depresiva de ‘Fin de Semana’, donde esboza su propia ‘Dead Flowers’ con letras como: «quemaré todas tus fotos quiero verte arder. Con ellas me calentaré». O por supuesto en esa ‘De Madrid al Suelo’ capaz de llevar el rock callejero al space rock. Del rincón más castizo a la estratosfera pasando por las alcantarillas.
Aunque si de sangrar se trata, nada más incontrolable que ese diminuto agujero por el que un día se metió El Niño Gusano para revolvernos las tripas a base de melancolía pop. Una herida de la que siguen brotando canciones como ‘Nunca Más’ o ‘Tus Mentiras’, donde Da Loma vuelve a mirar a sus héroes de los 90 con esa particular forma de entender la música: «Acción y reacción, levántate Lázaro. Si sigues así encontrarás lo que estás buscando». Todo envuelto en sutileza y atmósfera, para que al caer del guindo todavía escueza más.
Aunque incluso en estos momentos de aparente pureza, buscan su protagonismo toda esa flota de sintetizadores que rezumban como abejas alrededor del panel y que nos persiguen durante todo el disco añadiendo más y más capas a la corteza. Arreglos de factura space rock que siguen por momentos la estela de Spiritualized o los pretéritos Spaceman3. O que abrazan con amor la oscuridad y la distorsión magnética de Jesus and Mary Chain. Todo ello podría resumirse en esa puñalada por la espalda titulada misteriosamente ‘T.a.M’. Una de esas canciones sobre relaciones enfermizas a tres bandas que tan bien supieron registrar Los Planetas. Influencia que aquí se retuerce hasta el extremo con una frescura que termina fraguando este monumento a la infidelidad. Del tipo que sea: «¿Cómo puedo explicarte algo que yo no entendería si estuviera en tu mismo lugar?». Una rabia creciente que va hinchando cada vez más la vena del cuello y que encuentra su vía de escape en ‘El Libro de Estilo’, en el que la desilusión y la romántica promesa de la reconciliación echan definitivamente el cierre. Y al final de todo el camino nos espera de nuevo ese temido trozo de cristal, en el que mirarse con calma y revivir culpas, perdones, cicatrices y alguna que otra gloriosa victoria.