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El escarabajo más grande del siglo XX
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El escarabajo más grande del siglo XX

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David Doinel:

«Hace veinte años que tengo veinte años, veinte años y aún tengo fuerza, y no tengo el alma muerta». Fue Serrat quien lo dijo y hoy soy yo quien lo siento. La obra que a final de siglo firmaran Sergio Algora, Sergio Vinadé, Andres Perruca, Mario Quesada y el incorporado para la ocasión Paco Lahigera, me ha transportado al punto exacto donde lo dejé hace dos décadas, donde me sentía seguro con mis amigos y donde la libertad era un estado en la mente. Para mí, hablar de «El Escarabajo Más Grande de Europa» (RCA, 1998), es hacerlo de cosas cuya profundidad no se puede medir. Es evocar la amistad más bella, es mi amigo Eduardín convenciéndome de que merece la pena escarbar en tan agridulce repertorio. Recuerdo volver a hacer el viaje con él hace tres años, desayunando ‘Vino Simagovino’ a las seis de la mañana, mientras observábamos al detalle el precioso diseño que realizó el no menos genial Óscar Sanmartín para la ansiada edición en vinilo doble.

Escribiendo estas lineas también se me viene a la cabeza la voz de una chica en el bello verano del 98, cantándome eso de que: «Lo mejor de mi interior bajo sábanas está, como en una casa cerrada en invierno» . Recuerdo como si de repente se iluminara y me comentase: «Ahora lo entiendo, ¿está hablando de lo que creo que esta hablando?»

Quisiera agradecer con toda mi alma a todos los que con vuestro tiempo y vuestro cariño hacéis posible este sentido homenaje. A David Lopez, porque tal y como le digo siempre, cuando tiramos del hilo siempre aparece él por algún lado. Por eso y por todo el esfuerzo realizado por y para la música desde hace décadas. A Fran Nixon por hacerme llorar y sentirme vivo con su texto. A Richi (Ricardo Vicente) por lo mismo que a Fran, porque son dos autores brillantes a los que admiro y es un lujo compartir páginas con ellos, por su calidad literaria, ¡y porque tenemos unas ganas infinitas de que saque ya su tercer disco! A Eduardo Ramos por ser el primero, porque es mi hermano y porque lo llevo siempre en el corazón. A Sergio Algora por enseñarme lo del podio en la casa y ser el primero cuando uno quiera. ¡Gracias, me hiciste la vida mas fácil! Y por último al gran Sergio Vinadé porque sin él toda esta obra no seria posible; por los colores, por los ambientes, por los viajes… ¡Benditos viajes!

Fran Nixon:

Cuando eres pequeño no tienes nada, así que no puedes protegerte de nada. Sólo puedes disfrutar de las cosas gratis, así que te ves expuesto a todo y todo es significativo. El calor de una noche de verano. La música que suena por la radio a través de pared del vecino. Las tardes de domingo viendo llover bajo unos soportales. Una mirada casual. Cuando eres pequeño y no tienes nada, la vida tiene una intensidad insoportable, y esa es la razón por la que el tiempo pasa tan despacio y hay tantas ocasiones para el aburrimiento, el éxtasis y la autocompasión.

Estar con Sergio Algora era volver a participar de la vida con esa misma intensidad. Yo siempre le decía que estar con él era como estar al otro lado del espejo de Alicia. Lo que en otras personas me resultaba insoportable; el malditismo, la cursilería, el egocentrismo, en él era realmente poético (a falta de otra palabra mejor). Convirtió vivir en un arte. Conocía su oficio y lo ejerció hasta el final.

Sobre “El Escarabajo Más Grande de Europa” puedo decir que tiene muchos de los versos más importantes de la música española, al menos para mí, y que por sí solo justifica toda una escena. “Mis besos saben mal, saben a delantal y a cumpleaños en la cocina” es la historia de mi vida, y la primera vez que lo escuché me senté en el suelo a llorar. Y recordé esas fotos donde salimos con gorros de papel, manteles de hule, vasos de Fanta de naranja y gafas de culo de botella. Y una madre con un delantal. Y la ropa tendida en el patio de luces y el olor a coliflor en la cocina. Y mil cosas que me da vergüenza explicar aquí.

Siento envidia por aquellas personas que escuchen este disco por primera vez.

Eduardo Ramos:

reportaje-aniversario-escarabajo-mas-grande-europaHay discos que ocupan un lugar preeminente en nuestra memoria por su apabullante calidad. Otros, sin embargo, son importantes debido a los recuerdos que despiertan en nosotros: no son trabajos necesariamente brillantes a nivel musical, pero tenemos sus canciones asociadas a momentos especiales o significativos de nuestra vida. También están, por último, aquellos discos que estimamos porque apelan directamente a nuestra añoranza por medio de su potencial evocador; esto es, obras concebidas para ser recordadas en virtud de la cualidad nostálgica de su música. En este caso, el factor artístico es determinante y se impone a los azarosos avatares del trato cotidiano con la música (rituales de escucha, selección empática de los temas de acuerdo con el estado anímico…) en lo tocante a la formación de nuestra educación sentimental. No cabe duda de que «El Escarabajo Más Grande de Europa», el tercer trabajo largo de El Niño Gusano, es un ejemplo modélico de este tipo de discos.

Siempre he visto a El niño Gusano como avezados arquitectos de nostalgia. La particular languidez de sus melodías y esa imaginería lúdica y perversamente ingenuista de los textos de Sergio Algora, consiguen que el oyente se retrotraiga a una infancia imaginaria hecha de estrafalarios personajes de fábula, paisajes lisérgicos, sintonías de programas infantiles nunca vistos y lóbregos ambientes circenses. Un mundo de cuento con sus luces, sombras y claroscuros, acogedor pero también siniestro, espiritualmente afiliado a los universos mágicos de Lewis Carroll y del Oscar Wilde cuentista.

Algora siempre defendió que la propuesta musical del grupo, más allá de la ínclita heterodoxia lírica que tan intensamente cultivó, era más tradicional de lo que solía pregonarse. Yo no estoy totalmente de acuerdo con esa visión, aunque entiendo lo que quería decir y por qué lo decía. En el contexto de la crítica musical de la época la retórica promocional solía hacer hincapié exclusivamente en el carácter pintoresco y alucinado de su poesía, extrapolando tales cualidades a la música. Desde luego, los referentes inmediatos de su sonido podían deducirse con relativa facilidad: desde ciertas bandas autóctonas de los años sesenta hasta los grupos más señeros del jangle-pop. Pero sería un error anclarse en una visión formalista de los géneros musicales y considerar que un grupo es tradicional o avanzado según se ajuste o no a los habituales esquemas compositivos. Creo que lo que realmente hace especial o único a un grupo es su sello melódico, el tinte propio, el aura que hace reconocible o idiosincrático un sonido o una atmósfera. En el caso de El Niño Gusano, se trata de esa peculiarísima tonalidad nostálgica que envuelve sus mejores canciones; la feliz conjunción de surrealismo y melancolía que da como fruto un demencial retablo poético de inusual poder de sugestión. «El Escarabajo Más Grande de Europa» prosiguió la evolución musical iniciada por el magistral «El Efecto Lupa» (Grabaciones en el Mar, 1996), un trabajo que dotó a su cancionero de un mayor lustre pop a base de robustecer la estructura compositiva de los temas, emplear de forma más equilibrada los distintos arreglos y expurgar todos los elementos lo-fi que acercaban al grupo, en sus comienzos, a una estética más espontaneista y desmañada. El resultado logró un mágico equilibrio entre la frescura de su producción inicial y la plenitud melódica de su trabajo postrero.

Su siguiente paso fue la opción más lógica y natural, pero aun así, nadie esperaba semejante alarde de talento, una gestión tan madura y eficiente de todos sus recursos expresivos. Podría decirse que los firmantes de ‘La Mujer Portuguesa’, ‘Mr. Camping’ o ‘El Mejor Olor’, algunas de las más resplandecientes joyas de la música pop contemporánea, lograron con su tercer trabajo un compendio de lo mejor de su ideario lírico y musical, una especie de suma total de su universo plástico.

El grupo sonó como nunca en este disco y, desde luego, como se dijo hasta la náusea desde el momento de su lanzamiento, la pulida y brillantísima producción contribuyó a ello. Pero no es menos cierto que la labor de simplificación formal a la que sometieron su cancionero determinó en gran medida el carácter expansivo y limpio del sonido. Se trata sin duda del repertorio más austero de toda su carrera, sin apenas rastro de las sinuosidades armónicas o del barroquismo exacerbado de antaño. Desde luego, no es un trabajo huérfano de detalles o arreglos fulgurantes, sólo que éstos se han desprendido de su naturaleza ornamental y han pasado a ser medulares, intrínsecos a la canción (los vigorosos metales de ‘Lourdes’, el teclado de ‘Mira el Péndulo’…).

Respecto a las letras, qué puede decirse; Algora alcanzó su cenit como autor por medio de una poesía en cierto modo paradójica: libre y personal. No dejó al mismo tiempo de resultar cálida y cercana, esparciéndose en desconcertantes y coloristas bodegones líricos que siempre rehuyeron, no obstante, jugar la carta del hermetismo con ínfulas. Su estilo vocal, vigoroso y entusiasta, acompañado en ocasiones de los maravillosos coros de Sergio Vinadé, supo transmitir de forma eficaz la inquietud existencial que se adivina en sus retruécanos maliciosos, en sus entrañables bestiarios y en sus alegorías imposibles.

«Del sombrero de copa salí. A ese lugar yo quiero ir a vivir. ¿No ves que ahí no necesito mapas?»

Aún hoy, veinte años después de su publicación, emociona escuchar canciones que saben traducir a un lenguaje vivaz aquellos sentimientos que, de tan universales, necesitan un vehículo de expresión personal para no caer en la obviedad, el adocenamiento y la sensiblería.

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David López:

Conocí a El Niño Gusano en el BAM del 93, cuando le compré a Pedro Vizcaíno (Grabaciones en el Mar) en la feria de sellos el «Palencia EP». Al año siguiente, en las mismas fiestas de la Mercè, coincidimos sobre las tablas del escenario del Moll de la Fusta; yo tocando con mi grupo, Kebrantas, y ellos tocando justo después de nosotros. Todos estábamos alojados en el Hotel Apolo y la liaron buena invitando a champán a todo el mundo que se encontraban por los pasillos. Hasta el punto que los echaron.

Vinieron a Madrid a presentar en la sala El Sol su primer álbum, «Circo Luso», y yo ya era el A&R (director artístico) de RCA. Estaba malo, pero Roberto Herreros, por aquel entonces mi ayudante, me insistió en que fuéramos. Nunca se lo agradeceré lo suficiente. Las entradas estaban pintadas a mano en esos talonarios cutres de las rifas y en ellas venía escrito: «El niño gusano con Siesta Records zzzzzz». Todavía la conservo. No éramos muchos en la sala pero fue un concierto increíble. Recuerdo que llegando al final, Algora se dirigió al público diciendo: «están muy bien esas camisetas de los Ramones y Sonic Youth, pero sabemos que quien de verdad os gusta es Mecano«. Y arrancaron con su versión de ‘Hoy no me puedo levantar’.

Desde ese día tuve fijación por firmarlos para RCA. En aquella época hacíamos un contrato a tres partes (artista, multi e indie), por el cual se le daba una interesante cantidad al sello pequeño para grabación y marketing, y si se conseguían unos objetivos, el grupo pasaba a formar parte del roster del sello grande, teniendo un generoso royalty el sello pequeño. Desde el papel era ideal para posibilitar el desarrollo del grupo. Estuve meses reuniéndome con Pedro Vizcaíno en las oficinas de RCA, y aunque nos lo pasábamos genial yéndonos a comer a costa de la compañía, aquello no avanzaba, así que en una de esas reuniones le pedí a mi secretaria que nos sacara un par de vuelos a Zaragoza (nunca he vuelto a hacer esa extravagancia, y menos desde la llegada del AVE) y allí fui con el objetivo de volverme con el contrato firmado. Tenía una habitación reservada en el Corona de Aragón y quedamos con el grupo en reunirnos allí y luego cenar. Yo iba con lo puesto, con un pantalón de pana azul eléctrico y una beisbolera a juego de los Yankees de Nueva York. Llegaron y lo primero que me dijo Perruca antes de saludarme fue: «éste es el de la compañía y viene en chándal…”.

Encantadores, solo podías amarles. Nunca vi un grupo con una energía parecida. Aquello era un no parar. Ellos insultándose, riéndose de mí, de ellos y de todo. Aun así tuvimos una larga reunión, en la que les expliqué todos los detalles del contrato y, finalmente, firmaron y brindamos. De allí nos fuimos a El Fantasma de los Ojos Azules, el bar que regentaban Vinadé y Perruca y en el que mejor me lo he pasado en la vida. Volví al día siguiente con el contrato firmado en lo que recuerdo uno de los días más felices de mi vida. Creo que era el comienzo de las vacaciones de navidad.

A partir de ahí comenzaron a preparar su siguiente disco: «El Efecto Lupa». Por el camino participaron en las fiestas «Ruido?», que fue un recopilatorio que editamos con lo mejor que se estaba haciendo desde los sellos independientes, y que para mucha gente supuso una auténtica guía (en aquella época no había internet). Sus compañeros de cartel fueron Penelope Trip, Los Enemigos y Los Planetas. No es difícil imaginar la que se organizó en el hotel. Cuando el trabajo con el disco concluyó, fue el momento de plantearnos el siguiente.

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Aunque no se habían conseguido los objetivos para que el grupo pasara a editar con RCA, las partes convenimos que era el momento de «dar el salto», así que desde el principio concebimos «El Escarabajo Más Grande de Europa» como una edición de RCA, gozando de un gran presupuesto. En aquella época también trabajábamos con Nosoträsh, y convenimos hacer el disco también con Joaquín Torres en su coqueto estudio (Torres Sonido), ubicado en un chalet a las afueras de Madrid en una exclusiva urbanización llamada Parquelagos. Pensé que sería ideal para ellos por distintas razones: era un estudio perfectamente equipado con una consola impresionante y teclados, guitarras y amplificadores que enloquecerían a cualquier amante del tema; además de un estándar de sonido “profesional”. Allí han grabaron desde Los secretos o Hombres G hasta Rocío Jurado, Julio Iglesias o Camilo Sesto, que además era vecino.

Les reservé dos habitaciones en el Hotel Galaico de Villalba y acordamos un presupuesto cerrado por aproximadamente un mes de grabación. A partir de aquí darían anécdotas para escribir un libro. Por ejemplo, Joaquín acababa de comprarse una batería midi de última generación y sugirió estrenarla con ellos. Al principio a nadie nos encajó la idea, pero cuando fueron investigando en el banco de sonidos y llegaron a los efectos de librería típicos de los dibujos animados, comenzaron a darse mamporros simulados y a hacer carreras, por lo que no hizo falta decirle que mejor la dejábamos a un lado.

Trabajaron duro, pero cada día era una fiesta; por ejemplo, al terminar cada jornada descorchábamos una botella de vino que iban colocando en orden después de hacer la consiguiente votación. El hotel, aunque no era de lujo, era el mejor de la zona, por lo que la clientela en su mayoría eran hombres de negocios que preferían alojarse allí en vez de en la ciudad. Ellos, para pasar el rato por la noche, se llevaron un Scalextric que montaron en la habitación. Alguno de estos señores se quejó a la dirección y el gerente les sugirió que debían abandonar el entretenimiento. Al día siguiente cancelamos la reserva y se mudaron a un hostal más humilde, aun a pesar de la oferta de cederles una habitación solo para el entretenimiento.

reportajes-aniversario-escarabajo-mas-grande-europaEn la planta baja de aquel hostal había un restaurante casero donde se comía de cine, y las cenas allí fueron uno de mis mejores recuerdos de aquella grabación. Una de ellas, al final del proceso, la compartimos con Los Planetas, a los que llevé recién aterrizados de Nueva York, donde habían registrado «Una Semana en el Motor de un Autobús». Recuerdo a un Florent locuaz y encantador contándonos las más disparatadas anécdotas de su periplo americano.

Para que se entretuvieran en el hostal después de las largas jornadas de grabación les presté mi Playstation y allí echábamos partidos de fútbol. Allí mismo Algora escribió la letra de «Soy Ruso Señor», y el verso «si llego a la meta marcaré en mi puerta. ¡Claro que sí!». Bonita metáfora de la manera de ver la vida de Sergio: lo importante era pasarlo bien, sentirse vivo, la alegría del gol. Qué más da que fuera en tu propia portería…

Me involucré mucho en ese disco. Les pasé reflexiones canción a canción en al menos diez folios. La producción se acabó con un ambiente de confraternización que es difícil de explicar, gracias a la presencia extra (y extraordinaria) de la adorable Mariví, asistente del estudio, una especie de sabia tercera Vainica Doble y Álvaro Corsanegro, el asistente de Joaquín, que a modo de broma se le ocurrió grabar un «joder» al final de la grabación, que al dar la vuelta a la cinta sonaba «redoj», algo que por supuesto les encantó.

El disco se acabó y Oscar Sanmartín se puso con el diseño. Todas las portadas que hizo para ellos son una maravilla, pero la maqueta de la auténtica obra de arte que hizo para este disco recibió a los clientes de El Fantasma hasta que cerró, y quien pudiera observarla de cerca sabrá de lo que hablo. A partir de ahí, muchas comidas, conciertos y viajes. Uno en unas fiestas de un pueblo satélite de Barcelona que ni recuerdo el nombre y, normal, porque la psicodelia se nos fue de las manos. Recuerdo su último concierto en Madrid, en esa sala que va cambiando de nombre pero que para mí siempre será el Discoplay de la megalomanía en la Plaza de España; con aquellos trajes de novia colgados en el techo, con la guitarra de una cuerda de Algora, que además ni siquiera era capaz de tocar bien o mal. La tocaba con todo su genio e ingenio, su morro, su inenarrable morro: IM-PRE-SIO-NAN-TE.

Podría seguir, pero me da que los medios impresos no dan para tanto talento… El de ellos, claro. Y no dio, de hecho. En el verano de aquel año recibí una llamaba de mi querido Vinadé en la que me decía que lo dejaban. No entré más allá, claro, qué más daban las razones. Si eran las suyas tendrían todo el peso del mundo, porque nunca conocí a seres más cabales, talentosos en su conjunto y especiales; y lo demostraron en una reunión que daría para otro capítulo, en el que, con el afán de acercar a los trabajadores de la compañía a su universo, nos juntamos en el pub de la compañía y ellos demostraron ser los únicos que tenían los pies en la tierra; pero de otro planeta, claro, el planeta gusano.

Chin, chin, Algora, allá donde estés…

Ricardo Vicente:

Hace veinte años me llamó Sergio Algora para que escuchara con él «El Escarabajo Más Grande de Europa». Lo cierto es que fue difícil no parar en cada corte para hablar de las miles de cosas que venían a mi mente mientras las canciones crecían en mi imaginario. Al terminar recuerdo que le dije: «Tío, habéis estado buscando un sonido grande entre los restos de todo lo anterior». Y me contestó: «Lo que nos hemos buscado es la ruina, pero va a ser para mejor». No entendí bien la idea y se notó en mi expresión. Recuerdo que pedimos unas copas y me dijo: «Hemos sido más gusanos que nunca y te apuesto a que en menos de un año nos van a echar de la multinacional». Yo no comprendía bien aquella certeza, no entendía cómo una persona podía decir con antelación y con tanta seguridad que se le venía un gran desastre y, sin embargo, estar feliz.

Terminamos la copa y pedimos varias más, y ahí comprendí al fin lo que iba a pasar. Comprendí que Algora me estaba diciendo que durante los próximos años íbamos a bajar al infierno más hermoso, que íbamos a pasar de los lujos de la multinacional, los gastos absurdos, empezar La Costa Brava y sobrevivir de la manera más envidiable; comprendí que lo que estaba por venir era el costabravismo.

Al tiempo, Fran Fernández (Fran Nixon) apareció en nuestras vidas, como refugiado de la misma bomba atómica, del cataclismo que viene tras estar en un multinacional y no tener más futuro que crearlo tú mismo. «El Escarabajo» fue un pase al otro lado de la vida, como los egipcios bien saben. Fue la piedra que te llevas para demostrar que fuiste merecedor de algo y que ahora ya no esperas otra cosa que no sea ser feliz entre los tuyos, hacer canciones y pelear las provincias. Tocar en festivales donde todos saben que no deberías reír tan intensamente porque las noticias vuelan. La Costa Brava era un escarabajo que ya no podía ser el más grande, pero sí podíamos conquistar la isla más bella de todas, la más humana, la más triste y la más triunfal. Se puede brillar entre la gente aunque ya no seas el más grande de Europa, de hecho se brilla más intensamente porque todos somos máquinas que no sabemos que se enamoran cada cierto tiempo. Todos ganaremos si hacemos orgullo de nuestra sed, si las derrotas son parte de nuestra biografía.

Diez años después de esta conversación y mil aventuras con Sergio, un 8 de julio salí con él por la noche y a la mañana me dejó para siempre. Pero no es verdad, me dejó con el escarabajo entre los dedos, me dejó con la obsesión de nunca dejar de escribir canciones y la certeza de que siempre nos echarían de los sitios, pero que todos querrían saber qué fue el costabravismo.

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