Ballantine’s True Music Festival 2017 (Madrid)


Es constante el debate sobre el actual estado de la música en directo y sobre si los grandes festivales están fagocitando el circuito de conciertos en salas. Mientras tanto, en Madrid no dejan de surgir (o consolidarse) propuestas que toman un poco de ambos formatos, con diferentes conciertos en salas, muchos de ellos de manera simultánea, expuestos en un buffet libre de música al gusto del consumidor. Este año, mientras GetMAD! ha alcanzado su segunda edición centrando su programación en un fin de semana y Sound Isidro no ha dejado de extender sus fechas por todo el mes de mayo, nacía el Ballantine’s True Music Festival. Llevando la propuesta al extremo, casi 140 conciertos tuvieron lugar el pasado viernes y sábado en más de 15 salas de la capital. Una programación amplísima que, siendo realista, no te permitía ver más de tres o cuatro conciertos por día y que provocó que algunos artistas agotaran el aforo de sus salas mientras que en otras viviéramos un ambiente algo desangelado. En nuestro caso, y moviéndonos una vez más por los márgenes, alejados de los nombres más populares, la experiencia fue de lo más satisfactoria. Conciertos sin agobios, un buen sonido generalizado y siempre con una cuidada aplicación móvil a mano que nos permitió ver en todo momento el estado del aforo de las salas y cualquier cambio de última hora en la programación.
De todos los conciertos que disfrutamos a lo largo del fin de semana sin duda en el que mayor ambiente vivimos fue en el de Berri Txarrak en Joy Eslava. Los navarros volvían a Madrid tras el triunfal sold out en La Riviera de hace unos meses y a la propia Joy tras presentar allí hace algo más de dos años su último disco, “Denbora da Poligrafo Bakarra”. Su triple LP va dando ya los últimos coletazos y es que, como recordó el propio Gorka desde el escenario, han pasado ya tres años desde que grabaron en Madrid algunas de sus canciones. Toca mirar al futuro pero mientras tanto es posible darse el lujo de recordar gran parte de su trayectoria sobre los escenarios y seguir conquistando (o reconquistando) plazas, porque ya no hay ni una que se le resista al trío de Lekunberri.
Arrancaron su concierto con el pie en el acelerador y un primer tramo del show centrado en su parte más hardcore y directa. Apabullante el inicio con ‘Etsia’ y derroche de adrenalina posterior en la unión de ‘Folklore’ con ‘Gure Dekadentziaren Onenean’, dos temas que ya abrían “Payola”, uno de los discos más valientes en la trayectoria del grupo y que nos golpeaba en su día con una crudeza casi dolorosa. Tras ellas y el cambio de guitarra de Gorka volvíamos a la actualidad para darle protagonismo al EP grabado junto a Ricky Falkner con temas como ‘Bigarren Itzala’, la celebradísima ‘Lemak, Aingurak’ o una inmensa ‘26 Segundotan’, con la que siempre consiguen emocionarme poniendo de largo sus mejores y más oscuras melodías. Un tridente de temas espectacular que tal vez marque los siguientes pasos a seguir por la banda en su futuro más inmediato.
En la recta final no faltaron algunas de las imprescindibles de su repertorio y tras temas como ‘Zerbait Asmatuko Dugu’ o la emotiva ‘Hitzen Oinarri Ahula’, pusieron de largo su nuevo single, un enérgico ‘Bakarrik Egoteko’ que publicaron en el pasado Record Store Day, y echaron la sala abajo con las primeras líneas de bajo de ‘Oreka’, más que canción seña de identidad del grupo. Alargada hasta el infinito, aprovecharon para insertar en mitad de ésta versiones de grupos como MGMT o Daft Punk, que llevaron a su terreno y pusieron a bailar a toda la pista, para despedirse después definitivamente con ‘Denak Ez Du Balio’, explosión punk que incitó a un pogo interrumpido de malas maneras por uno de los gorilas de la sala. Menos él, todos salimos de allí con la sensación de haber visto una vez más a una banda eterna.
Un día antes arrancábamos el festival alejándonos un tanto de la zona central de Madrid para llegar a primera hora al Changó Club y disfrutar del directo de Cápsula. Los argentinos son siempre apuesta ganadora para el directo, donde sin concesiones despachan rock and roll con actitud y una pose que les sale de dentro. La música corre por sus venas y sin imposturas de por medio nos animaron a dar palmas, movernos y acercarnos al escenario lo máximo posible para dar calor a una sala cuyo aire acondicionado nos hizo olvidar que este junio parece más bien agosto. También desde el escenario nos invitó Martí a no perdernos la posterior actuación en la sala Siroco de Pájaro y, aunque el plan ya estaba en nuestro itinerario, esto no hizo más que confirmarnos que allí era donde debíamos estar.
Bendito sea Andrés Herrera y bendita sea esta nueva aventura en solitario en la que se embarcó hace ya cinco años con la publicación de “Santa Leone” y a la que daba continuación el pasado 2016 con “He Matado al Ángel”. Acompañado de una banda de auténtico lujo y que denota elegancia y virtuosismo, Pájaro sigue sobrevolando escenarios con la clase de un águila real. En esta ocasión no se le vio cómodo sobre él debido a algunos problemas de sonido que, siendo sinceros, poco sufrimos desde abajo. Sus derroches instrumentales, punteos, sonidos de vientos, surfeos por el mástil y demás virguerías con las que siempre nos conquistan sonaron a la perfección durante la hora que estuvieron en escena. Tras un primera parte centrada en la vertiente más instrumental de su repertorio nos hicieron bailar la ‘Danza del Fuego’ y abrazaron el romanticismo con ‘Guarda Che Luna’, ‘Perchè’ o la jovial ‘Bajo el Sol de Media Noche’.
Otro gran momento del festival fue el ofrecido por Forastero en la sala El Sol. Nuestros forajidos favoritos volvían a Madrid tras haber actuado la noche anterior en Vigo y ese mismo día, a las dos de la tarde, en Bilbao. Seguramente por ello cuando llegamos a la sala todavía se encontraban dando los últimos retoques al sonido con un aparente cansancio en sus caras que no se vio reflejado en ningún momento en sus canciones una vez iniciado el concierto. “El Submarinista en el Tejado”, su primer disco, es un compendio de rock, jazz, blues y sonidos fronterizos que llevan al directo con la clase que otorga el contar con unos músicos del calibre de los que forman la banda. Bajo la premisa de: para qué necesitas un cantante si tienes al frente los fraseo del saxo barítono del gran Dani Niño, las canciones de Forastero invitan al movimiento constante gracias a sus afilados cambios de ritmo, al trotón contrabajo de Javier Díez-Ena, los arrebatos guitarreros de Colís, la sutil pegada de Javier Gallego y ese compendio de teclas y sintes que forman Juan Carlos Ontoria a la diestra y Sergio Salvi a la siniestra (en todas sus acepciones). Nos contaba Gallego en la charla que mantuvimos con él que habían conseguido que unas canciones un tanto complejas en su concepción calaran bien entre el público y tras por fin escucharlas en directo, no podemos más que reafirmarlo. Temas como ‘Frenesí’, ‘Morfina’, ‘Dormíamos, Despertamos’, ‘Por la Calle de la Amargura’ o esa tarantela forasterizada que responde al nombre de ‘Tarántula’ ganan presencia sobre el escenario. Nos rendimos definitivamente a su causa.
También lo hacemos a la de Belako. El joven cuarteto de Mungia nos conquistó hace tiempo pero sorprende ver como a cada nuevo paso ganan en madurez y entereza. Tras asaltar el escenario principal del reciente Primavera Sound llegaban a Madrid para abrir en la sala But la jornada del sábado y reunir a un buen puñado de fieles. Con ese halo de oscuridad que los rodea siempre presente, volvieron a invocar el espíritu de los noventa, convirtiendo el sonido de bandas como los Pixies en una festiva celebración. Cada vez más imponente a las voces, Cris Lizarraga ha tomado posesión definitivamente del micrófono para gritar con rabia y mucha energía sobre una aplastante base rítmica que termina por llevarse los temas a su terreno, manejando el ritmo del concierto con determinación. Antes de que acabe este 2017 tendrán nuevo disco en las calles y seguro que con él seguirán creciendo y arrasando todo a su paso.
Y a pesar de que el cartel de este Ballantine’s True Music contaba con algunos importantes nombres internacionales, como es el caso de The Vaccines o Kakkamadafakka (ambos agotaron los aforos de sus respectivas salas), al único grupo no afincado en nuestro país que vimos fue Methyl Ethel. La banda australiana actuaba por primera vez en Madrid y lo hacía ante un escaso público en la sala Siroco. Tampoco pareció importarles a esta peculiar y también joven formación, que se dedicó a presentar con seriedad las canciones de su reciente “Everything is Forgotten”. Precedido por un álbum de carácter más pop, este segundo trabajo de su discografía explota esa vertiente psicodélica que parece brotar de los árboles últimamente en las antípodas. Un sonido oscuro que recordaba por momentos a los primeros The Cure (gracias sobre todo a sus teclados ochenteros y la voz de Jake Webb) y unas geniales líneas de bajo hacían que resultase difícil no quedar hipnotizado ante unas canciones que terminaban de manera un tanto abrupta. Tal vez es ese el único pero que puede ponerse a una banda que hizo disfrutar a un público joven que estaba allí sola y exclusivamente por ellos.
Texto: Iván Díaz
Fotografías: Luis Arteaga