Slowdive @ Joy Eslava (Madrid) 07-03-2018


La llegada de Slowdive a Madrid venía precedida por varios condicionantes que justificaban la enorme expectación generada alrededor de este concierto. Al propio estatus de la banda, ganado a pulso durante años erigiéndose como uno de los pilares fundamentales del movimiento shoegaze, se le unía el hecho de haber cancelado su actuación el pasado año en el Mad Cool Festival tras la muerte de un acróbata y un retorno discográfico que para muchos se convertiría en el mejor disco de 2017. Con todo vendido desde hacía meses, los británicos viven ahora una segunda juventud, que desde que comenzase a gestarse nuevamente en el Primavera Sound de 2014 no ha parado de madurar hasta convertirles en el ciclón sónico que son a día de hoy. Siempre lo fueron, pero los caprichosos vaivenes de la industria y las modas musicales les condenaron al ostracismo más absoluto hasta terminar con ellos. Por suerte todo aquello queda lejos y ahora la experiencia se pone al servicio de una sensibilidad especial para crear atmósferas imposibles.
Al amparo de unos visuales hipnóticos, y tras la notable actuación de Dead Sea ejerciendo como teloneros, Slowdive comenzaban con ‘Slomo’ la tormenta perfecta con la calma que la precede. Recital magistral de cómo hacer crecer una canción en directo muy por encima de su intensidad discográfica hasta ponernos los pelos de punta. Las voces de Neil Halstead primero y Rachel Goswell después se aliaban con un sonido perfecto para convertir la Joy Eslava en el panteón de los sueños. Y así daba comienzo un viaje hasta las profundidades de nuestro subconsciente que se revelaba salvaje y poderoso en ‘Slowdive’. Una forma suave de prepararnos casi sin inmutarnos para recibir la sacudida onírica de ‘Star Roving’, onda expansiva que nos pasaba por encima al ritmo de la aplastante batería comandada por Simon Scott y unas guitarras ensoñadoras que nos mecían a su antojo.
Sin conceder ni una canción fuera de tono, la parte inicial de la bellísima ‘Catch the Breeze’ daba paso al estruendo de distorsión en el que Halstead retorcía su guitarra para estremecernos, pasado el cual sacaban de nuevo a flote la intimidad más reservada en una ‘No Longer Making Time’ donde volvían a jugar con esas idas y venidas que tan pronto nos zarandeaban como que nos balanceaban sedosos sobre las líneas de bajo de Nick Chaplin. Momento tras el cual repasaban el pasado de la mano de las celebradas ‘Souvlaki Space Station’, ‘When the Sun Hits’ y ‘Alison’, en la que sus pasajes más ambientales nos empapaban de nostalgia de la buena para dejarnos indefensos ante esa maravilla titulada ‘Sugar for the Pill’, en la que nuevamente volvían a convivir graves y agudos en perfecta simbiosis sonora. Se despedían momentáneamente a los camerinos convirtiendo la irreconocible ‘Golden Hair’ de Syd Barret en un muro de sonido y distorsión ante el que lo único que se podía hacer era permanecer boquiabierto.
Ya de vuelta del bis, y tras la coloreada ‘Don’t Know Why’, experimentaban con la sobriedad acústica en ‘Dagger’ para despedirse finalmente con la melancólica ’40 Days’, tras la que despertábamos de ese trance atemporal en el que nos habríamos quedado toda la vida. En definitiva un concierto guiado por lo sensitivo y en el que resultó contagiosa la ilusión palpable en cada una de las miradas cómplices que se profesan los miembros de Slowdive sobre el escenario. Todo está en paz. Todo vuelve a funcionar, tal vez como nunca antes.
Fotografías: Sergio Albert
Muy buena reseña. No estuve allí (una pena) pero siento, por tus palabras, que el concierto debió ser así. Slowdive tiene algo muy especial que te engancha. Saludos desde Caracas.
Gracias por tu comentario José Alberto. Un abrazo grande para allá!