Festival Tomavistas 2017 @ Parque Enrique Tierno Galván (Madrid)


Releyendo la crónica que publicamos el año pasado de la primera edición del Tomavistas (en este recinto y con este formato) retomo las buenas sensaciones que nos dejó un festival que es ya una realidad consolidada. El mismo domingo, poco después de acabar el concierto de L.A. que marcaba el punto y final al evento se ponían a la venta los primeros abonos para la edición de 2018. No es de extrañar viendo la respuesta de un público que ha acudido en mayor número esta vez, depositando la confianza en un festival que parece marcar el comienzo del verano en la capital aún estando sumidos en la primavera. El truco, diría yo, reside en un cartel que se aleja de lo obvio pero sin dejar de lado ese necesario punto de acercamiento a las masas, tal vez reflejado este año en nombres como los de Lori Meyers, gran reclamo de la jornada del viernes, o un C. Tangana que parecía no encajar demasiado a priori y que acabó reuniendo a una gran cantidad de fieles en el escenario Wegow. Nada que reprochar cuando por otro lado estás apostando por bandas como Schwarz, Mourn, Atención Tsunami o Kokoshca y acercándote además a propuestas internacionales como las de Temples, Suuns o Aquaserge. Una huida hacia delante absoluta que acaba despertando el interés tanto del que se toma estos eventos como una manera de disfrutar del fin de semana al aire libre como de aquellos que van de uno a otro de sus dos escenarios sin descanso para intentar no perderse nada de lo acontecido.
Cuando ves a Enric Montefusco presentar “Meridiana” en un festival (su primero con este nuevo proyecto, como recalcó el propio artista desde el escenario) un domingo y a las seis de la tarde y te encuentras con un público que atiende embelesado a lo que éste transmite desde arriba, la sensación es que las cosas pueden funcionar. Tan comunicador como cuando lo vimos en el Teatro Lara, Montefusco, respaldado por sus tres nuevos escuderos, adalides del multiinstrumentismo absoluto, hizo un rápido repaso a las canciones de su primer disco en solitario integrando sus habituales guiños a la etapa junto a Standstill. ‘¿Por qué me llamas a estas horas?’, reconstruida y más desenfadada pero nunca intrascendente, volvió a erizarnos la piel entre temas como ‘Flauta Man’, el emotivo tribalismo de ‘Adiós’, la escalofriante ‘Uno de Nosotros’ o ‘Todo para Todos’, cantada entre el público, desenchufados y haciéndonos tan partícipes de la actuación como partícipes nos sentimos cada uno a nuestra manera de esta obra que es “Meridiana” y que cada día adquiere más y más sentido.
“Estáis esperando a los guiris eh”. Decía un día antes sobre ese mismo escenario en un tono medio irónico Abraham Boba de León Benavente. Desde luego no era esa la sensación viendo la cantidad de gente aglomerada que disfrutaba de su actuación desde el primer momento. Querían que ‘Tipo D’ fuera un hit e indudablemente se ha convertido en ello. Con el que fue primer adelanto de su segundo disco arrancaron una actuación a la que han incorporado todos los dejes del rock de estadio (¿qué fue de aquella formación que tocaba en semicírculo y con un Boba anclado a sus teclados?) sin dejar de sonar como lo que son: una banda compacta y contundente. Animales de escenario que no dejan títere con cabeza y que se despidieron recurriendo a la imparable ‘Soy Brigada’, en cuya explosión final saltaron (casi literalmente) al escenario las cuatro componentes de Las Odio.
El grupo madrileño había pasado antes por el escenario Wegow para presentar “Futuras Esposas”, un debut que lleva implícita la ambigüedad desde su título y que está poniéndolas, poco a poco, en el ojo del huracan. Garaje, punk, energía, los ochenta y mucha actitud tienen la culpa. Una actuación de lo más disfrutable al cobijo de la arboleda que da sombra al más pequeño de los dos escenarios que conforman el festival. En él disfrutamos de algunas de las propuestas más interesantes del fin de semana, como la que nos ofrecieron el viernes Schwarz. La banda murciana implosionó hace unos años pero ha vuelto recientemente a la vida, con Fran del Valle de Perro sustituyendo a la batería a César Verdú, ahora en León Benavente, y un nuevo discazo bajo el brazo. A base de kraut y psicodelia nos pusieron en órbita, con constantes bucles de sonido, loops, algunos riffs casi stoner, un rickenbacker machacón y unas dobles percusiones que sentimos en el pecho. Trance absoluto y sensación de que el tiempo había pasado demasiado rápido, como un agujero de gusano sonoro que nos dejó desubicados pero satisfechos.
También por el Wegow pasaron dos de esos grupos por lo que sentimos auténtica predilección. Los primeros son Cala Vento, que a pesar de actuar a la temprana hora de las cuatro de la tarde consiguieron que bastante gente se acercara a su concierto. No es de extrañar viendo como se las gastan Joan y Aleix. Su constante vivir en los escenarios y unas canciones que están hechas para ello han conseguido que su nivel de compenetración parezca mental. En esta ocasión nos despidieron además con un acelerón instrumental que parecía poner de manifiesto que no solo tienen singles tan claros como ‘Isla Desierta’ o ‘Isabella Cantó’ sino que también disfrutan luciendo una pegada que tal vez descolocó a algunos. Algo parecido podemos decir de Mourn. La banda crece concierto a concierto y a pesar de que en esta ocasión se las pudo ver en algún momento algo incómodas sobre el escenario la sensación fuera de él no fue precisamente esa. Con Antonio marcando el ritmo desde la batería nos hicieron un repaso a los 90 a pesar de que fue a finales de esa década precisamente en la que nacieron casi todos sus miembros. Una oscuridad nada carente de melodía en sus guitarras y las voces de Jazz y Carla nos traen a la mente desde los Pixies más ruidosos hasta los Sonic Youth más accesibles. Dos bandas imparables que representan la buena salud de una nueva generación de músicos.
De una anterior proceden The New Raemon y McEnroe. Ramón Rodríguez y Ricardo Lezón cruzaron sus caminos el año pasado en un disco bautizado como “Lluvia y Truenos” y solo podemos dar las gracias por ello. Para presentarlo en directo cuentan con la banda habitual de Ramón, esa en la que militan sospechosos habituales como Marc Prats a los teclados, el brillante guitarrista Pablo Garrido o ese pequeño genio que merece ya un club de fans y que se llama Marc Clos. Una vez más puso la puntilla a todas las canciones con sus percusiones, marimbas, xilófonos y demás artilugios que enriquecen unos temas que sonaron grandes, por no decir inmensos, en directo. Si en el disco la sensación es de un protagonismo alterno, en directo Ricardo y Ramón unen sus voces y se dan la réplica (uno en clave más grave, otro subiendo en algunos momentos un tono) entre miradas cómplices, las de dos músicos que están disfrutando este affair que en algún momento terminará y que no se sabe si volverá, como aquellos amores de verano. Sonaron ‘Lluvia y Truenos’, ‘La Carta’ y su escalofriante final que proclama que “no puedes romper lo que ya está roto”, ‘Gracia’ o una ‘Cuadratura del Círculo’ que tanto me trae a la mente a mis queridos Afghan Whigs, con esa negroide línea de bajo. Despidieron el disco con la preciosista ‘Por Fin los Ciervos’, deliciosa en sus partes más delicada y con un final que ganó en contundencia. Tras ella, recuerdo a la trayectoria de McEnroe con ‘Caballos y Palmeras’ en voz de Ramón y a Viento Smith, otro de los proyectos musicales de Ricardo y de quien adaptaron una ‘Campos Magnéticos’ en la que insertaron algunas frases de ‘El Saben Aquel Que Diu’, del primer disco de The New Raemon.
Y pasando a aquellos “guiris” de los que hablaba Boba, seguramente fueron Goldfrapp los grandes triunfadores. Venían con “Silver Age” recién publicado y con un sonido perfecto lo pusieron de largo con elegancia, teatralidad y un juego de luces a la altura de las grandes citas. Apostaron por él desde el principio, con hitazos como ‘Anymore’ y ‘Systemagic’ en clave más orgánica y mostrando también su cara más electrónica en canciones añejas como ‘Ride a White Horse’ o ‘Number 1’. Festivos y melódicos, rompieron una noche que más tarde cerrarían a lo grande los igualmente bailables Hercules & Love Affair. También digna de mención es la particular propuesta de Aquaserge, que ataviados con arabescos ropajes pusieron en trance el escenario Wegow con vientos desenfrenados, sintetizadores, guitarras cortantes y juegos vocales, y de unas The Big Moon divertidas y desenfadadas en clave lo-fi bajo el sol.
Texto: Iván Díaz
Fotografías: Luis Arteaga