Luna @ Sala Joy Eslava (Madrid) 09-10-2017


Llegué a la órbita de Luna de manera tardía, años después de su eclipse total de 2005, descubriendo así toda su discografía convertida ya en el relicario de uno de esos grupos de culto que como tantos otros esquivaron el éxito comercial durante décadas hasta desvanecerse en la incomprensible y basta galaxia musical. Nada de eso impidió que me enamorase perdidamente de su magnetismo hasta el punto de compartir ensoñaciones con todos esos niños (y no tan niños) que crecieron con la ilusión de ser astronautas algún día. Todo por pisar de nuevo ese satélite que lleva maravillando al ser humano desde los tiempos de las cavernas y que en lo musical hace lo propio desde 1992. Un anhelo con tintes de misión imposible que se hacía realidad hace tan solo dos años cuando Dean Wareham, Sean Eden, Lee Wall y Britta Phillips se aproximaban de nuevo al planeta Tierra con una extensa gira por España que acercaba la magia del cosmos al más terrenal de los habitantes de la metrópolis. Aquella noche quedaría grabada en mi memoria para siempre, así como en la de mis amigos, algunos de los cuales tuvieron la fortuna de disfrutar en los 90′ de primera mano la belleza de Luna en fase creciente, pasando por la inmensidad de «Penthouse» para contemplar embelesados su posterior periodo menguante. En cualquier caso, fuésemos veteranos o cosmonautas noveles, la sensación de nostalgia se apoderó de todos nosotros al pensar que esa sería la última (y para algunos la única) vez que les veríamos en directo.
Pero, a veces también por ventura, el destino del universo es indescifrable y en este caso quiso que tuviésemos una nueva oportunidad de vislumbrar el embrujo de Luna en concierto. Justo ahí, delante de nosotros en la majestuosa sala Joy Eslava de Madrid volvían a subirse a las tablas esos héroes del rock que jamás fueron considerados como tales por la industria pero que con tanta devoción fueron reconocidos y abrazados por el público en su mundanal humanidad, fraguada como la del resto de mortales: a base de miles de colisiones de meteoritos que fueron haciendo mella en cualquier intento fugaz de divismo ególatra.
Con la incertidumbre que tiene siempre intrínseco lo inesperado, comenzaban su recital frente al clamor popular con una ‘Fuzzy Wuzzy’ que dejaba patente que estos marcianos del rock habían venido con toda la densidad necesaria para secuestrarnos una vez más el alma. Tocasen lo que tocasen. Sonaron fuertes, nítidos y arrolladores desde el primer compás, pese a algunos ajustes sobre la marcha del propio Dean. Pero los magos son así. Hacen el truco y para cuando quieres darte cuenta el conejo ya ha desaparecido y solo queda emoción.
Primeras palabras de Dean Wareham a su parroquia en Madrid y a no mucho tardar empezaban a sonar los acordes de la deliciosa ‘Chinatown’, una de las pocas concesiones que harían en todo el repertorio a lo más parecido a un single que puede existir en la mochila discográfica de Luna. Creo que no me equivoco al afirmar que se trata de una banda que no tiene grandes himnos que sobresalgan del resto, o tal vez sí, pero en tal caso tiene al menos 20 o 25 de primera fila. Eso además de otro buen puñado de joyas tan ocultas y sobrias como ‘Hey Sister’, que rescataron de su primigenio «Lunapark» para nosotros. Como un viaje espacial a través del tiempo, de su nuevo y fascinante nuevo álbum de versiones: «A Sentimental Education» tocaron ‘Let Me Dream If I Want To’ o la seminal ‘Fire in Cairo’ de The Cure, que sonó como es habitual en las adaptaciones de Luna más propia de ellos que del propio Robert Smith.
Llegando casi al ecuador de esta experiencia sensorial nos lanzaban ‘Black Postcards’, canción que da título a la imprescindible biografía de Dean Wareham y que contiene, además de una melodía sideral que no es de este planeta, un desarrollo instrumental que en directo alcanzó la excelencia una vez más. No faltaron tampoco los momentos de Sean Eden tomando el protagonismo en su intimista ‘Broken Chair’ o Britta Phillips interpretando ‘One Fine Summer Morning’, tema de su disco en solitario que resultó algo confuso en comparación con el encanto místico de las canciones de la banda.
Poco antes había tenido lugar el mejor tramo del concierto que se iniciaba con la melancólica ‘Most of the Time’. Sin lugar a dudas uno de los momentos más brillantes de su último álbum, en el que versionando a Dylan, Dean se disfraza de Lou Reed al amparo de la guitarra de Sean, encargada de irradiar las notas más hipnóticas. Tras ella la lírica melódica de ‘Anesthesia’, una de las composiciones que mejor define el estilo único e irrepetible de Luna: ese rock lo suficientemente suave para mecerte sin dormirte y hacerte soñar despierto. Magistrales guitarras que demuestran que igual que sucediese con otras duplas míticas como las de Lou Reed – Sterling Morrison o Keith Richards – Ronnie Wood, la combinación Wareham – Eden a las seis cuerdas lleva el sonido del grupo a otra dimensión. Un entendimiento y una sensibilidad que, como sucediese con las leyendas citadas anteriormente, va mucho más allá del virtuosismo musical para ahondar en algo más transversal y universal: la emotividad. Y precisamente reivindicando esto mismo sonaba como punto álgido de la noche ‘Malibu Love Nest’, pieza de esas que tal vez no se considerarían clásicos del grupo en primera instancia pero que dan testimonio del infinito firmamento de canciones que guarda Luna en su cara oculta. En ella un gran Lee Wall llevaba el ritmo sobre el que flotaban, cada una a lo suyo, las guitarras de Dean y Sean, encontrándose en mundos tan recónditos como acertados. Sencillamente maravilloso. Recital que apuntalaría la incontestable ‘Friendly Advice’ antes de los bises.
En la despedida nos dejaban con ‘Car Wash Hair’ y una ’23 Minutes in Brussel’ en la que Britta nos hechizó de nuevo con unas líneas de bajo que bien valen la conquista del espacio y que convierten este corte en uno de los más reconocibles de la formación. Podríamos decir que el setlist no se ajustó a lo más habitual o esperado, que se dejó en el tintero canciones irrepetibles que a un fanático de la banda (como lo somos todos los que disfrutamos de Luna) le duelen en su ausencia incluso al nombrarlas, pero no es menos verdad que cada uno tiene sus favoritas y que para saciar toda nuestra ansia de magia harían falta lo menos tres o cuatros conciertos más. Excusa que trasladamos directamente a los miembros de Luna para que una vez más, por favor, vuelvan pronto a visitarnos.