Entrevista con Alberto Montero: “He creado una imagen de músico folk y supongo que mi vertiente más rock ha cogido a algunos por sorpresa”


«Necesitaba reencontrarme en un espacio donde los conciertos fueran más divertidos, más lúdicos. Poder sacar la tensión, el tremendo peso estético y la carga emocional de los conciertos con piano y cuarteto de cuerdas de “La Catedral Sumergida”, mi anterior disco» (Alberto Montero)
Autor de uno de nuestros discos favoritos del año pasado, Alberto Montero mostraba en «El Desencanto» su lado más directo y rockero, demostrando lo equivocados que estaban quienes le encasillaban en la típica figura del cantautor folk. Arropado a la perfección por su banda nos brindó unas canciones repletas de belleza instrumental, además de unas letras más explícitas que nunca con la que acercarnos a su mundo más personal. Sobre todo ello hemos estado hablando con él y aquí os dejamos el resultado.
Estoy siguiendo el podcast semanal que estás dedicando a cada una de las canciones de “El Desencanto” y prácticamente estás contestando en él a casi cada pregunta que se me ocurre así que voy a intentar ponerme en el lugar de alguien que no lo haya escuchado para poder desarrollar esta entrevista.
En dicho podcast te estás abriendo en canal, tanto musicalmente como también, irremediablemente, en lo personal, al hablar de las letras. A pesar de que creo que posiblemente este sea tu disco más explícito, en el programa hablas abiertamente de tu vida y concretas muchas cosas. Creo que es algo a lo que no estamos muy acostumbrados y que, en general, los artistas prefieren dejar su obra más abierta a la interpretación de cada uno. ¿Cómo te animaste a hacer esto?
Buena pregunta. A veces dudo, y no sé si me estoy pasando de la raya y estoy exponiendo demasiado mi vida privada o mis opiniones personales. Supongo que el hecho de que no lo esté escuchando mucha gente me tranquiliza en ese sentido, pero nunca se sabe el alcance que pueda tener en un futuro.
Yo había hecho mis pinitos con los podcasts haciendo unos especiales de Spinetta y de Vainica Doble para la radio que se montaron la gente del Centro Excursionista (pequeña sala de conciertos de València). Pensando en formas de promocionar el disco, se me ocurrió que podría ser bastante innovador hacer un podcast donde poder ir repasando cada canción, señalar los momentos que a mí más me flipan de cada una, contar anécdotas o explicar las letras. Y hacerlo colaborativo y que cualquiera pudiera hacerme preguntas que yo pudiera responder en el programa. La verdad es que me lo estoy pasando pipa haciéndolos y me gusta la idea de dejar esos documentos en la red como una base de datos donde, el que tenga mucho interés por el disco, pueda consultar lo que le interese. Me parece alucinante que haya gente que escuche los programas semanalmente, cada miércoles, que es cuando los emito. No son muchos, pero son fieles.
Tú, como oyente o fan de un grupo, ¿también sientes la necesidad de saberlo todo sobre un disco?
En general, cuando un artista me gusta mucho sí que me gusta conocerlo mejor o saber en qué contexto se han escrito esas canciones. He leído muchas biografías de artistas. Encuentras una cercanía y un entendimiento que antes no tenías, y, en cierta manera, aprecias más esas canciones.
Cuando hablas del proceso de composición de las canciones nos encontramos con que todas parten de ideas de hace años, varias de ellas anteriores a la publicación de “La Catedral Sumergida”, tu anterior disco. ¿Cómo las retomas? ¿Estas canciones siempre se mantienen dando vueltas en tu cabeza o hay un momento en el que te sientas a reescuchar viejas ideas y vas retomando o descartando según ese momento?
Ambas cosas. Hay veces que intento desarrollar una idea y no paso de un estribillo o una estrofa y no sé cómo seguir. Y se queda grabado en el móvil para cuando venga la inspiración otra vez. Hay canciones que lo tenía casi todo hecho, como ‘Mañana’, pero no había manera de cerrarla, de que encajara todo el puzzle. Hay otras que el desarrollo de la música es en el mismo día y lo que me cuesta un poco más es la letra. Llega un momento en que tengo unas cuantas canciones escritas y me siento a ver de dónde puedo sacar unas cuantas más e ir cerrando una lista suficiente para completar un álbum. Ahí es cuando vuelvo a reescuchar viejas ideas y a intentar acabarlas. En el caso de “El Desencanto” hay más o menos diferenciados (por lo que me he ido dando cuenta haciendo el podcast) tres momentos de composición: las canciones de antes de «La Catedral Sumergida» (‘Contigo’, ‘No Sé’, ‘Canción para Ariadna’ y ‘El Desencanto’), las canciones que acabé en uno de esos momentos de recopilación de ideas que fue julio del 2018 (‘Mira’, ‘Buscando un Lugar Donde Vivir’, ‘Le Soleil’ y ‘Lluvia’) y las que acabé poco antes de grabar el disco, durante la segunda mitad del 2019 (‘El Monstruo’, ‘Cuando Todo Caiga’, ‘Mañana’, ‘Todo es Cíclico’, ‘Mientras Cae la Oscuridad’ y ‘Mandamientos’).
Tengo la sensación de que esta es tu manera habitual de trabajar los discos pero que en “La Catedral Sumergida” sí que partiste de un concepto surgido a partir del tema ‘Poseidón’ para darle a todo el disco ese aura más conceptual. Si es así, ¿de qué manera te sientes más cómodo trabajando?
“La Catedral Sumergida” es el primer proyecto completamente conceptual que he hecho, es verdad. Lo normal es que mis discos sean una colección de canciones que he recopilado para hacer un disco completo. Por una parte, me resulta más cómodo ir haciendo canción a canción y después juntarlas, sin un concepto que la englobe (quizás en «El Desencanto» el concepto de unidad lo dan las letras). Pero, por otra parte, el proceso creativo de “La Catedral Sumergida” me pareció muy estimulante y, el hecho de que el concepto estuviera claro facilitó mucho la tarea de hacer letras. Supongo que volveré en algún momento a explorar esta forma de componer, aunque, para ser sincero, estoy un poco cansado de tener que estar justificando conceptualmente las canciones que hago.
En relación con esto, ¿hasta qué punto dirías que “El Desencanto” es una respuesta a “La Catedral Sumergida”? En el podcast cuentas que recibiste algunas malas críticas y que te costó entenderlas. ¿Qué balance haces a día de hoy de aquel disco?
En parte es simplemente un disco ya programado de antemano, ese disco pop que dejé aparcado por ‘Poseidón’. Pero sí que hay cierta reacción hacia “La Catedral Sumergida”. En ‘Mira’ hablo un poco de esa frustración ante la incomprensión de algunas personas hacia ese disco. Y también necesitaba reencontrarme en un espacio donde los conciertos fueran más divertidos, más lúdicos y poder sacar la tensión, el tremendo peso estético y la carga emocional de los conciertos con piano y cuarteto de cuerdas de “La Catedral Sumergida”. Tenía ganas de volver a tocar en una banda de rock.
¿Crees que realmente era una obra tan inaccesible?
Para mí “La Catedral Sumergida” es mi mejor disco, lo máximo que puedo llegar a ofrecer. Todavía lo escucho y me parece alucinante. No me parece tan inaccesible, pero supongo que depende de la familiaridad que tenga cada persona con ese tipo de música. No es un disco muy común, eso está claro, pero para mí esa es su mejor virtud.
Volviendo a la creación de las canciones, en el podcast nos muestras maquetas de ellas y vemos como siempre nacen a partir de una melodía, casi siempre vocal. ¿En qué momento escribes la letra?
La letra la escribo cuando ya tengo la música estructurada y acabada, a falta de los arreglos que luego vamos añadiendo en la grabación. Es la parte que me suele costar más, casi nunca tengo una idea clara sobre lo que voy a escribir. Intento que respete la melodía al máximo, a veces sacrificando la correcta acentuación de las palabras. Y muchas veces trato de que coincida en sonoridad con el tarareo que hago cuando la toco sin letra. Es curioso, pero inconscientemente suelo hacer ciertas inflexiones y vocales que me encajan mejor con esa melodía determinada que otras.
¿El tema está siempre marcado de antemano por lo que te inspire la música?
Supongo que de alguna manera sí que influye lo que me inspira la música, aunque no de una manera consciente. Escribo lo que se me va ocurriendo y si observo algún significado del que pueda tirar voy desarrollando el tema a partir de ahí.
Creo que no es casualidad que este sea tu disco más directo en lo musical y a la vez el más explícito, e incluso político, en las letras. ¿Tú también ves esa relación? ¿Crees que es más fácil liberar frustraciones con un sonido más “agresivo” o no es necesario que sea así?
Supongo que sí, que la música influye en los temas que trato, pero no siempre existe esa correlación. Si te fijas, los temas más rockeros no son los más políticos: ‘Lluvia’,’ El Monstruo’ o ‘Todo es Cíclico’. Los dos primeros son muy introspectivos, y el ultimo quizás tenga algo de político pero desde un punto de vista muy positivo y esperanzador. Sin embargo sí lo son ‘Cuando Todo Caiga’ o ‘El Desencanto’, que son canciones muy poperas.
El hecho de que sea un disco más directo lo relaciona irremediablemente con Shake, tu anterior banda. Aparte de vuestro perfil en Bandcamp no encuentro demasiada información sobre el grupo y creo que teníais un sonido bastante personal y original, que podría funcionar perfectamente a día de hoy, con la cantidad de bandas que hay haciendo un revival del rock más psicodélico. ¿Qué nos puedes contar de aquellos años?
Shake es una banda que empecé con dos amigos de mi pueblo en el año 2000. Empezamos como tres amigos que flipaban con el brit-pop, algo difícil de encontrar en un pueblo en el que la mitad eran heavys y la otra mitad bakalas. Al final fuimos cambiando de formación, y los que permanecíamos desde el principio éramos Víctor Hernández, bajista, y yo. En 2003, con Juan Cano a la guitarra solista y Kike Rondán a la batería, dimos un concierto en el casino de la Gerencia del Puerto de Sagunto y nos vio Juan Pedro Parras. Un hombre que tenía una tienda de vinilos en Valencia y que tenía un pequeño sello, Greyhead Records, donde sacaba a gente que le gustaba y a la que nadie prestaba atención. Le gustaba descubrir talentos ocultos y pulirlos. Nos ofreció grabar un disco y nos fue ampliando nuestra educación musical pasándonos muchos discos. En aquella época yo ya estaba virando de estilo, del brit-pop a un rock psicodélico más costa oeste a lo Love y Byrds. Con Greyhead sacamos en 2005 “Let Me Wear The Morning Sun”, disco grabado en Alhama de Murcia, en Estudios Míchel. Ese fue mi debut discográfico, con 24 años. Yo hacía la mayor parte de las canciones, era el compositor, cantante y guitarrista rítmico de la banda. Vamos, lo mismo que hago ahora. A finales de 2005 se rompió esta formación. Poco después me fui a grabar mi primer disco en solitario con Greyhead para sacar las canciones más acústicas que no tenían salida con la banda (“Alberto Montero”, publicado en 2008, pero grabado en 2006). Víctor y yo seguimos juntos después de la ruptura y nos juntamos con otro batería, Jorge Castillo. Decidimos seguir con el nombre de Shake y grabamos un segundo disco con Greyhead, “Twilight Sleep”, grabado en Music Rooms Studios de Xirivella. El disco salió en mayo del 2009, cuando yo ya vivía en Barcelona. Cuando me mudé a esta ciudad unos meses antes, les dije a Víctor y Jorge que lo mejor era dejarlo. Estuve un par de años un poco perdido, sin saber cómo continuar en una ciudad donde no conocía a nadie. Pero claro, Barcelona no es el Puerto de Sagunto. Allí conocí a Román Gil y a Juan Pablo Olavarrieta, que me animaron a sacar nuevas canciones, y junto a Marcos Junquera, que ya había tocado conmigo en el primero, hicimos “Claroscuro”, que fue el último disco con Greyhead, en 2011. A partir de ahí ya vino «Puerto Príncipe», BCore y la historia que conocéis todos.
Nunca tuvimos mucha repercusión, ya que apenas conseguíamos conciertos. Casi todos los conseguía Víctor, era el booker del grupo por así decirlo. El que hacía de relaciones públicas y conocía a más gente en Myspace. Nunca llegamos a tocar fuera de la Comunidad Valenciana. Creo que el lugar más lejano en el que tocamos fue en Pedreguer (Alicante), teloneando a Maika Makovski, que todavía no era tan conocida como ahora. Por otra parte, tampoco Juan Pedro era muy bueno con la promo, pero nos hizo conocidillos en cierto ámbito coleccionista y de amantes del folk-rock psicodelia de toda España. Iván Gómez, el diseñador responsable de todas las portadas de mis discos desde «Puerto Príncipe», es un chico de Cantabria que me conoció en esa época gracias a esos foros.
¿Dirías que es este tu disco más cercano a Shake?
Sí, totalmente. Es un disco muy Shake, sobre todo en la parte final del disco, con canciones como ‘Todo es Cíclico’, ‘Lluvia’ o ‘El Monstruo’.
En esta línea, lanzaste como primer adelanto ‘Mira’, un tema de dos minutos, contundente y con unas guitarras cortantes. A mí me descolocó bastante a la vez que me dejó muy flipado y con muchas ganas de escuchar el disco. ¿Qué reacciones te llegaron a ti con el tema?
Por lo general creo que fueron muy buenas, pero sé también que hay gente que debe de haberse quedado bastante descolocada, como tú dices. En todos los años de mis discos en solitario he ido creando una imagen de músico folk, que hace canciones tranquilas y melancólicas y supongo que mi vertiente más rock ha cogido a algunas personas por sorpresa. Incluso les debe de haber desagradado a varias. Pero eso siempre formó parte de mí, mis discos de Shake eran muy así, como hemos comentado antes, y hacía mucho tiempo que no desarrollaba ese lado más eléctrico.
Otra cosa que me ha fascinado de “El Desencanto” son los coros. Es una parte de tu música que siempre has trabajado mucho pero en este disco me parece que están un pasito más allá en temas como ‘Buscando un Lugar Donde Vivir’ o, sobre todo, ‘Contigo’. ¿Cómo vas dando forma a estas segundas voces? ¿Las llevas ya muy cerradas al local o surgen con el resto de la banda?
Las suelo llevar ya cerradas desde que grabo la maqueta, prácticamente. Otras se me ocurren en el proceso de búsqueda de arreglos para grabar el disco, pero la mayoría de voces las suelo tener claras en la cabeza cuando hago la canción. Xavi Muñoz, bajista y responsable de la grabación y mezcla del disco, sí que hizo un poco de productor con ‘Buscando un Lugar Donde Vivir’ y me propuso cambiar los coros que responden en las estrofas. Pero sí, el resto son mías. Es algo que me encanta y que disfruto mucho, embellecer las canciones con coros. Y en directo tengo la suerte de contar con Xavi y Román, y ahora también con Gilberto Aubán, que cantan muy bien y hacen posible reproducir eso en los conciertos, lo cual creo que es muy impactante para el espectador.
En relación a esto, ¿qué nivel de aportación a las composiciones y arreglos de las canciones tiene el resto de la banda?
A las composiciones no mucho, suelo llevar las canciones muy cerradas. En este disco la excepción a esto también es ‘Buscando un Lugar Donde Vivir’, donde Xavi me señaló la necesidad de variar algunos acordes en uno de los interludios para que no fuera tan monótono. En el podcast lo cuento con detalle. En cambio, en los arreglos, el resto de la banda tiene una participación decisiva. Lo que toca cada uno es creación totalmente suya. Yo les suelo decir la idea que llevo, pero pocas veces les digo cuál es el arreglo concreto que quiero. Y luego, Xavi y Román, aparte de su aporte con el bajo y la guitarra respectivamente, también han hecho arreglos con teclados y percusiones.
En el disco cuentas con la colaboración en ‘Le Soleil’ de Laetitia Sadier, cantante de Stereolab. Ya has contado que llegaste a ella a través de Xavi Muñoz, músico de su banda y de la tuya, pero ¿cómo fue el proceso de composición y grabación de la canción? ¿la trabajaste con ella en mente?
El estribillo de esta canción lo soñé cantado por una mujer en francés. Por lo que que lo acabara cantando Laetitia es un sueño hecho realidad, metafórica y literalmente hablando. Tenía claro que quería un dueto con una chica que cantara en francés, y cuando grabé la maqueta le pregunté a Xavi si sería posible que Laetitia participara, lo cual me parecía, y me sigue pareciendo, un puntazo. Le mandé la maqueta pero hasta que no grabamos la versión del disco Laetitia no se pudo poner a trabajar en ella. Estuvieron muchos meses de gira con Stereolab. Lamentablemente tuvieron que suspender la gira por culpa del COVID, pero eso le dio tiempo para grabar ‘Le Soleil’. Yo le dejé libertad para escribir la parte de letra en francés y le envié mi letra en castellano y una traducción de Google translator. Ella adaptó un poco esa traducción, et voilà!
También me ha gustado mucho la portada del disco. Estaría bien que en alguno de los podcast contaras algo sobre ella pero mientras tanto te pregunto por aquí. En ella te vemos como si salieras de la oscuridad de la noche y te dirigieras hacia la luz del sol. Creo que está ahí reflejada, y con una sencillez abrumadora, esa dualidad constante de tu sonido.
Quizás debería invitar a Iván Gómez y Laia Delgado, que son los genios que hacen mis portadas desde «Puerto Príncipe». Me encanta su trabajo y siempre quedo muy satisfecho con las portadas de mis discos. Supongo que ellos deberían explicar el significado de las portada, pero estoy de acuerdo con tu interpretación. También veo una dualidad dentro-fuera, aparte de la de luz-oscuridad, ¿no? Hay como una sensación de elementos que están “dentro de casa” y otros “fuera de casa”.
Para terminar, ¿cómo ves la situación en los próximos meses para poder presentar el disco en directo? Si no me equivoco, hasta el momento solo habéis hecho un concierto desde el lanzamiento. Esta semana hemos visto confirmaciones de conciertos en salas para después del verano pero nadie parece tener muy claro si realmente se podrán celebrar.
Pues está dificilísimo. Con los aforos reducidos se hace muy difícil siquiera cubrir gastos tocando en lugares donde haya que hacer noche. Y luego está el tema de que se está reprogramando mucho concierto suspendido de 2020, por lo que el margen de maniobra para encontrar espacios disponibles se reduce mucho. Espero que se vaya aclarando la situación conforme vaya avanzando la vacunación. Tengo muchas ganas de volver a recorrer el país tocando con mis amigos, es una experiencia maravillosa.
Fotografía: Patricia Gázquez.