Alberto Montero – «El Desencanto» (2020)


Entre la decadencia del formato físico y el lanzamiento indiscriminado de singles de consumo rápido (siempre acompañados de su muy vistoso videoclip, no vaya a ser que alguna red de streaming se quede sin sus visitas) encontrar trabajos como el de Alberto Montero es un oasis de paz, una manera de reconectar con el álbum como un todo y de recuperar las ganas de exprimir cada recoveco de cada canción. Dicho de otra manera, Montero es un músico atemporal, pero con los pies en el presente. Su nuevo disco, “El Desencanto”, no se entendería sin esas grandes obras de los 60 de pop orquestal, repletas de instrumentación, arreglos y cuidados coros. Sin los Beach Boys, sin Love y sin artistas más cercanos, como Vainica Doble o la ahora muy reivindicada María del Mar Bonet. Tampoco sin sus discos anteriores, desde el más reciente “La Catedral Sumergida”, tan complejo y barroco como delicado, hasta los más lejanos en el tiempo, como “Claroscuro” o los firmados junto a Shake, su anterior banda. Con algo de todos ellos nos encontramos en “El Desencanto”.
Ya desde su genial portada, el disco ofrece una mirada hacia afuera, hacia la luz de ese sol que ilumina a todos por igual, pero siempre con la oscuridad y la noche en la mente. Aunque más luminoso que en su anterior referencia, Montero no deja de poner voz a las frustraciones personales que nos invaden en el incierto día a día. “Últimamente me aferro a algo que sé que no va a suceder”, recita en ‘No Sé’ antes de que los coros le contradigan con un “algún día sucederá” mientras las guitarras claman desde segunda línea aunando blues y psicodelia. Y es que la vida son contradicciones, es buscar un lugar donde vivir aunque se encuentre lejos de la que creíamos nuestra casa, es formar inevitablemente parte de un rebaño aunque nos neguemos a asumirlo y es también sentir todo el amor del mundo por una persona. Todo ello está en sus canciones, narrado con una belleza que casi se puede palpar y arropado por una instrumentación cuidada y preciosista pero que no se muestra esquiva esta vez ante una guitarra o una línea de bajo primitiva que tome el protagonismo.
Temas como ‘Todo es Cíclico’ o ‘Mira’ ponen sus guitarras más secas y cortantes al frente y otras, como la vibrante ‘Lluvia’ o ‘El Monstruo’, directamente podría haberlas firmado en su etapa con Shake. Por otra parte, el tratamiento de las voces, siempre en primera línea, roza la perfección y los coros nos dan la bienvenida ya en la inicial ‘Buscando un Lugar Donde Vivir’ para alcanzar después su mayor expresión en ‘Contigo’, culmen de la belleza más simple y probablemente la mejor canción con la que acercarse por primera vez al universo de Alberto Montero. También muy presente se encuentra su amor por el sonido sixtie en canciones como ‘Cuando Todo Caiga’ y su rítmico estribillo, o ‘Le Soleil’, en la que nos acerca a la chanson francesa con la colaboración de Laetitia Sadier, vocalista de los imprescindibles Stereolab. Y manejando todos los registros posibles su particular y contenida épica reluce en ‘Mandamientos’, con los arreglos de cuerda sacando lustre, mientras que en el otro extremo tenemos ‘Canción para Ariadna’, en la que alterna voces con su hija en una preciosa tonada de sonido naif y una letra tierna y certera de amor paternal.