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Sonorama Ribera 2023 @ Aranda de Duero
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Sonorama Ribera 2023 @ Aranda de Duero

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Reafirmándose en su apuesta por el producto nacional, el Sonorama Ribera se plantaba este año celebrando su 26 aniversario con todo vendido para las jornadas del viernes y sábado. Un cartel que haría las delicias del público «indie», sea lo que sea eso, y que dejaría algunas joyas escondidas que ampliaban el abanico. No cabe duda de que su popularidad va en aumento, y así lo reflejan unas cifras que reportan 35.ooo asistentes diarios, y que, pese al incremento de aforo del recinto, hizo que por momentos se viviesen masificaciones tanto en los escenarios principales como en los conciertos gratuitos por el pueblo, convertidos ya desde hace años en un auténtico ejercicio de supervivencia.

Viernes, 11 de agosto:

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Tratando de sortear la ola de calor que golpeaba con fuerza, Viva Suecia volvían a uno de esos festivales que les vio nacer como banda y que ha seguido todos sus pasos. Lo hacían esta vez con la condición de cabezas de cartel y así lo consumaban. Frente a ellos, una horda que se extendía a lo largo y ancho de los dos escenarios principales, provocando el primer atasco en el evento burgalés y desatando las pasiones de sus incondicionales. Más interesante nos resultaba la actuación simultánea de Los Enemigos, dónde la vieja guardia del rock estatal se reunía. Josele Santiago y los suyos daban otro recital de clase, repasando himnos hipercoreados como ‘La Cuenta Atrás’ o temazos recientes de la banda, como esa ‘Siete Mil Canciones’, con su melodía power-pop irresistible con la que cerraban por todo lo alto.

Sin salir de los escenarios secundarios, Arco mezclaba el rock con el flamenco en un concierto que iría de menos a más, consiguiendo convencer a propios y extraños. Mucho más fácil lo tendría un Hens que llegaba con el partido ganado de casa. El segoviano se ha convertido en una de esas sensaciones juveniles de los últimos años, con todo lo que ello implica. Fenómeno fan en las primeras filas y unas letras que apelan directamente al universo adolescente y todo lo que viene justo después.

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Momento entonces para volver a bregar en la masa, para ver en directo a uno de los grandes alicientes del festival. Llegaba el turno de Vetusta Morla. Ellos son el grupo al que imitaron todos los demás en la escena indie nacional de finales de los 2000. Siempre personales y un paso más allá, ofrecían una puesta en escena marcadamente teatral, con Pucho como chamán de ceremonias, danzando en éxtasis al compás de una banda sin fisuras y una base rítmica que comenzaba especialmente tropical y bailonga con ‘No Seré Yo’ y ‘La Virgen de la Humanidad’.

A partir de ahí, los más celebrados volvían a ser, cómo no, los clásicos pretéritos de la banda. Ahí están canciones como ‘Rey Sol’, ‘Valiente’ o una ‘Sálvese Quien Pueda’ en la que hacían un guiño antifascista en su tramo final. Llegaba unida sin descanso a ‘Valiente’, tema que siempre se retuerce en directo y que era coreado como el himno que es en la explanada del Sonorama. Personalmente me quedo con dos momentos; la interpretación de mi canción favorita de la banda, esa ‘Copenhague’ que siempre consigue emocionarme, y el homenaje justo posterior que dedicaban al recién fallecido Sixto Rodríguez. Reinterpretaban un fragmento de su ‘Sugar Man’, en un detalle que tal vez pasaría inadvertido para muchos pero que fue una auténtica delicatessen. Un guiño a la muerte que sigue convirtiendo a Rodríguez en inmortal. ¡Gracias por esto!

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Más directos y guitarreros abordaban su concierto unos Sidonie especialmente enérgicos, que encontraban sus mejores vibras en esos cortes de corazón pop y espíritu rockero. No dejaban pasar la ocasión para presentar uno de sus últimos temas, ‘CEDÉ’, que se integraba perfectamente en un setlist sólido que iba directo al hit y que se coronaba con ‘El Incendio’ y un mar de manos al cielo de Aranda.

También alegres, La Pegatina sacaban todo el arsenal al escenario principal, tirando de confeti, visuales y una banda multidisciplinar que ponía a bailar al Sonorama con tonadillas como ‘ Y Volar’, ‘Miranda’, La Voisine’ o ‘Maricarmen’. Pese al colorido y al esfuerzo de producción y banda, musicalmente me terminan por resultar algo pesados, más allá de su incuestionable propuesta festiva.

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Con los pies machacados aún quedaban energías para cerrar con Carolina Durante. Pese a haberles visto en innumerables ocasiones, hacía ya algún tiempo desde la última y siempre es un placer volver a ver en directo a la banda madrileña. En su haber tienen algunas de las canciones que marcarán a toda una generación. Y no, no me refiero a la trilladísima ‘Cayetano’, sino también a balazos como ‘La Noche de los Muertos Vivientes’, ‘Joder No Sé’, ‘Perdona’ o esa versión reciente del clasicazo de Amaral, ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’, que era llevada a Aranda como perfecto aperitivo de lo que llegaría solo un día más tarde. Sonaron increíbles y volvieron a demostrar que, pese a tocar en todas partes y tenerles hasta en la sopa, son una de esas bandas que te levantan cualquier festival. No nos cansamos de ellos.

Sábado, 12 de agosto:

Tras otra jornada de durísimo pueblo, asistiendo desde la distancia al concierto de Anabel Lee en una Plaza del Trigo absolutamente desbordada, vuelta al recinto con el sol aún de cara. En la agenda estaba marcada la actuación de un Alizzz al que se le vio en Aranda mucho más suelto que en anteriores ocasiones. Interactuando más con el público y ganado soltura en las tablas, yendo de arriba abajo y arengando a la gente en temas como ‘Salir’, ‘Que Pasa Nen’ o ‘Antes de Morirme’. Eché en falta más canciones de aquel disco de debut que me conquistó con sus melodías, pero la actualidad más urgente y el recortado setlist que impone todo festival marcaron el rumbo. Gran concierto para abrir boca y ponerse a tono una jornada más.

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Me detengo aquí para hablar con más pausa de Wilco, la banda que justificaba ya por sí sola mi presencia en el festival, y una de los pocas concesiones del cartel a artistas internacionales. Aunque su música no sea seguramente la más inmediata para un escenario principal dentro de una programación en la que eran rareza, su presencia fue un auténtico capricho, un regalo. Les adoro, y cuanto más viejo me vuelvo, más entiendo y aprecio sus canciones. Lo de Jeff Tweedy y los suyos exige una escucha lenta, atendiendo a su prosa magnética y a unos arreglos instrumentales que siempre tienen algo que decir.

Elegantes y con un buen gusto insultante, Wilco repasaban en tiempo récord una discografía que daría para 3 horas de concierto. Sonaban las más recientes ‘I’m Your Mother’ o la no tan lejana ‘Love Is Everywhere’, dónde nos emocionaban con una de esas melodías pluscuamperfectas en la que absolutamente todo sonaba donde tenía que estar. Abrumadora e incontestable en contenido y forma. Qué puedo decir de esa ‘Impossible Germany’, en la que Nels Cline y el tempo cambiante de toda la sección rítmica construían nuevas realidades imposibles, extendiéndose durante más de cinco minutos de delirio instrumental. No me dejaban sin escuchar ‘Jesus, Etc’, que es para mí una de esas canciones capaces de destrozarme por dentro con su melancolía más tierna. El amor de verdad, ese que solo se siente y se entiende con el corazón maduro. Y a mí el mío me lo pusieron en un puño, el mismo con el que canté cada estrofa como si me fuese la vida en ello. Fue precioso sentir ese latido compartido. Como cantaba antes Tweedy; el amor está en todas partes. ¡Gracias por recordármelo, maestro!

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Con el público ya cogiendo sitio privilegiado en torno al escenario principal para lo que estaba por llegar, cogimos rumbo de nuevo a contracorriente para ver qué nos tenía preparado Trueno, sensación del rap argentino y una de las pocas ocasiones que habría este año de verle en directo por aquí. Sin terminar de conectar con lo que cuenta en sus canciones, me quito el sombrero después de verle en directo. Lo suyo es puro flow, lo lleva en la sangre y te pasa por encima sin contemplaciones con una puesta en escena demoledora. Es uno de los pocos raperos actuales que salen a las tablas con banda completa, dándole valor con percusiones y batería escoltando un frontal en el que Trueno y otros dos raperos devoran el escenario. Aquí no hay lugar para las imposturas, todo lo que suena es directo, incluidas las improvisaciones que dedica al festival, al público y a la ciudad. Tremendo lo de este tío.

Mientras suenan las últimas canciones de un Iván Ferreiro visceral y sentido en la interpretación de la mítica ‘Turnedo’ y los tintes épicos de ‘En las Trincheras de la Cultura Pop’, ya toda la turba abarrota el escenario principal para ver al gran reclamo de la jornada. Amaral llegaban a Aranda en una noche que se sentía especial, celebrando su 25 cumpleaños, y convertidos, le pese a quien le pese, en una de las mejores y más influyentes bandas de la historia de nuestra música. Reclamo suficiente para llenarte un festival.

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Diva absoluta, en todas las buenas implicaciones del término, Eva Amaral ha construido en este tiempo un cancionero con el que podría enterrarte en himnos. Emocionada y emocionante, presentaba a la banda como si fuese su primera vez, y comenzaba por el principio de todo, con esa ‘Rosita’ con la que, a finales de los 90 empezaría sin saberlo a definir el género de los 2000s y las décadas venideras hasta la actualidad. No soltaba el pie del acelerador y de primeras clavaban ‘Toda la Noche en la Calle’, para dar el pistoletazo de salida a un karaoke colectivo que se propagaba hasta donde alcanzaba la vista.

De todos sus clásicos, sonaban con la fuerza de una marabunta ‘Moriría por Vos’, ‘Te Necesito’ o ‘Días de Verano’ todas ellas cantadas en directo con un sentimiento sobrecogedor que era amplificado por miles de gargantas para llegar a las últimas filas, en las que faltó potencia durante todo el festival. Especialmente viscerales sonaban ‘Cómo Hablar’ y una ‘Salir Corriendo’ dedicada a todas las víctimas del maltrato.

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Pero, aunque se trató de un concierto sobresaliente a nivel artístico, estos días todos los periódicos y redes sociales centran su discurso en una polémica que debería ser absurda a estas alturas, pero que desgraciadamente no lo es. Eva Amaral, en la cumbre de su carrera musical, sin necesidad de más focos ni de lograr ningún tipo de repercusión, convertida por méritos propios en referente de varias generaciones, desnudaba su pecho en directo en un alegato feminista por la libertad del cuerpo femenino en todas sus formas. Impactante gesto de valentía y de responsabilidad con unos ideales que dejaba atónito a un público que acto seguido celebraba a lo grande su canción ‘Revolución’. Lo que sí son demencialmente absurdas son las voces que tratan de desprestigiar el gesto o incluso su intencionalidad. ¿Acaso alguien se escandaliza cuando el cantante masculino de turno se quita la camiseta en el escenario? Pues eso…

Estrujando ya las últimas energías, aún quedaba tiempo para ver el final del concierto de unos Mi Capitán que sonaban impecables, con toda su formación en escena y un puñado de fieles apoyando en la dura labor de estar programados a la vez que los cabeza de cartel. Maravillosa despedida, con todos los matices instrumentales de la banda en ‘Es Suave la Voz’.

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En el escenario de al lado, mientras tocaban Arde Bogotá frente a decenas de miles de personas, unos pocos feligreses nos reuníamos para ver qué nos tenía preparado el bueno de Luis Brea y su banda. Sus letras siempre tienen algo que decir, con ese toque especial marca de la casa. La poesía de la maldición y el encanto decadente de la gran urbe está plasmada en cada surco, también en los de sus nuevos temas, recogidos en un disco brillante. Las canciones de su último álbum, «Corazón Azul», se integraban a la perfección en un repertorio que repasaba de manera exprés su carrera.

Precisamente a la carrera, y bajo la atenta mirada de un equipo de stage magement en jaque permanente para cumplir con los horarios, Luis Brea desafiaba el reloj, tocando la última canción entre sus adeptos. Descomunal final lleno de épica, con el cantautor desapareciendo entre la gente, disfrutando a lo grande del momento con la frescura de un niño jugando en el parque, mientras cantaba eso de; “porque hay algo dentro de mí, que funciona automáticamente”. Desde luego que sí, Luisito, desde luego que sí. No se me ocurre un cierre mejor.

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