Después de ser parte indisociable del sonido de otros desde las sombras que se ocultan de la primera plana (C. Tangana, Amaia, Cupido y un largo etc), Cristian Quirante, alias Alizzz, da un paso al frente editando uno de los debuts más esperados de la temporada. Demuestra con él ser el genio detrás de la lámpara, con un estilo propio marcado por la melodía y el autotune con buen gusto. Todo ello con una producción sobresaliente y, lo que es más importante, cosas que contar bajo el espíritu decante y pasado de rosca de esa bien entrada treintena, que quiere parecerse a los nuevos 20 pero que realmente no lo es.
Así, de vuelta de todo, abre la lata con una ‘Todo Me Sabe a Poco’ en la que sigue arañando la capacidad de vivir cosas nuevas que den sentido a nuestras ansias existencialistas. Encadena en la misma línea lírica con la tremenda ‘Ya No Siento Nada’, uno de los hits del álbum que continúa perforando en esa sensación melancólica de haber llegado al subsuelo emocional. Siguen la estela ‘Siempre Igual’ y otro de esos temazos que me ha acompañado en bucle durante este año y que debería de estar en todas las listas. Hablo de ‘Salir’, donde el autotune y las capas de guitarras llegan a la excelencia con unas texturas de pop de altos vuelos. La letra, ahondando aún más en esa herida abierta que no termina de cauterizar ni con la edad ni con todas las huidas que buscamos por ahí, con disfraces, trampas y mentiras. Puro nihilismo.
Sabedor de que la fama es una suerte que viene y va, Alizzz vuelve a reunir esa simbiosis artística que tantos favores se deben en ambas direcciones, grabando con C. Tangana ‘Ya No Vales’. También en derrota sentimental acaba la colaboración algo descafeinada con J. de Los Planetas en la definitiva ‘Luces de Emergencia’. Pero no nos adelantemos, antes nos deja cortes como ‘Fatal’ y su imparable groove junto a Little Jesus. Puro funky para romper pistas de baile. Y en líneas más positivas, retrata con honestidad el desfase de la noche y sus fases y la esperanza de una nueva ilusión romántica en ‘Disimulao’ o en la brillante ‘Amanecer’, a dúo con Rigoberta Bandini. Una coraza que se desarma en la suavidad de ‘El Encuentro’, canción que abría este camino por todo lo alto mano a mano con Amaia. Más funk, rollazo en las voces y una letra para derribar cualquier defensa que, de tanto protegernos, nos niega volver a sentir.
En definitiva, un disco nostálgico, fresco y lleno de verdad en esas resacas que plasma con una personalidad que apunta a ser, a no mucho tardar, carne de festivales y salas a reventar. Por aquí ya hay ganas de escucharlo en directo, por ejemplo, en el próximo Tomavistas. O donde se tercie.