Penélope Trip: Belleza en la galaxia de los 90


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«No puedes decir nada nuevo, no puedes descubrir sin repetirte«. Estos decadentes y adelantados versos que aparecen en la canción ‘Cine Experimental’ de El Niño Gusano perteneciente a su primer álbum, «Circo Luso», podrían ser el emblema de una generación, la de principios los 90, que se abría paso a golpe de distorsión noise y letras incompresibles que rompían con el pasado más reciente, el de los resacosos, desgastados y horteras que habían sobrevivido a la movida. Hay dos formas de leer entre líneas en esta frase; una seria la que te da el tiempo y la experiencia y lo que seguramente quería decir el autor, el gran Sergio Algora, es que no se puede innovar sin asumir la propia tradición. Aun así, lo que más se extendió en aquella época fue que la música española desde mediados de los 80 era una puta mierda y una absoluta aberración, algo que es verdad pero también es mentira. Como en la serie The Affair, siempre hay dos puntos de vista totalmente diferentes sobre un mismo suceso vivido por sus protagonistas.
Así, escarbando en la maravillosa historia oral del indie que acaba de realizar Nando Cruz, encontramos dos opiniones, una del vocalista de Penelope Trip (banda que ahora nos ocupa), Tito Pintadola y otra de Jorge Cobo, líder de Doctor Explosion, que situados en el mismo tiempo y el mismo lugar se dirigen comentarios acerca de sus grupos. «Doctor Explosión son paralelos en el tiempo, pero no me interesan. Nunca hubo buen rollo y eran bastante envidiosillos”, dice Tito. «Penelope Trip nos tenían bastante tirria. Había llegado a mis oídos que en uno de nuestros conciertos se habían dedicado a criticarnos. A mí esa escena me la sudaba bastante«, comenta Jorge. Por si alguien no se ha percatado, en ningún momento están hablando de música, aunque se puede intuir que desde luego afortunadamente son dos bandas muy diferentes entre sí. Unos, militantes absolutos de la fe Mod y otros rechazando de antemano todo lo que venga del rollo rock de manual, el de chupa de cuero. Lo curioso es que estas citas han sido recopiladas por Nando Cruz practicamente a día de hoy y tantos años después el debate sigue igual. Sí, la música debería ser música, pero antes que nada debería ser pura y salvaje, por encima de infraestructuras, militancias y estéticas, y desde luego a principios de la década pasada hubo unos cuantos nombres que probablemente por su falta de pretensión y su intención rompedora contra todo consiguieron trasmitir emociones que fueron más allá de las palabras. Así fue el caso de Penelope Trip, que te traspasaban sin necesidad de darte un mensaje claro y que a la vez fueron de los pocos de su generación abiertamente comprometidos, aunque siempre ajenos al panfleto.
Llegaron antes que nadie y se fueron antes incluso de que empezara la fiesta y de haber surgido a día de hoy tampoco creo que su carrera hubiera sido diferente. Al fin y al cabo en lo que hoy se reconoce como música independiente tampoco encajarían más que antes. El mundo ahora más que nunca está totalmente dividido entre la resistencia del pensamiento individual, forjado a base de personalidad y elegir por uno mismo, y el resto.
El caso fue que, en un momento desolador en el que la imaginación brillaba por su ausencia en nuestra escena, surgió una banda irrepetible que tomo su nombre de una canción de Felt, grupo al que rendían una admirada devoción que culminó en una encantadora versión de ‘The Final Resting Of The Ark’ para el álbum tributo que editaría Elefant en 1994. Con mucha voluntad, poco virtuosismo y una gran intuición, Penelope Trip se forma a principios del 90 en la ciudad de Gijón. Precursores del pop experimental, centran su sonido en la transmisión de sensaciones distorsionadas y potencian el ruido y la melodía con absoluta libertad creativa.
Su primera referencia discográfica, «Hammerhead», sería un EP en formato vinilo en el que encontramos cuatro cortes que en su momento sorprendieron por la extrañeza de su sonido y por ser una propuesta poco radiable en el contexto del pop español. Esta edición fue propulsada por el segundo puesto en el concurso de maquetas de la revista RockDelux, que los acercaría a Munster, por aquel entonces el único sello independiente que acogía este tipo de propuestas arriesgadas con los brazos abiertos, los mismos que al parecer luego cerraban con fuerza a la hora de dejarlos marchar o de mostrar claridad en la cuentas con unas bandas que, a menudo, al no existir antecedentes y al no tomarse muy en serio, pecaban de ingenuidad. Este mini álbum se cerraba con una versión de ‘All Tomorrow’s Parties’ de la Velvet Underground en la que ya se apunta a donde dirigían sus miradas.
En 1992 comienza en Gijón a proliferar las bandas locales y se empieza a hablar de una escena que se agruparía bajo la artificial etiqueta de Xixon Sound, creada más por los medios que por los propios músicos ya que en realidad poco o nada tenían que ver estos entre sí. Lo que sí compartían la mayoría de bandas era una forma de hacer las cosas y de moverse de una manera más o menos independiente. Ese mismo año también se exhibe una representación en forma de gira de las nuevas bandas alternativas del país bajo el nombre de «Noise Pop Tour» y donde Penelope Trip llegan a ser el mejor reclamo.
Su debut en formato largo también vería la luz en 1992. «Politomania», editado también por Munster, vino a confirmar lo que ya se intuía en el primer EP, que aquí los pasajes experimentales y la psicodelia se centra en las melodías y en sus geometrías sonoras, que son el eje de su propuesta quedando la voz relegada a un segundo plano en el que los textos palidecen ante la distorsión de las guitarras. Que la banda nunca se preocupó por su lírica es algo que ellos mismos han reconocido sin ningún tipo de complejo. Las melodías son vocalizadas en un idioma a veces inexistente y la voz actúa como un instrumento más, experimentando libre de mensaje. Recala así toda trasmisión únicamente en su sonido global como banda y temas como ‘Tigre Moon’ o ‘Sugar-Colt’ dan buena cuenta de la efervescencia y frescura de un debut que, con ‘Overdriver’ como cierre, les lleva más allá y comienza a hacer reconocible su marciana propuesta.
El año que en que Penelope Trip entrega su segunda obra, «Usted Morirá En Su Nave Espacial», es también el año en el que se confirma y se pone de manifiesto la buena salud que atraviesa la nueva música independiente en nuestro país. Acuñados bajo la etiqueta de noise pop, en 1994 se edita también «Moor Room» de Cancer Moon, otro diamante en bruto de aquella época, y «El Amigo De Las Tormentas» de Surfin Bichos, el que sería su mejor y ya último disco.
Precedido por el fantástico EP «Galaxina», su segundo larga duración es el trabajo de confirmación de la banda en un momento en que sufren cambios de formación y en el que la relación con Munster se va deteriorando cada vez más, hasta el punto de contestar en una entrevista de la época ante la pregunta «¿Qué consejo le daríais a los grupos que empiezan?”, “Que no firmen con Munster”. Por aquel entonces, Covadonga de Silva abandona el grupo para centrarse en Nosoträsh, su principal proyecto, siendo sustituida por César Miguelez a la batería y quedando la formación completada por Tito Pintado a la voz, Pedro Vigil y Juan Carlos Fernández a las guitarras y David Guardado al bajo. Serían estos los que darían rienda suelta a este segundo asalto que les permitiría desarrollar un mejor sonido, ganando en limpieza y dejando de esconderse tras un pedal de distorsión para elaborar arreglos más cristalinos y utilizar el ruido como un arma en vez de como refugio.
Abre el disco ‘Crescendo’ con un alto porcentaje de pop puro, aderezado a base de suaves arreglos de guitarra y con la voz de Tito más dulce y suelta que de costumbre. Los fogonazos de adrenalina en ‘Galaxina’ les devuelve al ruido potenciando este particular hit mediante esos coros redentores. ‘Zoom’, por su parte, con ese bajo demoledor, es esa canción misteriosa que uno no puede dejar de escuchar. Más experimentación ruidista en ‘Gran Guiñol’, que vuelve a acercarles a sus inicios con melodías suaves y arreglos cálidos para aderezar la recta final del álbum hasta llegar a ‘Plasticine’, que cierra bajo murmullo y atmósfera siniestra desembocando en una telaraña de guitarras para el recuerdo.
Hacia finales de año, sus vecinos Australian Blonde dan el primer pelotazo del indie con ‘Chup, Chup’, mientras a ellos la suerte continua esquivándoles. Aun contando con la admiración de la prensa, como demostraría el cuarto puesto en las listas de lo mejor del año para la revista RockDelux, salir del circuito underground se les empezaba a antojar imposible. David Guardado abandona entonces el grupo viéndose este reducido a cuarteto a la vez que finalizan su relación con el sello Munster.
Tras una espectacular actuación en el primer Festival Internacional de Benicassim, la banda se centra en la elaboración de su proyecto más ambicioso, para el cual ficharían por RCA, multinacional que en ese momento apostaba por las bandas emergentes del movimiento alternativo, teniendo en su filial propuestas tan arriesgadas comercialmente como El Niño Gusano o Los Planetas en un intento de mercantilizar el circuito independiente al intuir el filón que se avecinaba. Preocupados por mantener el control absoluto de su libertad creativa, el grupo firmaría un contrato especial con RCA, mediante el cual editarían su siguiente trabajo en Astro, un sello independiente de nueva generación, pero con el respaldo de la multinacional americana.
“¿Quién Puede Matar A Un Niño?”, publicado en 1996, será el tercer y último álbum de Penelope Trip. Inspirado en la película de Chicho Ibañez Serrador del mismo nombre, supondrá la cima por excelencia del pop experimental manufacturado en nuestro país. Un disco imprescindible donde los haya que merece ser redescubierto constantemente. El principal valor añadido con respecto a sus anteriores referencias es que aquí el ruido deja de ser su argumento principal, recurriendo a él solo cuando la situación lo requiere y haciendo convivir la distorsión en perfecta armonía con la melodía. Basta escuchar ese precioso corte inicial titulado ‘Infanticida’ o temas como ‘Cromosoma 3’ y ‘Flame’ para comprobarlo.
Grabado en los prestigiosos estudios Red Led de Madrid con Carlos Martos y el propio grupo a los controles, el sonido resultante es infinitamente superior no solo a sus anteriores trabajos, sino a la mayoría de producciones independientes estatales de esos últimos años. El resultado es una excitante combinación de ritmos imposibles, melodías inspiradas y fogonazos de ruido. Alternan sin problemas canciones pop tan perfectamente simples como el single ‘Picolandia’ con la bossa espacial de ‘Miss Black America’ o ‘5 A.M.’, a la vez que desplegan toda su energía, rabia y ruido en esa joya caóticamente controlada que es ‘Aprendiz De Santa Claus’, donde aumentan el voltaje y lo contrarrestan mediante una melodía cristalina que actúa como bálsamo para el oído. Con ‘Judoka’ y ‘Radio Amistad’ juegan al despiste, como queriendo decir “no os engañéis, somos Penelope Trip y no se nos ha olvidado cuanto poder reside en una distorsión descontrolada”.
Este álbum tan redondo supuso el portazo definitivo a una trayectoria musical que desapareció tal como llego, casi sin hacer ruido. Y así, ante la imposibilidad de poder llegar a vivir de la música, Penelope Trip se separan sin decir adiós. Una buena forma de desaparecer para un grupo que durante su actividad conquistó a una minoría en una escena poco acostumbrada a irrupciones como aquella.
Para acabar me gustaría contradecir un poco el eterno reproche a la música independiente de los 90 acerca de la falta de contenido político en la mayoría de las obras de aquella época. Lo hago basándome en aquello de que «un hecho vale más que mil palabras» y poniendo como ejemplo a Penelope Trip, en cuyos textos no encontrabas ningún eslogan panfletario ni ningún «milikaka» pero sin embargo estuvieron presentes en conciertos benéficos a favor de la insumisión o apoyando la lucha de los astilleros en Gijón.
A pesar de haber conciencia política sí que había rechazo a cierta militancia y los tiempos eran otros. A día de hoy esa generación no se ha aburguesado y ahora toca decirlo alto y claro. Ahí están actualmente Nacho Vegas o J de Los Planetas siendo ampliamente explícitos en su mensaje y totalmente politizados, algo que entonces hubiera sido inimaginable. Pero insisto, eran otros tiempos. Ni mejores ni peores.