Interpol @ La Riviera (Madrid) 21-02-2023


Hace unos días os hablábamos del concierto de Cupido en La Riviera en la que fue su segunda noche con todo vendido en la sala de la capital y hoy toca hacer lo propio con otros que no tienen nada que ver musicalmente, pero que también tuvieron que reservar el recinto para dos veladas. Interpol llegaban a Madrid tras colgar el cartel de sold out para la primera de sus fechas casi sin despeinarse y acercándose al lleno también en la segunda de ellas. Los nuevos sonidos cercanos al trap tienen tirón entre los jóvenes pero quiénes sobrepasamos ya la treintena también parecemos dispuestos a llenar salas para ver el estado de forma del rock de principios de siglo.
Fue en 2002 cuando la banda de New York saltó a escena con «Turn on the Bright Lights», un disco que llevaba al otro lado del charco el rock británico más oscuro y lo hacía con personalidad. A partir de ahí, la banda fue publicando trabajos con marcada periodicidad y dejando por el camino momentos inspirados y también algunos olvidables hasta llegar a este «The Other Side of Make-Believe» que venían a presentar, aunque tampoco demasiado. Si bien es cierto que abrieron con los pianos y la melodía de ‘Toni’ no fueron muchas las canciones de su último disco que sonaron a lo largo de la hora y media larga que estuvieron sobre el escenario. Y a tenor de la respuesta del público tampoco importó mucho. Cierta desidia ante sus nuevas composiciones y la habitual celebración de clásicos dejó claro ya desde que sonó la primera línea de bajo de ‘Evil’ que lo que se demandaba desde abajo era un grandes éxitos.
Así, fueron la dupla ‘C’mere’ – ‘Narc’ (ambas de su segundo disco, «Antics») una ‘Obstacle 1’ rescatada (tal vez con el setlist ya demasiado avanzado) de su debut o ‘Rest My Chemistry’ (impecable esta) algunos de los temas más celebrados y que con mayor intensidad fueron ejecutados por la banda. También una ‘The New’ en la que elevaron un auténtico muro de sonido en sus partes instrumentales o esa ‘Slow Hands’ efectista y efectiva con la que se despedían antes del bis. Todo ello estuvo respaldado por una presencia escénica sobria, con Paul Banks siempre al frente, agradecido y dirigiéndose al público en perfecto castellano en todo momento, y un imponente juego de luces que los mantuvo entre rojas oscuridades y llamarazos blancos reflejados en bolas de discoteca.
Desgraciadamente, también hubo muchos otros en los que la banda pareció funcionar con el piloto automático y algunas de las canciones no calaron como deberían entre un público algo disperso. Más allá de esto, no hay mucho que reprochar al grupo y seguramente los fans más fieles de la formación saldrían encantados de la sala, pero creo que tampoco fuimos pocos los que nos fuimos a casa con esa sensación de frialdad que te dejan algunos conciertos correctos pero poco memorables. O tal vez es que tampoco todo en esta vida tiene que ser así, memorable.