UMAW: “Necesitamos construir un sistema económico en el que los artistas y trabajadores puedan vivir y trabajar de manera sostenible”


Si nos remontamos al 13 de marzo de 2020, un escalofrío recorrería nuestro cuerpo. Aquel día la vida, tal y como la conocíamos, cambiaría completamente. Nuestros conceptos de normalidad, rutina y supervivencia serían puestos a prueba en condiciones sólo imaginables en libros o películas de ciencia ficción.
El País anunciaba el 22 de marzo que el número de fallecidos por Covid-19 superaba los 13.000 y que cerca de 1 billón de personas estaban confinadas en sus casas. Un virus desconocido e invisible había forzado el cierre de fronteras de 35 países y la paralización casi total de la actividad económica a nivel global. Se vivían tiempos inciertos y extraños, que aún no terminan.
Mientras el sector de la salud luchaba con la escasez de recursos y la falta de personal, la salud mental de la población general sufría indiscriminadamente. La repentina falta de libertad incrementó los niveles de ansiedad y depresión, sumado a los despidos en masa y la reducción de jornadas y salarios. Sin embargo, había un sector encargado de hacer de esa cuarentena un lugar menos solitario. Un grupo que ha sufrido los efectos de esta pandemia de forma aplastante y que siempre ha sido considerado prescindible por el sistema capitalista: La cultura.
El sector cultural emplea a cerca de 9 millones de personas sólo en Europa, siendo autónomos, pequeños y medianos negocios los que abarcan el 95% de la fuerza laboral. En España, entre marzo y mayo de 2020, se perdieron más de 130 millones de euros y se cancelaron más de 30.000 espectáculos. En el Reino Unido se habla de una “catástrofe cultural” con la desaparición de más de 400.000 trabajos creativos y cerca de 2 billones de libras en pérdidas.
Mientras tanto, en Estados Unidos se estiman “pérdidas de más de 2.3 millones de puestos de trabajo y $74 mil millones en ingresos mensuales promedio para las ocupaciones creativas. Estas pérdidas representan el 30% de todas las ocupaciones y el 15% del salario mensual promedio”, según proyecciones del Instituto Brookings.
En abril 2020, los sindicatos advertían que la intermitencia de los empleos culturales impediría que los trabajadores del sector pudieran acceder a subsidios. Desde entonces, un fantasma recorre Europa (y el mundo). La reacción tardía de las administraciones públicas, la precariedad laboral y la falta de ayudas gubernamentales ha despertado la organización comunal, las redes de apoyo y la creación/reivindicación del sindicato como ente representativo de los trabajadores del sector cultural.
Los músicos unidos no podrán ser vencidos
Según un informe publicado por Econcult, durante el confinamiento, más de un 64% de los artistas encuestados recibió propuestas para producir contenido gratuitamente, mientras que un 35% participó en iniciativas culturales no remuneradas. Mientras tanto, el canciller británico Rishi Sunak sugirió en una entrevista el pasado mes de octubre que los artistas debían considerar “otras oportunidades laborales”.
El problema, tal como lo describe Tim Burgess en su artículo para The Guardian, es que “músicos y actores han estado trabajando en otros trabajos durante años – como baristas, chefs, roadies o diseñadores gráficos – para llenar el tiempo entre conciertos». La realidad que ha destapado la pandemia es la precariedad del sector y la necesidad de organizaciones que defiendan los derechos de sus miembros.
La presión detrás del alquiler por pagar, la cancelación de giras, conciertos y espectáculos, o la dificultad o directa imposibilidad de acceder a ayudas y subsidios motivaron a un grupo de músicos norteamericanos a organizarse y formar UMAW (Sindicato de Músicos y Trabajadores Afines).
“Comenzamos en marzo a raíz de que la pandemia diezmara la industria de la música y nuestros medios de vida. La idea se originó entre muchos de los que habían estado involucrados en la campañas #NoMusicForICE y el cambio en la cláusula de inmigración del festival SXSW. Tenemos miles de artistas inscritos. El grupo central cuenta con alrededor de 100 miembros que participan activamente en la organización y en varios subcomités”, explica Joey La Neve DeFrancesco (músico, miembro fundador de UMAW y guitarrista de la agrupación The Downtown Boys).
Desde su creación, UMAW ha organizado diversas acciones en torno a la obtención de ayudas para artistas, han participado en actividades en apoyo al movimiento Black Lives Matter para poner fin a la violencia policial y la opresión contra las comunidades negras y, el pasado mes de julio, lanzaron el álbum “Éxitos Varios. Volumen 1” para recaudar fondos para trabajadores indocumentados a través de la organización United We Dream.
Además de UMAW, músicos y artistas de todo el mundo también han decidido organizarse para defender sus derechos y exigir mejores condiciones laborales. Y es que la solidaridad no tiene fronteras. En el Reino Unido, Musicians’ Union cuenta con una comunidad de 32.000 miembros y lidera acciones en torno a la recuperación del sector en ese país.
En el ámbito local, grupos como FrentePop y SMAC! en Cataluña, no sólo colaboran con UMAW, sino que lideran acciones destinadas a mejorar las condiciones de los trabajadores del sector cultural español como exigir una renta básica universal, ayudas directas para los trabajadores, el pago de las actividades y actuaciones canceladas, y la activación de una mesa de trabajo con el gobierno. Para más información sobre acciones locales, visita: Unión Estatal de Músicos, Intérpretes y Compositores.
Justicia en Spotify
La aparición de plataformas de streaming trajo como consecuencia una idealización del consumo de música y su aparente efecto en el éxito de un artista desconocido. El discurso de la plataforma para dar a conocer el trabajo del artista desvió la atención del modelo de negocio de estas corporaciones que suelen cerrar contratos a puerta cerrada y cuyo esquema de pago sólo beneficia la payola y a las grandes discográficas.
En este sentido, Ryan Mahan, bajista de Algiers y miembro de UMAW, comenta: “El capitalismo a menudo se ha comparado con un vampiro porque simultáneamente se alimenta, depende, socava y devalúa todas las formas de trabajo. Por el lado de la producción, oscurece perpetuamente la cantidad de trabajo físico y mental real que implica la creación. Para los consumidores, la mercancía se separa del trabajo que se requiere para crearla. Este es el concepto de fetichismo de la mercancía de Marx.
El arte es particularmente vulnerable porque combina esta forma clásica de explotación laboral con lo que se percibe como un privilegio. Mientras tanto, la industria (sellos importantes, plataformas de streaming y entidades como Live Nation) continúa monopolizando y centralizando las ganancias en manos de unos pocos.”
El confinamiento, la imposibilidad de realizar espectáculos públicos y la cancelación de conciertos, ha disparado el uso de los servicios de streaming. De acuerdo a un estudio publicado por RIAA (Recording Industry Association of America, por sus siglas en inglés), el 85% de las ganancias de la industria durante el 2020 provienen, principalmente, de servicios de streaming, con Spotify liderando el grupo.
Sin embargo, estas ganancias no son percibidas por los artistas. Mientras que un usuario promedio paga alrededor de siete a diez euros al mes para tener acceso ilimitado al catálogo de la plataforma, un músico independiente necesita cerca de 1.000 escuchas para poder comprarse un café y alrededor de 300.000 para pagar el alquiler de un piso. El modelo de Spotify es lo que se conoce como abuso explotativo y debe ser reformado, es por esto que los músicos han decidido exigir “Justicia en Spotify”.
“La gente en la industria ha estado hablando de la necesidad de una campaña para mejorar las condiciones en Spotify. Los trabajadores son los que crean el producto que venden estas plataformas, pero no se benefician de ello. Nadie ha organizado nunca una campaña colectiva contra una empresa de este tipo y creemos que podemos tener un impacto serio. Al momento, hemos reunido más de 14.000 firmas. Tenemos la intención de continuar escalando la campaña, incluyendo la entrega en persona de las peticiones en las oficinas de Spotify (respetando la distancia social)”, comenta Joey.
Pero, ¿qué le exige UMAW y organizaciones afines a Spotify?
- Pagar a todos los artistas al menos un céntimo por transmisión de canciones
- Adoptar un modelo de pago centrado en el usuario: pagar directamente al artista
- Hacer públicos los contratos a puerta cerrada
- Ser transparentes con el origen de las ganancias de la empresa
- Develar sobornos y eliminar su práctica por completo
- Dar crédito a todos los involucrados en una grabación (músicos, productores, ingenieros, etc.)
- Poner fin a las batallas legales contra artistas que buscan reducir la tasa de regalías
Para leer en detalle y firmar la petición, visita Justicia en Spotify.
Nada que perder y un mundo por ganar: La industria post-covid
Con la inminente llegada de una segunda ola del virus y un posible confinamiento extensible hasta la primavera del 2021, cabe preguntarse con un cierto halo de desesperanza: ¿Qué le depara a la industria creativa en el futuro? ¿Qué acciones hay que llevar a cabo para asegurar un espacio justo para la producción artística?
Joey comenta: “Uno de nuestros objetivos es dejar claro que los artistas son trabajadores. No podemos hacer lo que hacemos gratis. Al organizarnos colectivamente y exigir respeto y recursos, esperamos reorientar también la percepción pública en torno a la producción artística. Necesitamos construir un sistema económico en el que los artistas y todos los trabajadores puedan vivir y trabajar de manera sostenible. Necesitamos atención médica, poder vivir libres de la violencia y la opresión policial y relacionada con la inmigración. Necesitamos tener acceso a la educación, a los recursos para crear y mostrar nuestro trabajo. Muchas de estas necesidades vinculan a los músicos con el resto de la clase trabajadora”.
Asimismo, Ryan añade: “La industria de la música y la cultura es particularmente cínica y manipuladora porque opera en la línea de que ‘Somos afortunados de poder subsistir del arte en primer lugar, así que debemos aceptar nuestra suerte’. Se sigue diciendo que el arte no crea nada en sí mismo. No es una tecnología «útil» o un avance médico. Por tanto, no merece una remuneración, pero esto es pura ideología. La riqueza no es una consecuencia del valor de uso. Tenemos que llegar a un punto en el que desmitifiquemos la noción de riqueza e inculquemos a cada uno de nosotros que nuestro trabajo, produzca valor o no, es trabajo y debe ser compensado como tal”.
Ciertamente, un cambio de paradigma acecha a la industria artística. La digitalización masiva de los espacios, junto a las tecnologías emergentes, puede crear nuevas formas de experiencia cultural y de difusión. Sin embargo, la creación de contenido cultural gratuito no es sostenible en el tiempo, por lo que es necesario abordar la precariedad del sector además de tener en consideración que el acceso digital no reemplaza una experiencia cultural en directo ni todos los trabajos que la acompañan. Se hace urgente, no solo la solidificación de la unión sindical como medio de lucha para los miembros del sector cultural, sino el apoyo que el público pueda (y debe) brindar.
“¡Hay muchas formas de apoyar! Compartiendo nuestras acciones, compartiendo nuestros recursos e información, asistiendo a nuestras actividades en persona en el futuro, comprando nuestras compilaciones, siguiendo nuestras redes, suscribiéndote a nuestra newsletter, etc. ¡Organízate en tu propio lugar de trabajo y únete al movimiento! Tan solo estamos comenzando”, comenta Joey.
“Tenemos que esforzarnos por llegar a una situación en la que ampliemos completamente la noción de trabajo. Me sorprende que sigamos aceptando un paradigma que insiste en que solo el trabajo pesado alienado o generosamente rico es trabajo. El futuro de las artes no debe descansar ni en la caridad ni en el individualismo hipercapitalista, sino en la organización, la lucha y la cooperación. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero es por eso que apoyamos el trabajo de UMAW”, finaliza Ryan.