Rafael Berrio: La hermosa vida que amamos


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El pasado 31 de marzo el mundo despedía al gran Rafael Berrio. Valgan estas líneas como parte de nuestro sentido homenaje. Un repaso por tres fases distintas de su obra desde tres miradas diferentes:
Qué jodido e injusto debe ser cargar toda tu vida con la etiqueta de «maldito» cuando en realidad no hay más malditos e ignorantes que los que suelen colocar este tipo de etiquetas. Seamos serios, nadie quiere ser un “maldito”. Tampoco Rafael Berrio se debía sentir conforme con el término. Por algo estuvo toda su vida haciendo canciones y, a juzgar por su autenticidad, seguramente no perseguía ningún éxito ni le hubiera gustado llegar a más gente. Tarea complicada en un país de sordos donde las obras que llegan al alma se suelen evitar, bien por pereza o bien por ese miedo a profundizar en una sociedad de consumo inmediato donde solo sirve el estribillo fácil. ¡Qué equivocados están, lo que a la primera entra a la segunda se te escapa!
Desgraciadamente para los que amamos a los artistas valientes – esos a los que no les importa alargar una canción o desnudarse en pro de soltarlo todo – Berrio ya no esta con nosotros y este sufrido panorama musical no puede permitirse perder artistas como él. No habrá más obras pero ahí están todas las que realizó, pocas o muchas, que le convierten en inmortal y nos da esperanza de que el tiempo, aunque sea a través de ejercicios necrománticos, pongan al artista en su sitio. Así que, hablando de tiempo, ahora que al parecer nos sobra, me gustaría invitaros a todos los que estáis leyendo esto a que escuchéis sus canciones con toda la atención que merecen. Ojalá Berrio, a partir de ahora, se nos revele como un gran descubrimiento y no como un titular en las necrológicas de la prensa. A estas alturas no importa si la industria le ignoró. Por favor, hay que superar el complejo de búsqueda de voces perfectas y dulces. Rafael cantaba con el corazón, como lo hacia Sergio Algora, como lo hace Jota o Nacho Vegas. ¡El que busque exclusivamente técnica que escuche a Pavarotti!
El alma de otro hombre (por Javier Casado)
En ‘Vals de la Calma’, canción que cierra el disco, “Una Canción de Mala Muerte”, de Amor A Traición en el año 1996, Rafael Berrio habla sobre el hecho de hacerse adulto y se deja llevar por la nostalgia de la juventud: “¿No has sentido con los años que por nosotros han pasado el deseo de ceder y rendirte a la calma, entregarte en cuerpo y alma al sueño y nunca más ser despertado? Uno se llega a cumplir la treintena como un alma en pena que al fin recupera su cuerpo perdido entre escombros y ha de soportar en sus hombros el grave peso de ser quien no quisiera”. Inevitablemente, y habiéndolo escuchado con un considerable retraso en el tiempo, encuentro semejanzas con el Rafael Berrio de los últimos años, el mismo que sentía que perdía la alegría de vivir en su segundo disco publicado en solitario: «Diarios» allá por el 2012. Sin embargo, cuando escribe estas líneas, el cantautor vasco ha entrado hace apenas unos años en la treintena y este disco cierra una etapa que se extendería entre 1994 y 1996 y daría lugar al lanzamiento de otro largo bajo el nombre de Amor a Traición, la primera banda que lideró con nombre homónimo.
Antes de esto, y con apenas 17 años, formó parte de la banda donostiarra UHF (imagen anterior), de la que él mismo afirma que “no cuenta” pero que le sirvió de enlace para campearse el panorama musical de la época y llegar formar su primer proyecto serio: Amor a Traición.
Aquella banda, formada en 1983 por José Manuel Puerto (guitarra), Enrique “Endika” Cámara (bajo) y José López (batería) huiría de la movida madrileña y de los sintetizadores. También de las modas de la época, y se centrarían en hacer canciones de rock. Llegaron a grabar seis cortes que finalmente no salieron a la luz y volvieron a fracasar en la segunda mitad de los 80 grabando nuevo material, que quedaría de nuevo inédito a causa de la posterior quiebra de la disquera, quedando prácticamente en el olvido. Aunque sí conseguirían hacerse nombre poco a poco en Donosti, ciudad por donde se movían como pez en el agua en aquella época.
Años más tarde, en colaboración con el propio hermano de Berrio, el escritor Iñaki Berrio, crearían nuevo material, consiguiendo que Warner produjese su primer LP (Amor a Traición, 1994). La rabia de la juventud y la pasión por el mundo que le rodea se distinguen en cada tema de este LP formado por doce cortes: “Yo te llevo a una gran plaza en Salamanca sólo por verte al trasluz helado de los 7 bajo cero castellanos” . Es el inicio de ‘La Misma Mujer Distinta’, segundo tema del disco, con que el propio Berrio nos acerca al personaje que fue y que nos seguirá mostrando a lo largo de todo el álbum.
Este disco de rock canalla, al que Berrio no se volvería a acercar tanto hasta «Paradoja», influenciado por sus grandes ídolos y referencias como la Velvet Underground o Bob Dylan, abre con el himno ‘No Pienso Bajar Más al Centro’, un clásico totalmente imprescindible de rock. Pero también deja sutilezas como ‘Jaime Gil de Biedma’, homenaje al poeta español, o ‘Acoge a un Ser Humano’, donde destaca como autor indescifrable y soñador en una especie de reflejo de lo que se iría convirtiendo con el paso de los años. Aun así, el disco pasó bastante desapercibido, no tanto en la propia movida donostiarra donde eran conocidos de sobra.
Unos años más tarde, y tras abandonar a la propia discográfica con cierta desilusión a causa de los pobres resultados, consiguen juntar otros tantos temas y se reúnen en el Estudio de Lucas de San Sebastián para dar forma a su segundo y último trabajo, de título «Una Canción de Mala Muerte», publicado en 1996 y con el que alcanzaron cierto éxito por parte de crítica y público. Este segundo trabajo, aunque mantiene la línea continuista del anterior, parece más centrado en el discurso del propio Berrio, con algunos temas donde la música pasa a un segundo plano y es Berrio quien da rienda suelta a sus fantasías e influencias musicales, como en el tema homónimo, donde juega con su voz envuelto sobre un blues que permanece en bucle.
Sin embargo, tras las grandes dificultades que enmarañaron el proyecto y los escasos resultados, pasarían más de cuatro años para que Rafael Berrio volviera a inmiscuirse en un proyecto musical.
Entre el año 1999 y 2000, y de nuevo bajo la producción de Iñaki de Lucas en San Sebastián, se publica el primer disco de Deriva; «Planes de Fuga». Compuesto de 11 cortes escritos por el propio Berrio, que decide dar un pequeño cambio de rumbo y, manteniendo el espíritu de disco de rock, abandona el sonido clásico para orientarse hacia la ola noventera, más propia de la época, donde tienen muchísima presencia las distorsiones de guitarra y algunos detalles electrónicos. El primer trabajo de Deriva reúne de manera eficaz los once golpes de Berrio al mundo para avisarle de que aún está vivo. ‘Quítame la Mano de Encima’ abre el LP y simboliza a la perfección esta transformación en su música: “No quiero ser alentado, no quiero ser abatido, no quiero ser soportado, ni amar ni ser amado. No quiero delirar, no quiero vistas al mar, no quiero un hogar, sólo esa mano de encima, quítame la mano de encima”.
El proyecto continuaría en activo unos años más y daría lugar a otro LP titulado “Harresilandia” (2004), de nuevo grabado en el Estudio de Lucas, compuesto y escrito por él. Completamente diferente al disco anterior, se compone de doce temas cercanos a un pop melancólico. Abandonando el estilo underground, se adentra en esta aventura de pop ensoñador, donde además cuenta con la colaboración de Virginia Pina como segunda voz. El resultado es un trabajo irresistible y de una delicadeza sublime. El acompañamiento de voces, la fina instrumentación, Berrio y la forma en que retrata ese momento de su vida conforman este disco que se antoja vital para entender el paso de adentrarse en solitario en el mundo de la música. Apenas un pequeño aperitivo de todo lo que le quedaba por mostrar al mundo.
Años más tarde, en ‘Insomne’, tema perteneciente a «Diarios», Berrio deliraba sobre el insomnio y se mostraba a sí mismo “insomne, leyendo en las horas sin nombre, leyendo en el alma de otro hombre”. Nosotros seguiremos insomnes escuchando tus canciones.
El destino lo forja el temperamento (por David Doinel)
Llegados a este punto, estamos preparados para sumergirnos en el magistral «1971», su debut con nombre y apellidos donde literatura y clasicismo se dan la mano en una obra atemporal y sobria. “Temo haber vivido mi vida como si ello fuera un simulacro, como si yo tuviera el don de vivir por mí dos veces». Estas dos líneas, soltadas al comienzo de “Simulacro», no sólo definen el mensaje de su obra, sino que nos retrata a más de uno… Señores, dejemos de leer el prólogo y vamos a por el primer capitulo, y luego a por el segundo y de ahí a vivir, ¡qué lo de que solo se vive una vez va muy en serio!
Berrio decide acabar con el rock y la experimentación de antaño; esto trata de desnudo y exposición, de personalidad, algo de lo que va sobrado, y mucho. Es importante destacar la impresionante producción de Joserra Semperena, que consigue un envoltorio soberbio en cada pieza: a ratos es clasicista, a ratos turbador. Los arreglos de cuerda sirven como acentos en esas palabras y ese peculiar fraseo y ritmo vocal, que aquí termina de definir al autor, un Berrio que ya no se cree nada y que convierte la soledad en una madurez reflexiva. ¡De Donosti a París, se cuela el sonido de la lluvia eterna, el soplido del peine de los vientos!
Decía Pepo Márquez (The Secret Society) en la genial y extensa entrevista que le concedió a nuestro compañero Iván que, cuando él hace una canción, pierde vida, y matizaba, en el hecho de que la pierde de verdad y que por eso no escribe tantas. Algo así le debió pasar a Berrio con el emocionante y doloroso texto de ‘Este Álbum’. Quizá por ello no solía tocarla en directo: «Cierra este álbum no lo quiero ver, ¿qué sentido tiene, qué razón de ser? ¿Y a quién importa quienes fuimos , todo esto para qué?». Subrayar también ‘Como Iba Yo a Saber’, no por mejor, sino por ser la primera y, para muchos, el primer contacto con la obra de Rafael.
Precioso y preciso, no se aleja mucho de las coordenadas de «1971», hasta la portada en forma de diario parece continuista de su primera gran obra. A nivel lírico, «Diarios» es, si cabe, más grande aún, y la producción y arreglos orquestales de Joserra Sempere, con quien repite tándem y producción, es mucho mas inmensa. Canción de autor europea fuera de tendencias, fuera de tiempo, como son las obras arriesgadas con aroma de clásico. ‘La Alegría de Vivir’ es la encargada de introducirnos en sus intimidades y, aunque el título se preste a confusión, ni el texto ni la música conducen por caminos ingenuos o esperanzadores, en el mal sentido de la palabra. Porque, esperanza hay, pero sin tonterías ni obviedades. El encaje y empaque de autor más productor es aquí definitivo y las guitarras brillan por su ausencia «A estas alturas, cuando todo queda atrás, cómo puede sorprenderte a ti, que vayas perdiendo, cuesta abajo como vas, la alegría de vivir».
‘En las Lindes del Fin’, la oda al vino de ‘Saturno’ o la ojerosa y romántica ‘Insomne’ suenan a valses en tono sepia cargados de un dramatismo orquestal brutal. ‘Sé Libre, Sé Mía’ es quizá la canción que más se aleje del contexto, tal vez porque la música la firma aquí un Mikel Erentxun inspirado, devolviéndole tal vez algo de eso que tanto le dio Berrio, como compositor y como influencia. La canción mas catable del también donostiarra que alcanzaría la fama con Duncan Dhu, ‘Rara Vez’, es de Berrio.
En el viejo mundo donde todo transcurría on-line, las obras pasaban como torbellinos, sin darnos tiempo a casi nada. La música pasaba en plan cascada, escuchando sin atención y casi pensando en lo siguiente. Era de alguna forma inevitable, incluso existen plataformas que parecen claramente anti-escucha. Ahora el tiempo y el mundo están en suspensión y es momento de disfrutar este tipo de obras con la calma que se merecen. Ya veremos cómo viene el nuevo mundo y qué o quién habrá cambiado.
Parecía inevitable imponer el cambio de tercio, así pues una vez aclarado consigo mismo, Berrio vuelve al rock más ortodoxo, pero aquí con una producción que hace justicia a tan espartano repertorio. Simplificando en esta ocasión, se cambian los tonos menores y las séptimas por los tonos mayores acompañados por una base robusta y sólida, como la instrumental que inaugura y da nombre a esta «Paradoja». Aquí la producción cae en manos de Fernando Lutxo y el propio autor, y a los músicos se lo ponen difícil para expresarse, porque las letras siguen dominando y llevando el peso, lo cual no quiere decir que no lo borden. La escritura del donostiarra va un pasito más hacia delante, como es el caso de ‘Cambios a Mansalva y Decadencia’ o ‘Mis Ayeres Muertos’, tinta que parece nacer de una mirada interior perpleja hacia el exterior. Experiencias que son evidencias y que pesan tanto o más que la piedra que cargaba Sísifo : «Cambios a mansalva y decadencia como único horizonte en la retina. Si mis ojos no me engañan sólo veo cambio y decadencia en torno a mí».
‘En lo Mórbido’, ‘Contra la Lógica’ o ‘Yo Ya Me Entiendo’ son pura víscera en formato rock, crudas como la verdad que se nos quiere esconder a los ciudadanos. El último acto suicida que Berrio se marca ante la promoción de «Paradoja» tiene forma de autosabotaje y dice mucho de él. ¿Cómo no amar incondicionalmente a un artista tan sobrado de valentía? En sus propias palabras: «Cancelé las redes sociales justo cuando iba a empezar la promoción del disco para hacer lo contrario de lo que hacen otros cantantes. Precisamente para evitar la sobreexposición, o por un miedo abominable al ridículo, o por la dignidad o el amor propio que nos debemos como artistas. Como artistas, que no comerciantes de géneros de punto. Pero bueno, allá cada cual con sus actos. A mí no me gusta que me hagan batir palmas en un concierto. No lo voy a exigir yo de nadie. Simbólicamente hablando.»
Yo a Rafael Berrio le voy a echar muchísimo de menos, y eso que nunca le conocí, ni me tomé un tinto con él, ni tan siquiera le vi en directo, pero sus canciones me llegaban al alma y me daban mucha vida. Tanta como la que te puede dar una conversación con tu mejor amigo. Cuando escucho ahora una de esas joyas que nos dejó, parafraseando a Iván Ferreiro, siento: «Impotencia, ansiedad, melancolía, enojo, desconcierto, deseo, intensidad».
Berrio, estés donde estés, descansa o no descanses y sigue componiendo. Tu obra ya te superó y ahora eres inmortal. Hasta siempre y mil gracias, nos faltarían palabras para agradecerte, no solo tu arte, si no tu ejemplo. Como tú ya sentenciaste: «El destino lo forja el temperamento».
Amargo adiós a la bohemia (por Luis Arteaga)
Si el riesgo y la libertad son elementos inherentes a la obra de Berrio casi tanto como su correspondiente fracaso comercial, «Adiós a la Bohemia» sería sin duda una de las cumbres en este sentido. Cambiando nuevamente el compás, después de «Paradoja», el poeta donostiarra volvía a asociarse con Senperena para embarcarse en uno de sus proyectos más bizarros. Nada menos que una adaptación de la opera chica firmada bajo el mismo título en 1933 por el compositor Pablo Sorozábal y el escritor Pío Baroja, ambos también oriundos de San Sebastián. Con esta zarzuela, este poeta de la música, que nunca aspiró a ser considerado como tal, retrataba mucho más de lo que a priori parece. Berrio se revelaba como ese ser extraño que parecía haber sido arrancado de otra era y que ponía ahora todas sus cartas sobre la mesa: el patetismo de la pantomima más sarcástica, un humor pesimista que reivindicó en toda su obra hasta el final, pese a que muchos jamás le encontrasen el lado gracioso a esto del amargor.
«Me fascinó. Escuché en Youtube la versión lírica y enseguida quise hacerla a mi manera sin ser tenor o barítono, pero manteniéndome fiel el guión», decía el propio Berrio en una entrevista concedida allá por 2017. Una vez más, no importaban las formalidades ni el destino, solo el goce personal del viaje. Sin duda uno de esos placeres caprichosos hechos por amor al arte, que poco o nada tienen que ver con la cartera y que, paradójicamente, son los que terminan por dar sentido a nuestra existencia.
Fue este un tiempo en el que Rafael Berrio viró sus pulsiones hacia textos literarios. Solo un poco antes de «Adiós a la Bohemia», urdía un proyecto con textos de Emil Cioran a mitad de camino entre el spoken word y el rock and roll más primitivo. En esta ocasión llevado al vivo y a la perfomance, con su correspondiente sentido de arte efímero, solo latente en el recuerdo de quienes pudiesen disfrutarlo.
Como quien tira del hilo para encontrar la aguja, en mi caso personal no sería hasta la última gran obra de Rafael Berrio cuando deshice el camino. A pesar de esporádicos acercamientos anteriores, y a la pasión expresada hacia su figura por parte de mis amigos Javier y David, no fue hasta su último disco cuando por fin entendí todo. Aquel «Niño Futuro», que reseñaba y devoraba con pasión hace tan solo un año, se convertiría en mi particular madriguera de conejo para terminar descubriendo toda la magia del universo Berrio. Poco más que añadir a aquellas sentidas líneas, sobre las que se revolvían premonitorias dos grandes pasiones: el eros y el tánatos. La belleza y la muerte. Esas fuerzas sobrenaturales que los griegos acertaron en describir como motor de la condición humana y que Rafael Berrio parecía conocer y asumir a la perfección.
Para mí, y pese a que su música llegó a mi vida en el ocaso de la suya, Berrio es un poeta mayúsculo. Creo que junto con Nacho Vegas, no sentí a nadie cantar mejor en castellano al desasosiego de la derrota. Siempre con ese poso de vitalismo hedonista que, quiero creer, mantuvo hasta el final: «Toda la poesía de la perdición y en la hora señalada el bello gesto. Dadme, os lo pido, todo esto: la hermosa vida que amo». Toda tuya, maestro.
Joder, me acabo de enterar de la muerte de Berrio. Lo siento mucho, es una verdadera pena.
Una pérdida sentida por todos los que le admirábamos. Queda su gran obra.