Marlon Williams @ Sala El Sol (Madrid) 18-11-2018


Da la sensación de que Marlon Williams es uno de esos tipos nacidos en el lugar y en el época equivocada. Al menos musicalmente hablando, claro. Tanto su música como su peculiar estética parecen ancladas a ese imaginario colectivo que traspasa cualquier frontera y que todos tenemos de la Norte América de los años 60, muy alejada ya en el tiempo pero que sigue extendiendo su indiscutible fascinación hasta los tiempos actuales. Es fácil imaginarse la infancia de Marlon Williams, en su Nueva Zelanda natal, rodeado de discos de Elvis Presley, Roy Orbison o Chris Isaak, todos ellos sureños norteamericanos de nacimiento y con esos genes musicales en su ADN. Pero desde luego, viendo las cualidades artísticas de Williams, solo el devenir de las modas podrá impedir que acabe convirtiéndose en referencia mundial de este estilo (relegado a la absurda tendencia de lo vintage) de aquí a muy poco.
El neozelandés llegaba a Madrid presentando su segundo trabajo discográfico «Make Way for Love», un álbum marcado transversalmente en sus letras por la ruptura amorosa del cantante con la que fuese su pareja. Poco conocido aún en nuestras fronteras, y en medio de un día lluvioso de otoño en la capital, el concierto de Williams adquiría carácter intimista, que en el buen sentido del término, se antoja como la mejor ambientación posible para disfrutar de su personal propuesta. Una cercanía que él mismo acentuaba saliendo en solitario al escenario para defender al piano su primera canción, tras la que lentamente comenzó a entrar la banda con la suave cadencia de ‘Beautiful Dress’. Una banda que cuenta entre sus filas con algunos multinstrumentistas de talento excepcional que hacen que su cancionero crezca aún más directo. Aunque sin duda, es la impresionante voz de Williams la que por sí sola cautiva desde el primer flechazo. Dispone de un registro vocal tan grande que le permite variar entre esos medios tempos graves con los que Elvis conquistó el mundo, y que él hace suyos en temas tan redondos como ‘Make Way for Love’, o la más acelerada ‘Party Boy’, cambiando sin pestañear a los agudos de ‘Nobody Gets What They Want Anymore’, con los que enmudecía El Sol y no quedaba más que rendirse a su magnetismo.
En todo momento se palpaba la conexión con un público que se deleitó, ensimismado y respetuoso en los momentos más hondos, o bailando cariñosamente y sin ningún complejo, haciendo suya la pista en las baladas más románticas. Aunque uno de los momentos más fraternales de la noche llegaría cuando el propio Williams interrumpía su concierto hasta dos veces (la primera intentona fue fallida), para buscar entre el público y felicitar tarta en mano el aniversario de una amiga suya. Si lees esto, ¡Felicidades, Rose!
Especialmente poderosas sonaron también la embarrada ‘I Know a Jeweller’, la balada versionada de Teddy Randezzo, ‘Lost Without You’ o el desarrollo instrumental detrás de ‘I Didn’t Make a Plan’, en la que añadieron capas de sonido para darle otra identidad. Descubriendo también su masculinidad más sexy, Williams salía de su profunda pose de crooner para mover las caderas con la permanente reminiscencia a algo así como un Presley del siglo XXI en ‘What’s Chasing You’, convertida por méritos propios en hit de su repertorio, o esa ‘Vampire Again’ de sensualidad sombría. Aunque para oscuridad y crudeza, sin duda su lado folk americano ganó cualquier pulso, con la dura y a la vez delicada ‘Dark Chill’, auténtico temazo por el que más de un songwriter americano habría matado en la era de Dylan y compañía. Un canción tan representativa de ese universo que no ha pasado desapercibida en Hollywood, y ya fue incluida en la banda sonora de la serie Wild Wild Country de la todopoderosa Netflix. Pero antes de todo eso, y previo aviso de que era mentira lo que íbamos a oír, tras unas carcajadas, de nuevo al piano nos llegaba hasta el alma con ‘Love Is a Terrible Thing’, auténtica joya musical de una belleza tan amarga como indiscutible. Una faena perfecta que remataba honrando a Screamin Jay Hawkins, haciendo suya su la conmovedora ‘Portrait of a Man’, en la que volvía a dejar testimonio de que si con esa voz y esas canciones no triunfa (lo que quiera que signifique eso de triunfar en el panorama musical actual), algo está fallando en la educación musical de la población mundial. Sin duda, a nosotros nos conquistó.