María José Llergo @ Noches del Botánico (Madrid) 01-07-2021


Hacía tiempo que tenía ganas de ver a María José Llergo en directo. Aún recuerdo un intento frustrado hace algunos años cuando empezaba a darse a conocer en el siempre cálido Café Berlín. Con esa espinita clavada, el pasado jueves por fin me resarcía. Lo hacía además en un marco igualmente agradable, dentro del ciclo de conciertos de las Noches del Botánico, un espacio perfecto para las veladas estivales de música. Y es que, si ya resulta impactante escuchar a la cantante cordobesa en su único álbum editado hasta la fecha, en las distancias cortas la fascinación es total. Supera cualquier expectativa. No me tiembla el pulso (que bastante me tembló ya el jueves) al decir que la de Llergo es posiblemente la mejor voz femenina del flamenco actual. No solo por su sobrecogedor registro sino, sobre todo, por su enorme capacidad para emocionar. Con una puesta en escena exquisita en las luces, la cantante de Pozoblanco salía a las tablas con algo de retraso debido a problemas técnicos.
Nada importaba cuando, tras embelesarnos con un poema cantado, se dirigía a su público con una naturalidad de esas que te pasan por encima, capaz de destruir cualquier barrera mental o tabú. Pura verdad, sin artificios de ningún tipo. Visiblemente emocionada y agradecida, con el maravilloso don de conectar a la primera desde lo humano. La audiencia respondía con absoluta adoración, y es que es imposible no adorarla. Cuesta imaginar cómo esta persona pudo padecer de bullying en su infancia, pero así es la crueldad de esta lacra social; totalmente irracional e inmerecida para nadie. Por suerte, María José Llergo ha conseguido convertir todo eso en belleza y tiene el talento para cantarlo en canciones. Especialmente sensibilizada y sensible con las causas de los desvalidos, llegaba al alma con su ‘Nana del Mediterráneo’. O más combativa y salvaje en la versión de Chicho Sánchez Ferlosio, ‘Canción de los Soldados’, una de las mejores definiciones de lo que es de verdad la patria, ese concepto tan expoliado y vilipendiado en su mal entender. Espíritu inquebrantable que conseguía erizarnos cada pelo de la piel con ‘Soy Como el Oro’ o ‘¿De Qué Sirve Llorar? ‘, dos de esas canciones que dan testimonio de la resiliencia de una personalidad inquebrantable.
Siempre acompañada de otro fenómeno de la nueva escena del flamenco, como es el guitarrista Paco Soto, capaz de expresar con un fraseo todo el sentimiento necesario para abordar un recital como este. También de Miguel Grimaldo a cargo de los sintetizadores, esos que consiguen actualizar el género hasta nuestros días sin perder un ápice de la esencia tradicional. En esta vertiente más pop, Llergo se lucía con temas como ‘El Péndulo’, ‘La Luz’ o la espectacular ‘Tu Piel’. Lo mismo en ‘Me Miras Pero No Me Ves’, donde las palmeras ponían el ritmo a esta letanía fusionando tradición y presente. Y es que se podrán decir muchas cosas de la música de la cordobesa, pero jamás que no está anclada emocional y narrativamente al campo, a las raíces, a la Andalucía más esencial. Con sus canciones hace un retrato de todo ese carácter que impregna sus orígenes, a los cuales rinde devoción sin contemplaciones. Ahí estaban sus versiones a la legendaria ‘Nana del Caballo Grande’ del maestro Camarón de la Isla o ‘Pena, Penita, Pena’ de la colosal Lola Flores. Lo mismo en su reinterpretación de ‘La Canción de las Simples Cosas’, una de esas obras atemporales que ha sido cantada a lo largo del tiempo por artistas como El Cigala o la inigualable Chavela Vargas.
Arropada en todo momento por los vítores del respetable, con una humildad permeable y sincera, Llergo sufría algunos problemas de sonido al perderse la señal de su micro en dos momentos puntuales del show. Un fallo que se convirtió en virtud. Para el recuerdo queda el poder escucharla a cappella, sin artificios, cantando a pleno pulmón frente un público que pese a las mascarillas se podía sentir boquiabierto ante semejante derroche de belleza. Llergo disfrutaba sobre el escenario mientras que muchos ojos se humedecían al son de ‘Niña de las Dunas’. Esa fue la primera canción que recuerdo haber escuchado de ella y en las distancias cortas del directo se convierte en un auténtico puñal. Así, dirigiéndose con carisma innato y permanente gratitud a su gente, la cantante cordobesa nos hechizaba saliendo por la puerta grande, con todo el público en pie despidiendo el que, en mi experiencia personal, ha sido uno de los conciertos más emotivos en lo que vamos de año. Desde luego me saqué la espina. ¡Enorme, maestra!
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