Dark Light

Gabriel Ríos @ Café Berlín (Madrid) 28/11/2021

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Uno de los placeres más inmediatos que me provoca la música en directo es la fascinación por la sorpresa. Acudir con la mente abierta a una sala, a ver tocar a un artista del que apenas has escuchado un puñado de canciones y dejarte llevar. En ocasiones, la cosa no cuaja, pero en otras es ahí cuando se produce esa sensación excitante que siempre otorga la emoción inesperada. Con oídos frescos, y el resto del cuerpo también, acudía el pasado domingo a ver a Gabriel Ríos al siempre cálido Café Berlín. Un lugar especial donde el tiempo se detiene durante el trascurso del concierto, siendo la música lo único importante. Ya tenía ganas de volver y fue esta la excusa perfecta.

Con una puesta en escena sublime, Gabriel Ríos se alía con el multinstrumentista Rubén Samama para sonar como una auténtica orquesta. Magistral lo de Samama, ya fuese al contrabajo, al piano, a la guitarra o lanzando fraseos de coros y beatboxing. Lleva el ritmo en la sangre para acompañar a un Ríos que da una vuelta de tuerca a sonidos tradicionales de América Latina sonando muy actuales. Procedente de Puerto Rico y Bélgica, lleva el mestizaje consigo y lo traduce a canciones de alma folclórica a los que da giros vocales con sutiles reverbs o incluso matices de efectos cercanos al flanger. Intimista y magnético, Ríos comenzaba fuerte con ‘Ausencia’, repasando también algunas versiones de clásicos como ‘No Soy de Aquí, Ni Soy de Allí’.

Sepulcral silencio del respetuoso público del Café Berlín, escuchando hasta los respiros y, porque no decirlo, algún suspiro, al escuchar a Ríos cantar el maravilloso son ‘Panteón de Amor’. Para el recuerdo los coros Samana, uno de esos escuderos para llevar contigo a cualquier contienda. No se quedaban atrás interpretando ‘Mujer Divina’, la sensual ‘El Ratón’ o ‘La Torre’ y su falsete hiperagudo. Acababa el recital con dos temas en ingles, despidiéndose hasta la próxima después de habernos conquistado por completo y haber parado el reloj durante la hora que estuvieron sobre las tablas. ¡Qué bonita es la música en vivo, joder!

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