Festival Tomavistas 2019 @ Parque Enrique Tierno Galván (Madrid)


El festival Tomavistas alcanzaba el pasado fin de semana su quinta edición, cuarta desde su acertado cambio de ubicación y reformulación, y lo hacía a lo grande, agotando por primera vez todos sus abonos y sin la necesidad de recurrir a lo fácil en su cartel. Tanto es así que se ha convertido ya por derecho propio en uno de esos eventos a los que acudir a ciegas. Parece imposible que comprometan su propuesta artística y es tan cómodo y disfrutable desde su planteamiento que difícilmente algo puede salir mal. Encontrar un festival sin prácticamente solapes, con buen sonido y mejor visibilidad y que se desarrolle en un entorno verde y amigable además de accesible en transporte público parece sencillo pero no lo es. Así es Tomavistas y así, un año más, os lo contamos.
El Parque Enrique Tierno Galván abría sus puertas a las cinco de la tarde del viernes y un rato después ya éramos unos cuantos los que nos arremolinábamos cerca del escenario Dr. Martens, los más valientes enfrentándose al sol (que no de cara a él) y los menos buscando cobijo bajo los árboles, pero todos dispuestos a comenzar la jornada con Camellos. La banda madrileña estrenaba ese mismo día ‘Arroz con Cosas’, single de adelanto de su segundo disco y cuyas melodías llevábamos ya incrustadas en la cabeza después de darle unas cuantas escuchas compulsivas en el camino. Así es su música, te atrapa y una vez entras en ella no hay manera de dejar de repetir esas frases llenas de sutil ironía. En directo, además, no pierden un segundo y su breve actuación fue un acelerón constante, con canciones como ‘Café para Muy Cafeteros’, ‘Becaria’, ‘Gilipollas’, ‘Que Sobrabas’, ‘Telmo y Luis’ o la ya mencionada ‘Arroz con Cosas’ desatando coros, puños en alto e incluso algún pogo. Intensidad que se mantendría en el mismo escenario gracias a Niña Coyote eta Chico Tornado. El dúo de Donostia facturaba este mismo año un discazo disfrazado de bola de demolición, y eso fue exactamente lo que trajeron a Madrid. Metiendo mucho fuzz a las guitarras y con la explosiva pegada de Úrsula, se centraban en su reciente «Aitzstar» con el stoner más oscuro por lema.
Turno entonces para cortar la cinta del escenario principal de la mano de don Ángel Stanich. Las virtudes de su directo ya las conocíamos de sobra y su paso por el escenario Wondo estuvo a la altura. Entre guiños a Carmena, el Lenin torcido de Ciudadanos y esa inminente jornada electoral que estuvo presente en varios momentos del festival, Stanich y su banda hicieron gala de un sonido atronador mientras ofrecían un rápido repaso a su discografía. Aunque cada vez se le ve más cómodo en su versión más ligera y bailable, la de temas como ‘Qué Será de Mí’ o ‘Hula Hula’, no faltaron los arrebatos rockeros de ‘Salvad a las Ballenas’, ‘Un Día Épico’ o una anfetamínica y definitiva ‘Mátame Camión’ en la que el propio Stanich acabó cantando entre el público y a cuyo regreso al escenario puso banda sonora el ‘Déjame Vivir con Alegría’ de Vainica Doble. Su interminable gira les mantiene engrasadísimos y pocas bandas de rock están a su nivel en directo ahora mismo. Entre ellas podríamos afirmar que sí se encuentran Triángulo de Amor Bizarro a pesar de que, como dijo la propia Isa, llevaban un tiempo sin salir de la cueva. Su EP “El Gatopardo”, publicado hace más de un año, es su última referencia de estudio y mientras trabajan en nuevas canciones no pudieron resistirse a volver al que parece uno de sus festivales fetiche. Presentaron dos nuevos temas por los que intuimos que su sonido no busca domesticarse y nos volvieron a pasar por encima con canciones como ‘Les Llevaré mi Cruz’, ‘Qué Hizo por Ella Cuando la Encontró’ o ese ‘Desmadre Estigio’ que será siempre la mejor manera posible de abrir un concierto. La apisonadora sónica gallega sigue adelante.
Era el turno después de Cala Vento. Si hace dos años Joan y Aleix abrían una de las jornadas del festival en esta edición actuaban ya entrada la noche pero aún en su escenario mediano. No nos extrañaría que en un par de años su próxima visita a Tomavistas suponga el asalto al escenario principal, y así pareció demandarlo una base de seguidores que abarrotó la explanada del Dr. Martens y coreó sus canciones con entregada pasión. Mientras tanto Joan y Aleix siguen a lo suyo, siempre picando piedra, sin prisa pero sin pausa, con tres discos de ascendente madurez a sus espaldas en una trayectoria que encara la cima ahora con la llegada de “Balanceo”. Con el disco totalmente asumido ya por el público, canciones como ‘La Comunidad’, ‘Un Buen Año’ o ‘Todo’ fueron celebradas al nivel de himnos pretéritos como ‘Abril’, ‘Isla Desierta’, ‘Isabela Cantó’ o ‘Historias de Bufanda’, y no se me ocurre mejor noticia que esa. Todo lo demás (la potencia de su sonido, como se comen el escenario, la brutal pegada de Joan o lo bien que combinan sus voces) ya lo sabíamos, y solo nos queda seguir celebrándolo.
Fue después de Cala Vento cuando hacía su entrada el primer grupo internacional del cartel, algo que dice mucho de una programación que no deja de apostar por bandas estatales y que, visto lo visto a lo largo de los dos días de festival, en la mayoría de ocasiones poco tienen que envidiar a algunas propuestas que vienen de fuera. La de Cigarettes After Sex pareció conectar con el público gracias a un sonido cristalino y una sobria propuesta escénica con el blanco y el negro como únicos protagonistas. Pero también algo faltas de color son unas canciones que a ratos nos sumergen en el tedio y la monotonía, una sensación que contrarrestaron a las primeras de cambio Wooden Shjips. Sus bucles eternos de psicodelia son todo lo contrario y, una vez te sumerges en ellos, solo el final del concierto puede sacarte de ese placentero estado de bienestar mental al que te someten sus canciones. La onírica voz de Ripley Johnson, sus punteos siderales, esa hipnótica base rítmica sin fisuras y sus teclados ochenteros nos brindaron el mejor concierto del día, con un sonido que superaba la perfección, si es que esto es posible, y nos hacía viajar sin necesidad de estupefacientes. Y siguiendo con las grandes nebulosas, llegaba el momento de Beach House. Su concierto se preveía como el más multitudinario del viernes, apostando por sus atmósferas oníricas en la hora punta de la noche. Todo un riesgo después de encadenarse casi de manera consecutiva con los tempos lentos de Cigarettes. No cabe duda de que los de Baltimore son uno de los grandes referentes actuales del género y que su música no pasa desapercibida para nadie. Sacando partido de su sonido envolvente, destilaron sus mejores esencias con temas como ‘PPP’, la melancólica ‘Myth’ o una ‘Dive’ distorsionada en la que rompían la baraja. No obstante, pese a su gran sonido y la fuerza de sus seguidores, su apagada propuesta escénica, siempre al amparo del contraluz que les silueteaba al fondo del escenario, no contribuía a terminar de invitarnos a entrar en su propuesta. En definitiva un concierto de lo más disfrutable pero en el que más de uno se pudo tomar de manera muy literal esto del dream pop.
La segunda jornada del festival, como ya ocurría otros años, nos hacía “madrugar” y en un ambiente familiar se celebraban las actuaciones de Cariño, Soleá Morente y un Enric Montefusco que llegaba al festival para presentar “Diagonal”, como ya hizo hace un par de años con “Meridiana”. Su segundo disco en solitario profundiza en esa versión de trovador musical que tan bien ha sabido adquirir y personalizar, siempre rebosante de esa intensidad que arrastra desde su etapa con Standstill, banda nunca lo suficientemente reivindicada. De ellos reformularon el ya clásico ‘¿Por Qué Me Llamas a Estas Horas?’ entre visitas a las dos avenidas principales de Barcelona. Sonaron ‘Quien Abre Camino’, ‘Himno de Europa’, ‘Hermosa España’, ‘Flauta Man’ o ‘Yo Delego en Ti’. Y cuando todo parecía llegar a su fin, en mitad de la celebrada ‘Adelante Bonaparte’, el sonido se cortaba repentinamente a mitad de actuación sin dejar siquiera que terminasen el tema. Un feo gesto criticado por los asistentes que tuvo su recompensa en una suerte de justicia poética. ¡Y vaya poesía! Con lo puesto, aquí y ahora, Enric y los suyos decidieron una vez más terminar el concierto entre la gente, con sus cuerpos como únicos altavoces y ayudados por una multitud que acompañaba la liturgia popular. De nuevo nos volvió a hacer sentir partícipes en un proyecto que sale de sus entrañas y llega a nuestros corazones, y otra vez se lo agradecimos lo mejor que supimos en lo que fue uno de los momentos más emocionantes del festival.
Tras ellos enlazamos propuestas desconocidas para nosotros como la de los garajeros y acelerados Frankie and the Witch Fingers, quienes subieron los grados de una tarde ya de por sí calurosa, las psicodélicas Stonefields o The Beths, quienes sorprendían gratamente dando una lección de power pop antes de llegar a otro de nuestros conciertos señalados en rojo. Después de entrevistarles hace unos meses, el de Morgan era otra de esas actuaciones que no nos queríamos perder. En poco tiempo se han convertido en una de las grandes sensaciones de la escena nacional, realizando giras maratonianas por todo el país y agotando entradas en varias ciudades. Su mezcla de estilos y el buen hacer de sus músicos han catapultado al grupo a la primera línea, gracias en parte a canciones tan redondas como ‘Sargento de Hierro’, ‘The Child’ o esa ‘Oh, Oh’ que ponía a bailar a todo el graderío. Visiblemente emocionada, Nina agradecía al público su fidelidad y cariño. Y sin irnos demasiado lejos, en el escenario Jägermusic tocaba beberse ese chupito rebosante de juventud que destila la música de Yawners. La dupla artística formada por Elena Nieto y Martín Muñoz se convertía en uno de nuestros descubrimientos favoritos del año. Su álbum de debut contiene todo lo que podría soñar un disco de pop: melodías brillantes, guitarras musculosas y unos estribillos que se te meten en la cabeza para quedarse a vivir allí. Su directo es igual o mejor. Bajo la atenta mirada de unos pocos cientos de jóvenes, la maquinaria de Yawners nos pasaba por encima con temazos como ‘The Friend Song’, ‘Please, Please, Please’, ‘La Escalera’ o la energía desatada de ‘A Funny Laugh’. Todo ello sin olvidarse de la nostalgia positivista de ‘I’m Not Gonna Miss You Anyway’, con la que terminaban por rompernos todos los esquemas y demostrar que a veces las mejores cosas de los festivales suceden ahí, en los escenarios pequeños, donde la actitud no se negocia. Y de eso, esta pareja van más que sobrados.
No eran cabezas de cartel pero como si lo fueran. La popularidad de Carolina Durante no deja de aumentar y el foso del escenario principal se llenó hasta los topes para celebrar la insultante juventud de unas canciones que se cuentan por himnos. No sonaron especialmente bien pero tampoco hizo falta. Sobrados de actitud invocaron a las masas desde el primer acorde y se postularon como el próximo grupo necesario para incendiar cualquier festival que se precie. Se sucedieron los pogos, los vasos de cerveza en el aire y la gente sobrevolando nuestras cabezas mientras repasaban una breve discografía que fue celebrada como lo que es, una colección de postales de juventud hecha canciones. Si no son ya los cronistas de toda una generación están cerca de conseguirlo. Precisamente durante varias genealogías perdura y perdurará el legado de Spiritualized. Tras firmar el que según esta redacción fue por unanimidad el mejor disco del pasado año, Jason Pierce y los suyos pedían pista de aterrizaje en uno de los momentos más esperados de todo el cartel. Un recital que tal y como se demostró sigue sin ser para todos los públicos, pero cala hasta el alma a quienes comulgamos con su fascinante universo. El escaso tiempo del que se disponía para llevar a la práctica una aventura musical semejante exigía la máxima rapidez a un grupo poco amigo de las prisas. Sereno desde su silla y con los ojos cerrados, como ese astronauta preparado para una misión imposible, Pierce arrancaba la nave con ‘Come Together’. Un espectáculo que quemaría uno de sus mayores himnos con la llegada tempranera de ‘Soul On Fire’, que nos pillaba aún calentando motores. De ahí al presente, repasando algunas de sus últimas joyas, todas ellas elevadas a categoría celestial gracias a esos coros femeninos que por muchas veces que los escuchemos siguen consiguiendo estremecernos. Así sucedía con ‘Here It Comes, Let’s Go’, ‘The Prize’ o la conmovedora ‘Let’s Dance’, que ganaba consistencia para terminar en una bella madeja de distorsión y voces angelicales. No podemos dejar de pensar qué habría en esas dos páginas que el cosmonauta pasó sobre su atril cuando el tiempo apremiaba. Algunos nos habríamos quedado algunos años en un concierto de Spiritualized, pero tocaba regresar y con ‘Sail on Through’ cerraban la escotilla y partían hacía nuevos horizontes.
Eran tan grande la curiosidad que teníamos por ver cómo trasladaba Martí Perarnau al directo el universo que tan bien había sabido crear en “¿Hay Alguien en Casa?” que el concierto de Mucho nos hizo perdernos a nuestros queridos Trepat, a los que seguro volveremos a ver pronto por aquí. Hecho el guiño, volvemos al escenario Dr. Martens para rendirnos a las virtudes de los que nos ocupan. Acompañado por una banda de auténtico lujo en la que se encontraban Xavi Molero, Víctor Valiente, Emilio Saiz y el omnipresente Ricky Falkner, Perarnau nos puso a bailar con una contundencia inesperada. Toda la energía de sus canciones se eleva exponencialmente en directo, llevando la pegada al extremo, las melodías de voz a la perfección y lo electrónico a lo orgánico y de nuevo a lo electrónico. Un torbellino musical que nos supo a poco y en el que estamos deseando ya sumergirnos de nuevo. Con los sintetizadores ganando el pulso a la noche, la experimental música de Deerhunter encontraba campo libre para dar rienda suelta a todo su imaginario. El espigado Braford Cox y los suyos pueden presumir de ser uno de los grupos más genuinos de la escena. Nadie hace lo que ellos, o al menos no con tanta personalidad. Un carácter que en su traducción musical quedaría marcado para siempre con ese «Halcyon Digest» lleno de post punk, del que repasaban ‘Revival’, ‘Helicopter’ o la magistral ‘Desire Lines’. Todo ello sin perder de vista algunas de sus últimas creaciones, entre las que destacaban ‘What Happens to People’, ‘Futurism’ o esa ‘No One’s Sleeping’ que hacía honor a su título y nos mantenía con los ojos como platos y las orejas bien abiertas, atentos a uno de los conciertos más cautivadores del fin de semana.
Ahora sí, quedando para los valientes los últimos coletazos de la edición, la música de baile se abría camino como la última esperanza contra el agotamiento. Y a estas horas y en estos ritmos nadie reina mejor que Joe Crepúsculo, auténtico nigromante capaz de revivir a los muertos después de dos jornadas de festival. No puede ser de otra forma cuando un tipo sale a escena con un coctelero particular que le sirve combinados mientras clava algunos de los himnos más laureados de su techno orgullosamente hortera. Un setlist democrático que el maestro de ceremonias dejaba abierto, dando a elegir entre baladas o bakalao. Pero tal y como hemos podido comprobar en Madrid hace tan solo unos días, a veces la mayoría no tiene la razón. Las ganas de fiesta a cualquier precio le robaban el poder a toda esa serie de canciones de letras tan retorcidas como maravillosas. Aún echando en falta esta otra versión, el desparrame se hizo sentir frente a un escenario al que acudían en masa los últimos supervivientes. No faltaron ‘La Canción de tu Vida’, las colaboraciones con Tomasito ni un final grotesco con Nacho Vigalondo y las Hinds sobre las tablas celebrando como poseídos su mítica ‘Mi Fábrica de Baile’. Con las pulsaciones a tono, se reclamaba un último esfuerzo en el escenario principal para acompañar a Friendly Fires en el cierre definitivo. Ni el cansancio ni el sueño valen de excusa cuando un frontman se mueve por el escenario de la forma en la que lo hace Ed Macfarlane. Luchando contra los elementos, la banda británica prendía la pista con oficio y buenas dosis de electrónica. Con ellos nos despedíamos de otra edición que termina por confirmar que el Tomavistas sigue creciendo, y afortunadamente lo hace además manteniendo intacto ese espíritu particular que lo convierte sin duda en el mejor festival de la actualidad.
Texto: Iván Díaz y Luis Arteaga