caroline + Therematic @ Moby Dick Club (Madrid) 04-05-2022


Cada día cuesta más traspasar las puertas de una sala de conciertos y sorprenderte por lo que ves tras ellas y, por suerte, anoche en Moby Dick no hizo falta ni que sonara la música para comenzar a hacerlo. Los londinenses caroline (así, sin mayúsculas, que hasta para eso nadan a contracorriente) venían a presentar su debut homónimo y habían dispuesto un set circular no arriba, sino abajo del escenario, en ese espacio entre las tablas y la barra, habitualmente destinado al espectador. Nosotros, ese público que entró allí con curiosidad y salió como una manada de devotos, tuvimos que buscarnos las mañas para presenciar, de mejor o peor manera, un espectáculo que exigía, inconscientemente, silencio y atención. Mientras fuera todo era ruido y agitación, con una semifinal futbolera de locos a escasos 600 metros, entre las cuatro paredes de la sala la tensión sonora y el sepulcral silencio se podía masticar.
El indefinible sonido de caroline bebe, en parte, claro está, del post rock de bandas como Sigur Ros (así lo refleja el uso de cuerdas), pero más en una actitud y una manera de encarar las canciones que en el propio sonido en sí. Y es que no sé si hay demasiado de rock en unas composiciones tan rupturistas, tan dadas a llevar el folk hacia la destrucción noise. Si bien la interpretación en vivo se asemeja bastante a lo escuchado en el disco, entrar en el universo del grupo sin tener éste demasiado escuchado, como era mi caso, es toda una aventura en la que hasta arrancar unos aplausos en un segundo de silencio puede suponer romper el clímax de un tema que todavía no ha terminado. A través de su disposición circular y mirando hacía dentro, eran las miradas de los propios músicos las que coordinaban las dentelladas guitarreras, con una danza totalmente visual, mientras que las voces se proyectaban al aire, arrojando gritos por momentos y convirtiéndose en un sentido coro, casi eclesiástico y al que le sobran los micrófonos, en otros. Un baile de extremos con el que consiguieron mantenernos en alerta constante durante la hora que tardaron en repasar su debut homónimo, con tan solo unas palabras de agradecimiento en un esforzado castellano como desahogo justo antes de encarar el último tema.
Sería de muy mal gusto no mencionar aquí también a Therematic, encargados de abrir la noche y grandes contribuyentes a esa sensación de haber visto algo especial con la que nos fuimos a casa. Javier Díez Ena, a quién conocemos de formaciones como Dead Capo o Forastero, lleva ya unos cuantos años reivindicando a base de canciones ese instrumento “que se toca sin tocar”, como él mismo afirmó sobre el escenario (en el caso de los teloneros lo de “sobre” sí que es literal), y que se llama theremin. Con éste bajo sus manos y la compañía del batería Gonzalo Maestre repasó algunas de las canciones de su último disco, además de atreverse a pervertir con maravillosas formas clásicos como ‘Neon Lights’ de Kraftwerk o una ‘Caravan’ popularizada por Duke Ellington y que sonó sorprendentemente “free” y sorprendentemente “jazz”. Con todas ellas nos dieron una auténtica masterclass de ritmo y ambientes sonoros, dejándonos claro que el theremin es mucho más que ese instrumento aparentemente destinado a las bandas sonoras de terror. Desde luego, lo que vimos allí nos produjo de todo menos miedo.