Desde aquel abrasador debut publicado en 2012, los canadienses METZ siempre me han parecido una de las mejores bandas de la escena post-hardcore más ruidista y directa. Sus directos no hacían prisioneros y cada nuevo disco ponía más y más tensión a esa soga que, hasta el momento, no ha terminado de romperse. Aunque su último disco publicado hasta la fecha, un “Atlas Vending” editado en 2020, la ha llevado al límite. Es por eso que un álbum como el de Weird Nightmare funciona como perfecto desahogo melódico para Alex Edkins, guitarra y voz de la formación que, en esta nueva aventura, rescata algunas composiciones de los últimos años y les da forma en solitario. Todo lo “en solitario” que se puede entender en un disco que contiene los elementos que ha manejado siempre Edkins: guitarras, baterías, bajos y voz.
Con un sonido aguerrido y desbordante de suciedad, nos brinda algunas de las mejores melodías de su carrera en temas como la inicial ‘Searching for You’, de incipiente sabor a single, o ‘Lusitania’, en el que Cloud Nothings parecen darse de la mano de Weezer. O en esa ‘Wrecked’ en la que comparte tareas vocales con Alicia Bognanno, de Bully, y que contiene un jovial subidón instrumental y un final de gritar puño en alto. Y sin dejar de lado esas fantásticas melodías, temas como ‘Darkroom’ son un latigazo con el que genera un auténtico murote de sonido, casi digno de los propios METZ. También lo hace en ‘Dream’, rugosa y con el punto exacto de incomodidad para tus oídos y que desemboca en un punteo que distorsiona el sonido de los casi innombrables Dinosaur Jr.
En ‘Sunday Driver’, en cambio, son los más amables Rival Schools quienes me vienen a la cabeza, con esas melodías que atraviesan las guitarras. Y no dejemos pasar una ‘Oh No’ en la que, junto a Chad VanGaaleen, hace que los Queens of the Stone Age de los últimos años se sonrojen pensando en lo que podrían seguir siendo. Baterías electrónicas y teclados se deslizan sobre un ritmo imparable y unas voces que te pasan por encima y que desembocan en los siete minutos de ‘Holding Out’, cierre de disco con un sonido espacial y totalmente progresivo, con el que Edkins demuestra que tiene muchas cosas rondándole la cabeza. Por suerte, ha sabido canalizarlas aquí a la perfección, y el resultado es más que notable.