Festivalley 2015 @ Benavente (Zamora) 08-08-2015


A veces los carteles de un festival en la pared son la única manera que tenemos de enterarnos de su existencia, como un faro alumbrando una dirección. Y a veces, eso no es suficiente. El Festivalley arrancó su primera edición en Benavente cargado de expectativas pero no igualmente de afluencia. Traía consigo algunos de los nombres más potentes del panorama independiente nacional, como León Benavente, Ángel Stanich, Grises o Jero Romero, acompañados por otros nombres menos conocidos pero también a la altura y listos para conseguir una de las cosas que más nos gustan de los festivales: hacernos descubrir nuevos grupos.
Organizado para suceder en un solo día, la ciudad se convirtió en un gran escenario con tres zonas de conciertos, repartidas por la localidad, pero sin superponerse. De esta manera comenzaba el festival en el Parque de los Paseos de la Mota con una genial iniciativa, que fue acercar a dos de las bandas que tocarían por la noche, Smile y Willy Naves, a un público infantil. Tras sus actuaciones y con tiempo durante toda la mañana para asistir a las distintas actividades, exposiciones y mercadillos incluidas en la programación del festival, llegó la hora del vermouth con el comienzo de la siguiente ronda de conciertos, celebrados en el centro de la ciudad, en una calle, “La calle de los vinos”, convertida en escenario y con una sorpresa añadida que no constaba en el programa, de manera gratuita.
The Cucarachas Enojadas
Con una extraña puntualidad, los primeros en aparecer fueron The Cucarachas Enojadas. Normalmente cuando pensamos en un uniforme siempre nos viene a la mente la alienación sobre la personalidad cometida por una tela gris, pero cuando este es una camisa hawaiana y un sombrero de paja todo cambia, sabes que algo bueno va a pasar y así fue. La banda autóctona mostró toda su energía a través de su surf rock más bailable y consiguieron dar un digno comienzo a esta fase del Festivalley. Dedos rápidos sobre unas guitarras que recordaban a Los Coronas en sus primeros pasos, con ese mismo estilo arriesgado e instrumental con el que sabes que nunca vas a llegar a los 40 Principales. Y desde luego los asistentes a los que estaba dirigido este festival estamos agradecidos de que así sea. Con un público extrañamente entregado para hablar de las dos y media de la tarde empezamos a notar con ellos que igual una calle llamada «de los vinos” a la hora del vermouth no era una mala elección.
Jero Romero
Si hay algo bueno de los conciertos en directo es la sinceridad del sonido, sin producción o montaje. Las guitarras suenan a los dedos que rasgan las cuerdas, las voces no atraviesan un embudo de vocoders antes de llegar a tus oídos y el infinito giro del CD en el reproductor es sustituido por un diálogo de movimiento y sonido. Tras la escucha de su último disco autoeditado, “Grietas”, que personalmente no habíamos deglutido lo suficiente aún, el directo de Jero Romero y su banda llegó como una marea que se superponía a la idea de las grabaciones, dejando toda la fuerza en el escenario con la profesionalidad y complicidad marcando un sonido mucho más enfático y a ratos con un toque blues que hacía sentir esa armonía entre artista y un público que cantaba y coreaba los temas más conocidos, como ‘Fue Hoy’.
El Lado Oscuro de la Broca
Seguidamente y con muchas ganas por nuestra parte subieron al escenario El Lado Oscuro de la Broca, también grupo zamorano y con un sonido post-punk que chocaba tanto con el resto del cartel como con las horas a las que les tocó actuar. Las cuatro de la tarde bajo un sol vertical no parece el mejor ambiente para el sonido noise y oscuro que nos iban a proporcionar, que recuerda a Disco Las Palmeras o, como ellos mismos afirman, a El Columpio Asesino y Mogwai. Aún así, y presentando su nueva grabación, «Beta», lograron crear la atmósfera densa y asfixiante que merecían a golpe de un sonido de distorsión crudo y rabioso. Y aunque la puesta en escena fue poca, aquí lo que hubo fue una banda que disparaba temazo tras temazo a un público agitado ante la potencia instrumental y unas voces que se mezclaban entre la sinfonía como un elemento más sin dar respiro. Temas como ‘Meseta’ o ‘Tropical’ cobran una nueva dimensión en directo, cuando en vez de intempretarlos parece que los lanzan contra ti montados sobre una división de panzers.
Shinova
Cerrando la sesión de la tarde estuvieron la banda vasca Shinova. Alejados de sus comienzos en los que ofrecían un sonido más duro y metal, llegaron a Benavente trayendo casi exclusivamente las canciones de su último disco, “Ana y El Artista Temerario”, con un par de años ya a la espalda, mucho más descafeinado y a un paso de caer en un agujero de pop comercial y precisamente poco temerario que compensaron con un espectacular directo. Gabriel, cantante de la banda, demuestra sus años de experiencia en los escenarios sabiendo ser un auténtico frontman y manejando al público para que bailen, coreen o salten. Con un buen chorro de voz daba forma a las canciones a su antojo, convirtiendo ‘Shakespeare in Shock’ o ‘Artista Temerario’ en los cortes más dignos de los 45 minutos que tocaron. Aún así, y teniendo un sonido de calidad que jamás esperaríamos de una calle de estas características como escenario, no terminaron de saltar a la potencia del directo, ejecutando el disco nota a nota tal como suena en la grabación original pero sin dotarlo del alma que tienen los eventos en vivo.
Finalizada la segunda tanda de conciertos, la primera para la mayoría de los allí presentes, nos dispusimos a comprobar que, como indicaba el programa, nos encontrabamos ante un festival que nace en su primera edición con la intención de convertirse en un ejercicio multidisciplinar. Allí pudimos hablar con Yolanda Gutiérrez, una de las coordinadoras de las actividades paralelas del festival además de toda la imagen de este y responsable de La Olla Gráfica, que nos puso sobre la pista de algo que realmente ya imaginábamos: organizar un festival es una cosa realmente jodida, sobre todo en su primera edición. Entre las actividades programadas había un mercado de artesanía y segunda mano, live painting, talleres, espectáculos infantiles y exposiciones, aunque curiosamente la mayoría de ellas ya habían finalizado en ese espacio entre la ronda de la tarde y el gran final con los cabezas de cartel, que llegaría a partir de las 20:30 horas.
Así empezó a atardecer en Benavente, dos horas después del final del ultimo concierto de la tarde y con los artistas totalmente mezclados con la gente. Era fácil cruzarse con ellos en terrazas, calles o en el peregrinaje hacia el recinto ferial donde se sucedería el gran final.
Jack Knife
Ser el primero en abrir tiene que ser duro, una mezcla de responsabilidad y frustración. Animar a un público que llega a ráfagas todavía metido en sus asuntos, más dificil aún. Grupúsculos de personas se iban arremolinando alrededor del escenario cuando Jack Knife soltaba los primeros acordes de su rock garajero curtido ya en varios festivales del 2015. Sonando rápidos y enérgicos y sin importarles la cantidad de público o el interés de estos movilizaron a todos los que les estaban prestando, aunque sea, una mínima atención.
Willy Naves
Por fin la tarde se convertía en noche y daba un telón de fondo más acorde. Los pipas montaban y desmontaban y la gente seguía llegando a cuentagotas mientras algunos se perdían por el camino en la carpa de los Dj’s Jotapop y Brummel, que hacían la competencia directa al escenario principal, al menos en lo que volumen se refiere. Pero el tiempo no se detiene y llegó la hora de Willy Naves, aunque con un ligero retraso.
La organización del festival seguía mostrando su buen hacer a nivel técnico, con un sonido que seguía siendo potente pero definido. La banda, guiada por el asturiano, acercó su pop-rock a un público cautivo de su buen hacer, que presenciaba la actuación firme y tranquilo (igual demasiado), tal vez agotados por la entrega en los conciertos de la mañana. Al final, un repertorio que incluía varios de sus temas antiguos y que en una pauta muy acertada fue siguiendo un crescendo rítmico, logró los primeros saltos de la noche entre los asistentes al Festivalley.
Smile
Entre banda y banda se comenzaban a intuir lo que iban a ser los principales problemas de la noche: las temperaturas descendían lentamente y los retrasos se seguían sumando. La carpa rompía la pausa reclamando asistentes para sí, y entre el refugio del frío y el buen hacer de los Djs llegó a tener más gente que los primeros conciertos de la noche. Smile empezaban haciendo notar esto, intentando proyectar un ritmo que eclipsara a la carpa y que devolviera al público al escenario principal, con un contagioso buen rollo, un sonido entre el folk y el pop optimista que hacía que aun desconociendo los temas quisieses seguir su ritmo. Con un estilo íntimo es el tipo de bandas que destaca en espacios cortos, y se nota que disfrutan de la cercanía con la gente que acude a verles. Su mejor momento y una demostración de esta simbiosis con el público llegó cuando en los dos últimos temas, extraídos de su ultimo EP «Out of Season», bajaron directamente a tocar entre el público, una muchedumbre que les rodeaba encandilados por la sorpresa del improvisado acústico que estaban presenciando. Terminado el concierto lo más indicado que se puede decir de ellos es que desde luego hacen honor a su nombre.
León Benavente
La una de la madrugada, las temperaturas definitivamente no se habían enterado de que ya era agosto y los Djs hacían las delicias con su selección musical a un público entregado a los dueños del único refugio de la intemperie. Pese a los retrasos, los asistentes seguían dispuestos a disfrutar de lo que tenía que ser el fin de traca. Un cambio de orden trajo primero a León Benavente, en apariencia entusiasmados de tocar en la ciudad que les da nombre y en el que fue su último concierto antes de retirarse para la grabación de su nuevo álbum tras dos años girando con un único disco y un EP que resultaron ser una sorpresa absoluta.
Abraham Boba tomó las riendas de un festival que esperaba este momento, pese a haber estado en prácticamente todos los eventos del estilo desde la formación de la banda, que poco nos deja que decir de ellos que no se haya dicho ya. Con un rápido rasgado de guitarra empezó todo, el público se reunió alrededor del escenario y la banda comenzó con su repertorio, el cual se podría asegurar que ya está repleto de clásicos. Con una contundencia sonora que partía la noche, ‘Ánimo Valiente’, con un ritmo constante de guitarra y teclado, desentumeció a un público entregado. Según encadenaban los temas la agitación se volvía mayor. La profesionalidad de estar tres años haciendo lo mismo lo convierte casi en un teatro, y desde luego saben lo que hacen cuando se les sigue exigiendo lo mismo. Como dicen en ‘Ser Brigada’, mirarles es como mirar «la serie Negra de Goya».
Tras calmar esta locura de decibelios con temas como ‘Década’, que permitía un respiro para toda la energía desprendida, ‘Todos contra Todos’ y ‘El Rey Ricardo’ cerraron el directo dejando al respetable totalmente eufórico para recibir a quien fuera que fuese a tocar después. Echamos de menos la ausencia de ‘Cuesta Abajo’, versión de la canción de Lorena Álvarez que les ha acompañado en sus últimos bolos y que se ha convertido en uno de los grandes temas favoritos.
Ángel Stanich
Algo inherente a los festivales son los retrasos, que penden como una soga sobre los organizadores y nunca retroceden, como una bola de nieve que rodando siempre va a más. Con Ángel Stanich esa bola de nieve estaba rozando unas dimensiones que hacían pensar que antes o después tendrían que mandar a Bruce Willis con una carga de explosivos para hacerla saltar por los aires antes de que acabara con el tiempo mismo. Solo, subió al escenario valiente y capaz de contentar al público comenzando en acústico. Con un estilo que el mismo define como lisérgico y que a ratos recuerda a la locura psicodélica de los 60, el desconcierto provocado por su estilo de voz se rompe recordando a algún cantautor del otro lado del charco.
La banda, que esperaba su turno tras el arranque en solitario, le entregó la llave del movimiento al frontman de la banda, que liberado del peso de ser el único delante del micrófono entró en un estado alterado en el que parecía que las tablas se le quedaban pequeñas. Una mezcla de estilos identificables salían de los amplificadores, notas de blues, rock clásico y hasta puntos de pop. Con la llegada de los temas más conocidos, como ‘Carbura!’ o ‘Miss Trueno ’89’, los asistentes demostraron que el frío no es enemigo para la cadencia de un sonido tan potente y pidiendo la participación del público para los coros de ‘El Río’ concluyeron dejando el sabor de boca de haber obtenido mucho más de lo que se podía esperar.
Grises
Nuevamente desde el norte, los vascos Grises se llevaron la peor parte. La carpa de Dj’s había cerrado ya, las temperaturas estaban bajo mínimos y el retraso se convirtió en un abismo insalvable para muchos, que abandonaron el recinto dejando a una banda con afán perfeccionista actuando ante poco más que un puñado de fans, deseosos quizá más de que acabara para poder marcharse que de disfrutar del grupo. Aún así, y nuevamente con un profesionalidad digna de la pasión por la música, concluyeron la actuación creando un punto final perfectamente redondo para un festival novel.
Podríamos decir que según el coche nos alejaba de Benavente crecían nuestras ganas de volver el año que viene a la segunda edición del festival. Y ojalá así sea. Tampoco podemos olvidar que es necesario subsanar algunos fallos de organización si quieren conseguir asentarse entre los grandes nombres del panorama festivalero del verano. Pero si el año que viene tienen la misma carga de buenas intenciones y las bazas a favor que ya han tenido este, como el cartel o los eventos que lo han rodeado, solo podemos preguntarnos, ¿dónde hay que firmar?
Texto: Antonio Poza
Fotografías: Belén Aguayo
Es un articulo que refleja bastante bien la realidad, pero habría que tener más cuidado con los detalles. Leyendo este articulo podría pensar que quien escribe no ha vivido el festival.
Ángel Stanich ha tocado en acústico y en solitario solo parte de la primera canción.
Deberíais revisar esta frase: <>
Muy bueno el comentario final sobre el concierto de León Benavente. Personalmente yo también he echado de menos la ausencia de ‘Cuesta Abajo’. Los músicos a veces toman decisiones equivocadas…
Me parece la mejor crítica de cuantas he leído sobre el Festivalley, subrayo cada una de las palabras de Antonio Poza (y hago doble subrayado a las últimas: «¿Dónde hay que firmar?»), pero, porque siempre hay un pero, añadiría algo que solo sabes si eres, vives o has vivido en Benavente:
Si crear un festivalley es siempre difícil, montarlo en Benavente es prácticamente imposible. En una ciudad como esta, donde los toros pululan por los corazones y mentes de una gran mayoría (para la gran pena de la minoría restante), crear cultura sin representación taurina de ningún tipo hace que los apoyos disminuyan bastante, sobretodo por parte de la ciudadanía, que, por contradictorio que parezca, son quienes más lo necesitan, ya que los eventos que traigan cultura y vida (turismo) a la ciudad son inexistentes (bueno, vale, sí, se acepta la semana del Toro enmaromado como evento que llena de vida la ciudad, pero que carece de cultura por completo).
Sin querer entrar en más polémicas, yo, como asistente que fui y con la suerte de haberlo podido vivir también desde dentro, me quito el sombrero ante estos valientes, que tienen mi respeto y, por supuesto, mi apoyo para todas las ediciones que vengan, que espero que sean tantas que hagan que algunos de los futuros asistentes quieran echar la vista atrás y decir: «yo fui uno de los pocos afortunados que fueron a la primera edición» o «lástima que dejara pasar aquella primera edición».
¡Larga vida al Festivalley!