Dropkick Murphys @ Sala La Riviera (Madrid) 16-02-2015


Ya en las horas previas al concierto, los aledaños de La Riviera empezaban a convertirse en un hervidero de gente. Bares atestados, kilts irlandeses y mucha, mucha cerveza, presagiaban la llegada de los Murphys a Madrid. Un ambiente que ya en el interior del recinto empezaban a caldear primero Bryan McPherson y Blood Or Whiskey después, preparando los oídos del respetable para la buena dosis de celtic punk que nos iba a caer esa noche.
Un impacto que aumentó considerablemente cuando entraron en el escenario The Mahones, quienes aprovecharon sus poco más de 40 minutos para vapulearnos por completo. Finny McConnell y los suyos pusieron a fermentar las bases para una gran noche de música y demostraron de paso que en directo son como una jauría de bestias. Mención especial para Katie «Kaboom» McConnell, que con sus obscenos movimientos parecía estar en un estado de éxtasis orgásmico con su acordeón. Sencillamente impresionantes.
Pese a que a todos nos hubiese gustado catar un poco más de la amarga espuma de los Mahones, llegaba el momento más esperado de la noche y entraban en estampida los chicos de Boston.
Haciendo gala de esa enorme agresividad tan propia de ellos, Al Barr y Ken Casey pronto devoraron el escenario con ‘Out Of Our Heads’ y nos avasallaron del todo cuando, después de los primeros temas, se arrancaron con uno de sus mejores himnos, el mítico ‘The Warrior’s Code’. Momento tras el cual el público respondió con varios alaridos cavernarios de «Lets go Murphys!», un grito de guerra que se repetiría a lo largo de todo el concierto. Unos segundos de descanso antes de que volvieran nada menos que con ‘Prisioner’s Song’ y ‘Rose Tattoo’, dos de sus canciones más coreadas y que daban paso a un tramo algo más calmado, si es que alguno lo es en un concierto de los Dropkick Murphys.
Con una puesta en escena digna de ser referenciada, en la que la actitud del grupo y los visuales que traían consigo te sumían de lleno en el ambiente, no tardaron demasiado en volver a embriagarnos con otro de los temas que no podía fallar, ‘Johnny, I Hardly Knew Ya’, que de nuevo revolucionaba la sangre de todos los presentes. Y así, casi sin darnos cuenta y como testigos de una especie de sueño etílico, llegaba su canción más legandaria, ‘I’m Shipping Up To Boston’, en la cual colaboraron con los Dropkick Murphys todos los teloneros anteriores, una actuación que provocó un estruendo de sonidos celtas tan intenso como melódico.
Para cerrar el concierto los chicos de Boston volvían en el encore con ‘The Boys Are Back’, tras el cual, con una invasión progresiva del escenario, se cerraba la taberna de los Murphys hasta nueva orden. Una resaca que tardará en pasar y que a diferencia de otras deja muy buen sabor de boca.
Fotografías: Luis Arteaga