Cuenta la leyenda (o más bien lo hace la nota de prensa del disco) que minutos después de terminar la grabación de “Els Mals Costums”, su anterior disco, Anna Andreu empezó a trabajar en unas nuevas canciones que dan lugar ahora a “La Mida”. No es de extrañar, si tenemos en cuenta la brevedad de su primera colección de temas y el latente feeling que respiraba un disco en el que se asociaba con Marina Arrufat, que sumaba precisión percutiva a la voz y guitarra de Andreu. Aquello no podía quedarse ahí, y mucho menos con la incertidumbre de la situación en la que fueron publicadas las canciones (os acordáis todavía de que hubo una pandemia ¿no?) y que seguramente acabó por lastrar un tanto la vida de un disco como aquel.
Dos años después han cambiado tantas cosas y a la vez tan pocas que afrontamos este segundo disco de Anna Andreu con ilusiones renovadas, y nos encontramos con una obra tan breve y certera como la anterior, que transita por similares coordenadas sonoras y que vuelve a conquistarnos con furtiva belleza. Es este un disco menos crudo, más inmediato, con una cadencia hipnótica que te atrapa sin darte cuenta y con unos teclados y sintes que están cada vez más presentes, aunque sin llegar a demandar un protagonismo que sigue recayendo en los delicados golpes de guitarra y la poderosa voz de Andreu. Con todo ello han creado un universo que conecta con el de artistas como Ferran Palau, presente aquí en ‘Un Son’, en la que colabora para danzar a dos voces entre fogonazos de teclados ochenteros, o su escudero habitual Jordi Matas, que repite en labores de producción arropando a la perfección la propuesta musical. Desde la inicial ‘Penyora’, rebosante de delicado groove, hasta la final ‘El Mur’, agresiva en su fraseo y la distorsión de las guitarras, todo funciona a la perfección. Y viene además, con un envoltorio de lujo, el que le dan las preciosas fotos de Silvia Poch, que vuelve a encargarse del apartado gráfico pero llevándonos hacia una estética distinta a la de su anterior disco.