“Vulk Ez Da”, en castellano “Vulk No Es”, es el título del nuevo trabajo discográfico del cuarteto vasco. Una negación con espíritu de reinvención, de dejar atrás todas las dificultades y arrancar una nueva etapa con más fuerza que nunca. Ya sabéis, eso de “retroceder solo para coger carrerilla”. Parece ésta la máxima autoimpuesta por la banda que nos ocupa, que tras dos discos se vió inmersa en un parón y algún cambio de formación que casi se los lleva por delante. En su regreso no todo sigue igual, aunque lo esencial permanezca. El primer cambio es que dejan atrás todo atisbo de inglés en sus letras para escribir íntegramente en euskera, idioma que ya deberíamos tener todos los que escuchamos rock más que interiorizado gracias a bandas tan imprescindibles como Berri Txarrak. El segundo, que debutan con el sello Montgrí, escudería formada por la gente de Cala Vento y que poco a poco va dando forma a un catálogo tan interesante como ecléctico.
Grabado completamente en directo y de manera analógica, con Íñigo Irazoki (Belako, Ainara LeGardon) a los mandos, sus diez temas suenan tan crudos y orgánicos como puedes intuir al leer esto. Punk rock seco y directo, con los serpenteos y cambios de ritmo propios del post hardcore más noventero asomando tras cada esquina. Un péndulo que oscila entre Fugazi y Lisabö y que, por momentos, se para en medio para soltarnos un directo a la mandíbula. Vulk son capaces de construir catedrales como las de ‘Militintzia Sutsua’, que va creciendo hacía una maraña de distorsión, noise y desgarro sonoro con el paso de los minutos. O de sonar jodidamente imprevisibles, como lo hacen en ‘Etsai, Orpoan’, cambiante tras cada final de párrafo instrumental. También de engancharnos a la primera con la inmediatez de ‘Lanaren Kanta’, que tiene algo de los Biffy Clyro más excitantes en esas guitarras juguetonas y ágiles. Y de cerrar un disco con la violencia del tema que le da título, atravesado por un bajo atronador que asoma la cabeza entre cuerdas rasgadas y un fraseo vocal descarnado.
“Vulk Ez Da” da donde duele, desde su sonido hasta unas letras en las que encontramos atisbos de amor rodeados de violencia (“Doy fe de que nunca he pegado un tiro, pero acabaría con un policía a cambio de tu corazón”), llamadas a la acción individual y a la valentía para cambiar las cosas (“La sociedad debe vivir peligrosamente, si realmente quiere vivir”) y proclamas contra una forma de trabajar que anula nuestra vida (“¿Cuándo se va a acabar mi jornada? ¿Llegaré a quedar contigo? Siempre tarde, tenía mucho trabajo”). Una banda con los pies en el suelo.