Squid – «Bright Green Field» (2021)


Si ya es difícil llevar la cuenta de las olas pandémicas que estamos sufriendo ni os digo tener controladas cuantas nuevas olas musicales nos van llegando desde las Islas Británicas. La última parece tener su epicentro en Inglaterra (incluso siendo más concretos podríamos decir en Londres) y entre sus protagonistas grupos como Shame o Fat White Family, primero, y Black Country, New Road o estos Squid que nos ocupan hoy, más actualmente. Vitales son también dentro de este movimiento personajes como el productor Dan Carey, quien ha trabajado con artistas como Kae Tempest o Fontaines D.C. y que se sitúa tras los mandos en este “Bright Green Field”.
Lo mejor que se puede decir del debut en largo de Squid es que constantemente están pasando cosas en él y prácticamente ninguna se repite. Aunque el kraut está en la base de su sonido los londinenses casi nunca entran en bucle, sino que más bien van dejando fluir influencias e ideas, dotando a todo de una sensación de improvisación controlada y constante riesgo. Desde la batería, Oliver Judge lleva la voz cantante (literalmente) invocando el espíritu de Mark E. Smith a base de unos fraseos y unas subidas y bajadas de tono que nos recuerdan al que fuera líder de The Fall. Proclamas más que cánticos son los que proyecta mientras da forma a una base rítmica que no está carente de groove. Y es que las pinceladas funk y algunos ambientes cercanos al dub (‘G.S.K.’) se dan de hostias con tics propios del post punk, esa etiqueta que suele ser un cajón de sastre pero que es inevitable poner aquí en primera línea.
En tiempos de discos breves y canciones más cortas todavía, Squid se lo pasan todo por el forro y nos brindan casi una hora de música sin complejos ni directrices. En ‘Narrator’ se van hasta los ocho minutos llevándonos desde el recién mencionado post punk desenfadado y juguetón del comienzo hasta una parte final puramente noise, con Judge desgañitándose sobre un remolino de ruido y los gritos desquiciados de Martha Skye Murphy, que colabora en el tema. ‘Boy Racers’ contiene una primera parte que recuerda a una versión cabreada de LCD Soundsystem y una segunda en la que los drones electrónicos y las voces robóticas toman el control para descolocar a cualquiera que, a estas alturas del disco, piense que ya les ha pillado el rollo. En ‘2010’ siguen jugando con los extremos con dos voces entrelazadas, introduciendo de pronto unos arreglos de cuerda y rematando la marcianada con una explosión incontrolada de guitarras. Y en ‘Paddling’ y ‘Peel St.’ se ponen juguetones y bailables, escuela Gang of Four, mientras que en ‘Global Groove’ hacen todo lo contrario, proclamando que están “enfermos y cansados de bailar” sobre un ritmo ralentizado y unos vientos deliciosamente narcóticos.