Madee – «Eternity Mingled With the Sea» (2021)


Han pasado catorce años ya desde que Madee publicaron «L’Antarctica», un disco con el que todo parecía apuntar a que darían un pequeño salto que no terminó de materializarse. Tras aquella gira el grupo ponía fin a su carrera y sus diferentes miembros continuaban con sus vidas, más o menos cercanas al mundo de la música, con Ramón Rodríguez como cara más visible al frente de su nuevo proyecto, The New Raemon, y el teclista Marc Prats participando en este y en muchos otros. Tras de sí dejaban cuatro discos que merecieron más fortuna comercial pero que, igualmente, quienes les seguimos desde el principio los tenemos en un pedestal. Nunca olvidaré alguna de sus actuaciones en mi querida (y ahora añorada) sala Moby Dick. Cuatro paredes entre las que me pusieron las emociones a flor de piel en más de una ocasión.
Desde entonces, algunos arrebatos de nostalgia les llevaron a los escenarios, e incluso pasaron por el estudio de grabación para ofrecernos «Age of Ruin», doble single publicado en 2014 y tras el que comenzaron a comentar la posibilidad de ir lanzando canciones de manera periódica. Al final no ha sido hasta ahora cuando, y en forma de disco completo, hemos podido escuchar unas composiciones que nacen sin presión y del placer que da una reunión de amigos. De la formación original solo falta a la cita el batería Lluís Cots, sustituido por un Antonio Postius, que es uno de sus discípulos más directos y que ha sido capaz de mostrar su lado más comedido tras aporrear baquetas con energía juvenil en grupos como Mourn o Gyoza.
«Eternity Mingled With the Sea» bien podría haber sido publicado en 2010, como aquel quinto disco del grupo que nos arrebataron. También en 1994, cuando lo habríamos englobado en la explosión emo encabezada por bandas como Sunny Day Real Estate, siempre clara influencia para los de Cabrils. Si me apuras, incluso una década antes, cuando The Cure dejaron claro que los 80 no eran solo terreno de sintetizadores y pop domesticado y supieron darle ese de barniz de oscuridad a un sonido que bebía del rock más clásico. En aquellos barros se adentran las nuevas canciones de Madee y un disco que no puede darnos mejor bienvenida que con esas guitarras iniciales, que es todo un recital vocal de subidas y bajadas de tono y que muestra su mejor cara en unos medios tiempos en los que contienen la épica como nadie. La brutal emotividad de ‘Metamorphosis’, el ambiente sonoro de ‘Room 205’, los cambiantes pasajes instrumentales de ‘Night of the New Moon’ o una ‘Curtain Call’ que va creciendo hasta alcanzar una intensa cima emocional para después dejarnos caer al vacío del silencio se muestran como puntos álgidos de un trabajo que respira frescura. Lo hace también en temas más directos y cortantes, como ‘Under the Sun’, single en potencia gracias a sus ágiles guitarras y un estribillo tan breve y sencillo como explosivo. O con una ‘Blanchard Avenue Blues’ que se articula sobre una ochentera línea de bajo sobre la que escuchamos arreglos acústicos y unos fraseos que vuelan libres para poner voz a las letras firmadas por el escritor y fotógrafo norteamericano Mark Swanson. Todo funciona a la perfección en un disco que esperamos que no se quede en mera anécdota. Que continúe esta reunión de amigos.