Pocas palabras deben representar más el momento que vive actualmente la gente nacida a principios de este siglo que «incertidumbre». Bueno, siendo sinceros, a los que dejamos atrás hace tiempo la treintena tampoco nos va demasiado mejor. Todos convivimos cada día con la incertidumbre del mañana en medio de un planeta en guerra, abocado al desastre climático y con la economía siempre en la cuerda floja. Es por eso que hay que disfrutar a diario de los pequeños placeres que nos da la vida y discos como el debut en largo de Carlota Flâneur es, sin duda, uno de ellos. Uno al que pone título, precisamente, esa incertidumbre generalizada, pero a la que llega, líricamente, por caminos más cotidianos y cercanos al día a día de cada uno. Un reflejo perfecto de que lo más importante, y lo que realmente define nuestras vidas, está en las pequeñas cosas.
«Uncertainty» viene precedido por un EP que sentaba las bases del sonido de la artista catalana y tras el que extiende, sin grandes aspavientos, su universo musical, y también el visual. Algo menos de media hora de música que le bastan para abrazarnos con temas de pop pluscuamperfecto licenciado desde la más preciosa (y precisa) sencillez, como ya dejó claro la muy premonitoria ‘Lungs’, que funcionó como primer adelanto del disco.
A lo largo de sus diez canciones nos encontramos con discretos sintes que sirven de base sonora a temas como ‘Alive at the Same Time’, o que se dejan ver a modo de fogonazos en otros como ‘Balance’, una canción en la que perderte gracias al fraseo de Carlota y esa juguetona línea de bajo que juega con los silencios. Destacables son también los arpegios de guitarra y los percutivos ritmos de ‘Brave’, en la que la voz nos brinda una melodía con sabor a clásico, casi afrancesado, mientras que en ‘Blood’ parece rendir homenaje, por momentos y en esos melódicos juegos de voces, a la parte más pop de Tyler, the Creator, del que ya versionó ‘See You Again’ llevándosela elegantemente a su terreno.
Y no puede haber un mejor cierre de disco que el de ‘Kind’, tema en el que se desnuda instrumentalmente para hacernos flotar con la crudeza del simple trasteo de una guitarra y la belleza de su voz. Y es que, en general, todo el trabajo se encuentra atravesado por una instrumentación tan minimalista como elegante y en la que, suponemos, algo habrá tenido que ver Ferran Palau, maestro en estas lides y productor de un disco que actualmente podría servir de refugio existencial para algunas generaciones. Y si no, al menos habrá conseguido hacernos pasar un buen rato, que no es poco decir.