Canciones de amor y esperanza


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Orfeo bajó a los infiernos tratando de recuperar a su amada Eurídice. Por mucho que la muerte le hubiera arrebatado a la muchacha, él no se arredró. Confiaba en que la pureza de su amor pudiese transgredir las recias leyes que ordenan nuestra condición. Como vehículo para expresar tan excelsos sentimientos eligió la música, y no con mal criterio: semejante subversión del orden natural necesitaba de un arte capaz de ablandar a los dioses, en sintonía con su noble aspiración y con la intensidad de su deseo. El sonido de su lira enterneció, efectivamente, a los dioses; si su tentativa se vio finalmente frustrada fue debido a la imprudencia y precipitación humanas.
La fábula de Orfeo y Eurídice nos recuerda que si existe una disciplina artística susceptible de un hermanamiento profundo con los sentimientos, esa es la música. La música puede expresar rabia, dolor, confusión o alegría de forma inmediata y natural. Esto es así por su misma condición etérea e intangible: acoge con ductilidad el sentimiento humano porque es la más espiritual de las artes. El amor representaría, a su vez, la vibración que dota de brillo al alma; la tímbrica particular del espíritu. Por esto mismo, cuando el espíritu humano revela un irreprimible deseo de ascender de grado y abrazar la trascendencia (en virtud del amor), la música se torna arte sublime: al servir a un propósito salvífico, llena, en palabras de Nick Cave, “la distancia entre nosotros y Dios”.
La música capaz de “ablandar a los dioses” es aquella que nos sirve como verdadero lenitivo anímico, que vigoriza nuestra maltrecha conciencia apelando a ese afán de redención que, tropezando en nuestro día a día con cien mil escollos, siempre se ve frustrado. Es precisamente nuestro día a día, tumultuoso y agitado, el que imposibilita concederles tiempo a las grandes composiciones de Bach o las sinfonías de Mahler, supuestas cimas expresivas del ethos artístico que prioriza lo espiritual. En su lugar, la mayoría tenemos que conformarnos con esa devaluada invención conocida como “canción de amor”, colonizada tradicionalmente por toda suerte de estereotipos sentimentales.
Desde aquí vamos a proponer una selección que dé cuenta de esa otra “canción de amor” capaz de desvelar anhelos de firme anclaje espiritual: raptos extáticos, invocaciones místicas, un sentimiento de hermandad universal a través del amor familiar… Emoción ajena al bullicio mundano basado en el cómputo y la utilidad. Tan ajena a esto, de hecho, que además de expresar un amor desbordante, exigen nuestra total entrega y amor; pues, como dijo Oscar Wilde: “podemos perdonar a un hombre por hacer algo útil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer algo inútil es que uno lo admire intensamente. Todo arte es completamente inútil”.
‘A Love Supreme’ – John Coltrane
El Opus Magnum de la música popular del siglo XX no podía versar sobre otra cosa: El amor divino. El supremo Hacedor cuida de nosotros y nos quiere. Coltrane lo tiene claro: su mensaje no alude a ningún credo concreto, solo a esa búsqueda de amparo que late en todos nosotros.
‘New Morning’ – Nick Cave & The Bad Seeds
La acción de la gracia operando en el subsuelo. Cristo redimiendo en territorio hostil, ahí «donde campea el enemigo”, en palabras de Flannery O’Connor. Sugerencias claras al primer Cave, que cristalizan en este esperanzador canto de inconfundible aroma dylaniano.
‘Be Not So Fearful’ – Bill Fay
La prodigiosa fórmula de Bill Fay (líneas melódicas austeras y un contenido lírico que rehúye la altisonancia) arrojó réditos incontestables desde sus ignotos comienzos. En este caso, se trata de una adorable muestra de gospel hierático con vistas a consolar a todas las almas afligidas.
‘Gold Day’ – Sparklehorse
Dentro del hermético cancionero de Mark Linkous descuella esta pieza de resonancias beatlenianas y largo alcance emocional. Los temores, alegrías y esperanzas asociados a la paternidad condensados en 4 minutos: “espero que todos tus días sean dorados, hijo mío”.
‘Lord, Can You Hear Me?’ – Spacemen 3
La mística farmacológica diluyéndose en un sentimiento oceánico de abandono. La trémula inquietud última del psiconauta, vislumbrando el desfondamiento del alma. La otra cara de ‘Walking With Jesus’: “no puedo tener suficiente vida para mantenerme satisfecho”.
‘Take It Whit Me’ – Tom Waits
La cumbre lírica del magistral «Mule Variations» es también el tema más sobrio: unas compungidas notas de piano y la rasposa voz de Waits. Sobra y basta para lograr un efecto devastador. Contribuye, claro está, una letra verdaderamente conmovedora.
‘Silver & Gold’ – Neil Young
Hermosa oda al amor sencillo y puro en el contexto de los vínculos familiares (marco conceptual del disco al que da título, tristemente infravalorado). Al igual que ‘Harvest Moon’ o ‘Heart of Gold’, hermanas espirituales, un clásico inmarcesible que habla de lo único fundamental.
‘God Help Me’ – The Jesus & Mary Chain
El rock indolente de los hermanos Reid pasado por el filtro de la estandarización formal (en «Stoned and Dethroned») pudo preservar la intensidad necesaria para esta herrumbrosa letanía de aliento reverencial. El carisma vocal del gran Shane Mcgowan hizo el resto.
‘Jesus’ – The Velvet Underground
El tercer disco de la Velvet Underground supuso un salto cualitativo notable a nivel lírico. De las temáticas epatantes pasaron a un turbador intimismo que escrutaba angulosos aspectos de la condición humana. Los anhelos redentoristas de ‘Jesus’ ejemplifican este admirable viraje.
‘The Wrong Child’ – R.E.M.
La exclusión social y la necesidad de afecto son las premisas básicas de una de las canciones más desgarradoras jamás escritas, envuelta en una atmósfera bucólica que funde ternura y pura congoja. Radiante gente feliz.
‘Love Song’ – Syd Barrett
La supuesta locura visionaria despojada de grandilocuencia, abrumadores efectos sonoros y cosmovisiones ácidas. Cálida y sencilla, rezuma ingenuidad e incluso cierto infantilismo. ¿El sentido último de la psicodelia? Antes de suponer demérito alguno, terminaría de dignificarla.
‘Alifib’ – Robert Wyatt
El flujo de la conciencia (des)articulado en base a referencias muy concretas: el amor conyugal y el deseo de vivir. Un borbotón indescifrable desde una existencia frágil y menesterosa (como toda existencia) que se enmaraña en la búsqueda de su propio sentido.
‘Theöne’ – Lambchop
Kurt Wagner acentúa el componente sentimental dejando de lado su habitual sentido de la ironía y socarrón humor. Delicado ejercicio de equilibrio, evita caer en la sensiblería sublimando inveterados lugares comunes de la balada country, hipotético marco genérico de la banda.
‘Jed The Humanoid’ – Grandaddy
Amarga alegoría existencial a partir de sugerencias que ya son puros clichés en el contexto de la tecnomodernidad: los paralelismos entre las relaciones personales y nuestras relaciones con la tecnología. Transmite, eso sí, una mirada hacia la condición humana profundamente compasiva.
‘Nobody ‘Cept You’ – Bob Dylan
El bardo de Duluth sigue el canónico y venerable modelo de la mística del Eros (El Cantar de los Cantares, Juan de la Cruz…), exaltando un amor que tanto puede dirigirse a Dios como a la persona amada. Nick Cave tomaría buena nota para su «Boatman’s Call».
‘His Loyal Love’ – Wovenhand
Tras finiquitar 16 Horsepower, David E. Edwars encontró la manera de expandir su correoso sonido a través de un abigarrado abanico polícromo. ‘His Loyal Love’ es un buen exponente de su vertiente más atmosférica, ideal para enmarcar esa agreste mística arraigada en el bible belt.
‘John Wayne Gacy Jr.’ – Sufjan Stevens
Una exhortación al examen de conciencia de tintes dostoievskianos, que apela a la igualdad ontológica de los hombres. El horror suscitado por los crímenes del protagonista, al igual que la compasión que éste mismo inspira, dimana de viñetas cotidianas de singular patetismo.
‘Lovesong’ – The Cure
Refulgente joya del pop ochentero, cuya turbadora languidez y perenne encanto justifican de sobra su actual consideración como arquetipo inmaculado de composición romántica (su escueto título redunda en ello). Compuesta por Robert Smith como regalo de bodas a su novia.
‘Say Yes’ – Ellioth Smith
La afirmación personal contra cualquier determinismo. El finado Smith nos recuerda que merece la pena tomar las riendas de nuestra vida, aunque no nos salga de balde; y que una aventura vulgar pueda convertirse en un amor sublime también depende de nuestra voluntad.
‘God Only Knows’– The Beach Boys
“La canción más hermosa jamás compuesta”, según Paul McCartney, representa el pináculo de una banda que no andaba precisamente escasa de melodías memorables. Al parecer, Brian Wilson se inspiró en una cantata de Bach, dotando al sonido de un cierto carácter litúrgico.
‘Michael’ – Red House Painters
«Down Colorful Hill» se cerraba con esta canción sobre una amistad de juventud. Mark Kozelek extrae poesía, no a partir de bellas metáforas o reflexiones líricas, sino de recuerdos prosaicos y apuntes al natural, creando un hechizante clima nostálgico.
‘Jesus, Etc…’ – Wilco
Los conflictos de pareja pueden derivar en el caos y la ofuscación, pero también en cruciales tomas de conciencia: “nuestro amor es todo el dinero que tiene Dios”. Versos mayúsculos abriéndose paso a través de una lacónica pero briosa secuencia rítmica, marca de la casa.
‘Come Back To Your Man’ – Songs: Ohia
El inolvidable quejido de Jason Molina demandando su parcela de felicidad. Todo su ideario estético, espartano y adusto, está ejemplificado en esta soberbia balada lo-fi mecida por cuerdas que laceran el alma. Magistral.
‘You Set The Scene’ – Love
Inteligente disección de ciertas zozobras sentimentales, desplegada sobre una estructura y unos arreglos antológicos. Su complexión armónica epitomiza la ambiciosa labor creativa plasmada en «Forever Changes», quintaesencia del pop orquestal.
‘The Art Of Dying’ – George Harrison
Sabiduría de vida como aceptación serena y placida de sus propios límites; la asunción de éstos como un verdadero arte. Más allá del estoicismo y la religión, una celebración de las fuerzas vitales desde una perspectiva holística.
‘Songs Of Love’ – The Divine Comedy
Elegante encomio a las “canciones que vienen desde arriba”. El arte de la creación sentimental se antepone orgullosamente a la grisácea realidad y a nuestras elecciones racionales. Neil Hannon desvela sus trucos como casanova del pop.
‘Out Of Time’ – Blur
Damon Albarn ofrece un clarividente retrato de la alienación moderna en esta desolada gema de sonoridad arabizante y espectrales coros. A pesar de su visión desengañada, aboga -si bien de forma titubeante- por la esperanza.
‘Something’ – The Beatles
George Harrison intentando desentrañar el misterio de un sentimiento más poderoso que la vida, ese enigma supremo que condiciona todas nuestras acciones, conscientes e inconscientes. Enigma indescifrable, por supuesto (y demos gracias a Dios –o al Taiji- por ello).
‘Sweetheart’ – Suicide
El tuétano de la love song clásica reducido a sus elementos esenciales, desmenuzado y reinsertado en un marco de electrónica minimal. Tan profunda labor de abstracción revierte en su contenido: la expresión emocional más concreta e íntima se torna paradigma universal.
‘Everything Will Flow’ – Suede
Después de la fiesta, el recogimiento. Con los fuegos de artificio del llamado britop a punto de extinguirse, emerge una madura reflexión que entronca con los principios de la más vetusta sabiduría: todo es vanidad. Angustia tardo-adolescente nadando en el río de Heráclito.
‘You Will Be Loved Again’ – Cowboy Junkies
El repertorio de esa obra maestra total y absoluta que es «The Caution Horses» ahondaba en una visión de las relaciones afectivas marcada por el desencanto y la fatalidad. Con una excepción: esta versión de Mary Margaret O’Hara, resuelta con tanto encanto como sentimiento.
‘Sunshine’ – Low
La hipersensibilidad hecha arte. Cántico amoroso de prístina belleza y magnética sobriedad formal, casi como un standard musical de los 50 reducido a su esqueleto y cantado como una dulce salmodia. “Por favor, no te lleves los rayos del sol”.
‘Ne Me Quitte Pas’ – Jacques Brel
Temblorosos ruegos y frágiles esperanzas se conjugan en la reina de las torch songs, resolviéndose en una promesa capaz de conturbar al cosmos y sacar a la tierra de sus goznes: “Yo crearé un dominio donde el amor será rey”. Chanson universal en todos los sentidos.
Texto: Eduardo Ramos