[Actualidad] Whitney – “Light Upon the Lake” (2016)


Apurando ya los últimos días del año no podíamos cerrar este 2016 sin reseñar el que sin duda ha sido uno de los descubrimientos del año. Y es que además de la insultante calidad que derrocha un disco de debut como éste «Light Upon the Lake», en el caso de Whitney se incrementa nuestro asombro al ver la juventud de sus integrantes. Julien Ehrlich, a quien a simple vista más de uno le pediría el DNI antes de dejarle tomar una copa en un bar, demuestra que a sus 25 primaveras, y tras haber hecho sus pinitos como batería de Unkown Mortal Orchestra y Smith Westerns, tiene el talento y la madurez suficientes para liderar junto a Max Kakacek un proyecto tan prometedor como este. A su lado otros cuatro músicos excelsos que convierten Whitney en una suerte de big band que mediante la instrumentación más preciosista rememora el sonido de algunas de las mejores bandas de rock y folk que ha dado la música.
Como muchas otras historias, el origen de Whitney se debe a una ruptura. En esta ocasión no solo la de Smith Westerns, banda en la que militaban Ehrlich y Kakacek, sino también la de las relaciones sentimentales que ambos mantenían. Dicen que todo periodo de crisis abre nuevas oportunidades, y eso mismo debieron pensar estos chicos que se encerraron en su música como algo casi terapéutico. Anécdota que más allá de su carácter sensacionalista vale para explicar la melancolía que plasman en algunas de sus mejores letras. Precisamente así arranca éste disco, con las maravillosas trompetas a cargo de Will Miller que añaden un aura épica de western a la historia de desamor detrás de ‘No Woman’. Un inicio magistral para este viaje reparador en el que poco a poco se irán cerrando las heridas del desengaño. El falsete de la voz, los arreglos luminosos y una potente base rítmica nos acompañarán a lo largo de estos diez temas. En la misma línea de nostalgia nos encontramos los recuerdos de sus mejores años en ‘Golden Days’ donde abrazan deliberadamente y sin complejos el sonido de los omnipresentes Beatles para más adelante regalarnos ‘Polly’, oda al desencanto que perfectamente podría haber compuesto cualquiera de los cuatro de Liverpool. Un auténtico temón en el que el piano de Malcom Brown extiende hasta la excelencia las sonoridades de la banda.
Explotando las melodías suaves encontramos su lado más indie en ‘Light Upon the Lake’, donde juegan a pintar con acuarela sobre algunos de los paisajes que ya esbozaron en su día Simon & Garfunkel. Un abanico de colores que amplían notablemente con un marcado tono de soul que cala en todo el disco. El groove imparable que desprenden las líneas de bajo de Josiah Mashall se une a las trompetas más jazzísticas en ‘On My Own’, una flor que eclosiona definitivamente en el desarrollo instrumental de ‘Red Moon’, donde Julian Ehrlich se vuelve a gustar a la batería demostrando sus portentosas habilidades en los complejos tempos del jazz. Precisamente desde la batería y haciendo uso de su característica voz será donde encontremos su referente más claro, y es que siguiendo el inigualable aroma de The Band, Ehrlich se empapa de la esencia de Levon Helm para ofrecernos la mejor versión de Whitney con cortes como ‘No Matter Where We Go’, un bofetón de luz y buen rollo que sobre una cadencia salvaje convierte éste tema en una de las grandes rosas del álbum. En la misma línea de intensidad y calidad podemos hablar de ‘Dave’s Song’, fertilizada en los riffs de Kakacek y en la que volvemos a oler el folk macerado de The Band, fragancia de lujo que se extenderá hasta el final con ‘Follow’, canción con la que las flores del jardín de Whitney siguen buscando la luz entre la maleza y se retuercen hacia sol cantando en coro: «and I’ll follow… you». Y desde luego nosotros vamos a seguirles.