[Actualidad] The Strokes – «The New Abnormal» (2020)


Recuerdo perfectamente cómo llegaron a mis oídos las primeras canciones de The Strokes, siendo aún un proyecto de adolescente. Para mí, como para toda una generación que crecimos en los 2000, The Strokes son de lo más parecido a una superbanda de rock and roll que hemos visto surgir en nuestro tiempo.
Esa pesada losa de, nada menos que, «salvadores del rock» que les ponían encima los medios desde su debut. Una etiqueta venenosa sellada a fuego con dos álbumes inolvidables, que llegaban casi seguidos con la urgencia de la juventud. ‘Is This It’ y ‘Room On Fire’ fueron toda una revelación. Dos de los discos de mi adolescencia que marcarían mi vida musical para siempre. Nada puede superar esos primeros descubrimientos con los que conectas de joven y se adhieren a tu ADN madurando con ellos. Nada puede superar la leyenda de aquellos dos discos, ni siquiera los propios Strokes. Quien a estas alturas siga buscando en ellos las reminiscencias de esta épica, está buscando una quimera.
La carrera de los neoyorkinos, más allá de sus inicios, nunca ha tenido la constancia necesaria pero su hiperreconoible estilo propio aún sigue muy vigente. Si ellos recuperaban el espíritu de la Velvet Underground en cuanto a su actitud (valga de ejemplo perfecto la maravillosa portada de ‘Is This It’ y sus claras referencias velvetianas), Julian Casablancas y los suyos se convertían a su vez en influencia directa para cientos de bandas posteriores. Desde Arctic Monkeys a Car Seat Headrest en los último años.
Siete años después de su última reseña, en este «The New Abnormal», los Strokes parecen desafiar el concepto de ese eslogan del Primavera Sound de hace solo un año (The New Normal), para quitarse el peso de cualquier expectativa previa. Lo que hay en el interior de este volumen son canciones que se adentran en otras dimensiones sonoras para terminar mezclándose con la esencia de siempre. La salsa clásica de los Strokes. Esa capaz de despertarme de nuevo la euforia más juvenil y donde indudablemente radica su mejor secreto. Llevan su aroma algunos de los hits más coreados del siglo y, como no podía ser de otro modo, aquí vuelven a regalarnos algunos de esos temazos convertidos en himnos a primera escucha. Sobre las líneas graves de Nikolai Fraiture y el ritmo de Fabrizio Moretti se desatan las guitarras con reverb marca de la casa que vuelven a bordar Albert Hammond Jr. y Nick Valensi. Dejan así camino abierto para que la característica voz de Casablancas y un estribillo a lo Ramones terminen por encumbrar ‘Bad Decisions’ como otra de esas canciones para cantar puño en alto. Pura carne de rock and roll. Tan apremiante como incontestable.
Pero por suerte no es este uno de esos one hit album. Ahí están con la misma impronta las guitarras de ‘Why Are Sundays So Depressing’, el inicio clasicista convertido en nervio de ‘Not The Same Anymore’ o el pop atmosférico de ‘Selfless’, donde Casablancas explota el falsete en su máxima agudeza. Demostración de una voz con tantos matices y registros como personalidad, patente también en la inicial ‘The Adults Are Talking’, en la que el bajo se mezcla con las líneas más sintetazadas y ochenteras para fraguar otro gran corte.
En la otra cara de la moneda, más experimental y alejada de su zona de confort, encontramos el ritmo maquinero de una ‘Brooklyn Bridge To Chorus’ con una producción demasiado pulida pero igualmente efectiva. Algo parecido a lo que ocurre con ‘Eternal’, pieza de gran gusto instrumental con toda la magia disco de los ochenta. Por momentos cercana al universo onírico de Pink Floyd. Bastante peor les sale la jugada con la prescindible ‘At The Door’, limpiada en la mezcla hasta la esterilidad absoluta. Un pequeño bache en un camino que se cierra, con más garra y melancolía, con la extraña epopeya de ‘Ode To The Mets’.
Sin duda no será este, ni de lejos, su mejor disco, pero siguen proponiendo cosas diferentes y haciendo grandes canciones. Y lo que tal vez sea incluso más importante: siguen siendo uno de los grupos fetiche de mi generación y conservan intacta la capacidad para emocionarnos con un riff y un estribillo demoledor.