[Actualidad] Robert Forster – «Inferno» (2019)


La calidez de la guitarra acústica que abre el disco, el seductor recitado vocal inspirado en unos versos de W. B. Yeats, la aparición del punzante piano, esos coros que nos introducen en lo más parecido a un estribillo que tiene la canción y el arreglo de cuerda final que nos deja en vilo unos segundos. En poco más de cuatro minutos, los que dura ‘Crazy Jane on the Day of Judgement’, Robert Forster ya nos ha conquistado, nos ha invitado a entrar en su personal mundo extendiéndonos la mano desde la portada y nos ha dejado claro que su retiro en Berlín le ha sentado como un guante. También en aquella ciudad europea dio forma a «Danger in the Past», disco con el que debutó en solitario en los 90 tras el fin de la primera etapa de The Go-Betweens y con el que guarda cierta relación. Y casi de igual manera lo hace con el resto de su carrera, ya que el músico australiano ha ido dando pequeños pasos, todos ellos con sentido, hasta llegar a lo que es hoy en día: un músico respetado por todos y tremendamente efectivo en lo suyo, siendo esto además lo que él quiera que sea en cada momento.
Dentro de lo sosegado de su sonido actual no faltan tampoco en “Inferno” las guitarras nerviosas, como las que abren con sutil belleza una ‘No Fame’ que es toda una joya de cristalino power pop con un estribillo en falsete arrebatador. También en ‘Inferno (Brisbane in Summer)’, donde coquetean de manera acelerada con el piano dándole a todo el tema un aspecto juguetón en consonancia con una letra que carga ironicamente con el calor veraniego de Brisbane. Después, en ‘The Morning’, nos invade el optimismo y la belleza, con la voz femenina de Karim Baumler tomando de manera muy acertada cada vez más protagonismo para volvérselo a ceder a Forster en ‘Life Has Turned a Page’. En ella, el australiano recita casi invocando al Lou Reed más amable arropado por unas cuidadas percusiones. En ‘Remain’ la participación de Baumler se limita a la de un violín que hace crecer ese épico final de crescendo instrumental que nos lleva hasta ‘I’ll Look After You’, tal vez la menos destacable de una colección de canciones que rozan la perfección y que llegan a su fin a lo grande con ‘I’m Gonna Tell It’ y ‘One Bird in the Sky’. A la primera solo le falta un chute de electricidad para poder formar parte del repertorio de los mejores The Go-Betweens y la segunda es un precioso medio tiempo de corte acústico y marcado piano que conecta con el principio del disco cerrando así un círculo perfecto que deja unas últimas frases flotando en el aire: “Time to walk around, time to hit the ground, time to do my thing. Eat only what I eat, breathe only what I breathe. Well that’s me”.