[Actualidad] Rafael Berrio – «Niño Futuro» (2019)


Recuerdo como si fuese ayer el momento exacto en el que llegaron a mis oídos los primeros sollozos de este «Niño Futuro». Fue hace ya varios meses, cuando este doliente retoño veía definitivamente la luz coincidiendo con mi primer viaje a Cuba. En la mochila, mucha música, como siempre. Y entre la selección, además de los clásicos que nunca fallan, varias novedades entre las que se encontraba este álbum gestado por Rafael Berrio. Me aproximaba con esta entrega a una discografía hasta el momento desconocida para mí. Sin saber lo que me iba a encontrar, me di de bruces con unas canciones que fueron calando poco a poco, mezclándose con emociones, paisajes, turbulencias, alguna resaca paliada por el clima tropical y muchas horas de carretera. Echando ahora la vista atrás, rescato del olvido aquellas notas desdibujadas que irremediablemente quedarían contaminadas por el contexto de todo lo vivido.
Magnéticas y extrañas, las letras de Berrio requieren del tiempo de lectura de un poema, algunas incluso más. Su lírica visceral y sin tapujos termina por desvelar una personalidad que muestra sus costuras como vienen: a veces oscuro, a veces optimista, pero siempre libre y crudo. Retratando la vida bohemia más allá del pastiche que muchos explotan, ‘Dadme la Vida que Amo’ abre la colección con un vitalismo caótico y romántico. El gusto por la belleza de la suciedad, por la intensidad de quien se fuma la vida como bocanadas de un habano a pleno pulmón. Un cara luminosa que se tiñe bucólica en ‘Mi Álbum de Nubes del Cielo’. Con sus guitarras sencillas y limpias y su inseparable piano con el que va elevando la gravedad, Berrio da rienda suelta al run run imparable de los recuerdos. Esos que vuelven en bucle, con la transformación inevitable de los nostálgicos que los convierten en naranjas. El deseo imposible por dejar de pensar o de sentir que se repite también con mayor tenebrismo en ‘Abolir el Alma’, donde habla del conflicto de todos esos deseos y pasiones que nos llevan a precipicios sin los que, por otra parte, no tendría ningún sentido vivir. Sin pasión no hay vida, sin cruz no existiría la cara.
Y aunque el positivismo siempre guarda en las letras de Berrio un puñal bajo la manga, a ritmo de rock and roll le da vuelta a la moneda de las pasiones con ‘Las Tornas Cambian’. Una oda a reinventarse y vivir el presente en la que el músico escupe cada palabra llena de sentimiento para firmar una joya por la que habría matado Fernando Alfaro. Unas ideas que se replican en ‘Sísifo Releva a Sísifo’, donde actualiza el mito hasta nuestros días resaltando la proeza que supone renacer. Una amargura que abraza abiertamente su lado más irónico en ‘Considerando’, donde sigue dejando letras de una altura poética fuera de lo común: «Si te hundes tú, suéltame a mi. Yo ya sé venirme abajo solo. Puedes ahorrarte el trance de morir matando, considerando que no estoy vivo del todo». Un estilo clásico y siempre elegante que explota la tristeza más descarnada en ‘Tu Nombre’, donde con tono trágico escuchamos el fruto de una herida que no deja de sangrar, en la que el cuchillo aún sigue dentro del pecho. El recuerdo del humo en la boca y el tiempo de los cabarets donde el ocaso de los buenos tiempos es ahora decadencia. Aún más apocalíptica suena ‘El Horror’, que deja todo por delante para que sea ese ‘Niño Futuro’ el que reconstruya las cenizas de todo lo que le ha sido legado. Y desde luego, con este disco, lo que seguro que nos ha dejado Rafael Berrio es un viaje de sentimientos profundamente bellos, donde lo sórdido y lo esperanzador tejen algunas de las mejores canciones del año.