[Actualidad] Belle and Sebastian – «Girls In Peacetime Want To Dance» (2015)


A principios de año Belle and Sebastian entregaban «Girls In Peacetime Want To Dance», su novena referencia cinco años después de «Write About Love», un disco con el que algunos sectores de la prensa acusaron a los de Glasgow de estancarse y agotar definitivamente su fórmula. Nada más lejos de la realidad, para su noveno álbum han potenciado aún más sus inalcanzables melodías en un repertorio construido con un tejido dance de fondo y de frente en la mayoría de ellas, potenciando un sonido con el que habían coqueteado prácticamente desde su primer «Tigermilk».
Stuart Murdoch y su banda llevan más de veinte años ahuyentando las nubes grises de su natal Glasgow con los vientos de una fiesta en su jardín. A ellos no les importa que no salga el sol porque la luz de sus canciones es mucho más fuerte. Tienen en su haber el secreto de la ciencia del estribillo perfecto, el que solo puede ser poderoso si viene empujado por unas estrofas que están a un paso de convertir la pieza en un orgasmo melódico sublime. Y teniendo la esencia y el alma qué más da con que traje vistas tu obra, el resultado siempre sonará brillante.
El sencillo ‘The Party Line’ anticipó esta última entrega presentándolos ligeramente renovados y festivamente depresivos. En la misma línea discotequera se encuentra la eurovisiva ‘Enter Silvia Plath’ o ‘Play For Today’, donde la melancolía y la sensualidad que siempre han desprendido sigue vigente, incluso más acentuada que nunca por el cosquilleo que provocan los ritmos sintéticos en contraste con la dulzura melódica.
Ben Allen produce e intenta alcanzar, lejos de sonoros experimentos, la cuadratura del círculo mezclando lo analógico con lo digital, acercándoles a ritmos más actuales trabajando con las herramientas de siempre, como ocurre en ‘The Power Of Three’, donde Sarah Martin toma protagonismo. El comienzo del disco, con una ‘Nobody’s Empire’ llena de referencias autobiográficas con las que Stuart centra su memoria nostálgica en su síndrome de fatiga crónica, ejerce de bisagra entre sus primeros años (este se cumplen veinte desde su formación) y los Belle del 2015. La tecnología suena muy de fondo, como preparando al oyente para lo que vendrá después.
Dejando la parafernalia del baile como un recurso hay lugar para nuevas apuestas como las de ‘The Everlasting Muse’, inspirada en la música balcánica en contraste con su letra, sobre querer ser estrella del rock para ligarse a una chica, o el pop comatoso que echa el cierre en ‘Today (This Army’s For Peace)’, uno de los mejores momentos de un disco que sorprende aún más y se vuelve más grande cuando se sale de los márgenes que se le suponen. También hay dardos envenenados para los políticos que se muestran ajenos en su ignorancia hacia los problemas reales del pueblo en ‘The Cat Whit The Cream’ o un poco de crítica social de red hacia esas vidas perfectas, modernas y coloridas que la gente obsesivamente muestra en sus escaparates.
Mucho y mal se ha hablado de este álbum en el momento en que apareció. Quizás a seis meses de su edición se disfrute mejor, una vez descartadas las absurdas expectativas de su grandioso regreso. Es injusto pedirles más de lo mismo a una banda que ha sobrevivido veinte años con una dignidad musical impecable y sin ellos nada hubiera sido igual. Han sido la banda sonora de la sensibilidad en contrapunto a la brutalidad y a todas las efímeras propuestas que se han ido estrellando según despegaban. A un servidor se la siguen poniendo dura (el alma). Corazones en erección y amor a todo gas.