Mucho antes que el coronavirus, existió un virus primitivo que, con el paso del tiempo, pasaría a formar parte indisociable de nuestro ADN musical. Un día como hoy, hace ahora 30 años, Primal Scream inoculaban al mundo la cepa de «Screamadelica». Un patógeno sonoro hasta ese momento desconocido, inclasificable, que aún a día de hoy sigue despertando la frustración de todos aquellos científicos musicales que tratan de etiquetarlo. La leyenda también sugiere que la portada fue una mancha de agua que se le apareció en una pared a uno de los creativos de Creation Records en pleno viaje de LSD. Supersticiones aparte, hoy vengo aquí para homenajear este disco que marcaría un hito en la música alternativa de los 90′.
Estamos en 1991, empezando la última década de esplendor de la industria discográfica entendida como una enorme fábrica de hacer dinero. En ese contexto, mirando la otra cara de la moneda, en la última década en la que la música fue considerada como un bien cultural sagrado de valor incalculable. Donde cada disco era un tesoro que te acompañaba el resto de tu vida. Así nos llegaba este «Screamadeliaca», superando la hora de duración y en los últimos coletazos de Creation Records. Sello independiente del escocés Alan McGee, uno de los mayores visionarios que haya existido jamás. A él debemos agradecerle descubrir a grupos tan elementales hoy en día como Oasis, The Jesus and Mary Chain, My Bloody Valentine, Teenage Fanclub o, por supuesto, Primal Scream. Una apuesta contracultural casi suicida en lo que sería uno de los mitos más reconocibles de la música independiente en plena hegemonía de las multis. Ese David contra Goliat que daría para escribir todo un reportaje y que ya fue objeto de grandes documentales como «Upside Down». Así que no me enrollo más y vamos a lo que importa: las canciones.
Primal Scream fundían en este disco un sinfín de géneros. Desde la psicodelia al country pasando por el gospel, el jazz, el rock más primitivo o la electrónica de la escena clubbing. Para ello, contaban con el Dj, Andy Weatherall y el productor Hugo Nicolson, sumandos a la causa para elaborar estas mezclas inimaginables hasta la fecha. De esta hibridación genética nacían temones como ‘Movin on Up’. Renovando el estilo más blues de los Rolling Stones, Bobby Gillespie y los suyos se rodeaban de un coro de gospel y lo aderezaban con el beat imparable de cajas de ritmo, guitarras y una variedad instrumental para llegar al éxtasis más espiritual. Algo parecido en la colosal ‘Loaded’, con ese alegato a la libertad más pura y al desparrame fiestero en sus voces radiofónicas. Trompetas, tremendas cadencias de sintetizadores, órganos, más góspel, scratch en los platos y mucho rock and roll en su particular «Sympathy for the Devil» modernizado. Una auténtica locura. Una auténtica obra de arte.
Sin salir de la discoteca, Primal Scream se atrevían con el colocón del acid house en ‘Don’t Fight It, Feel It’, en lo que supondría su punto más extremo, siempre al dente con esas percusiones tribales que acompañan todo el disco envolviéndolo y dándole uniformidad de manera inmejorable. Y llevando esto al principio del viaje lisérgico, ‘Slip In This House’ es pura psicodelia dub. Un exceso de drogas que encontrará sus puntos más narcóticos y relajados en las dos partes de ‘Higher Than The Sun’ y en ‘Inner Flight’, donde flotamos por las nubes y con cada respiración entramos aún más en el mundo de la somnolencia y las alucinaciones. En esta línea atmosférica encontramos también ‘I’m Comin Down’, con ese sensual saxo y la suavidad decadente de la que perfectamente podrían haberse inspirado años después los magistrales Morphine. O llevándonos los sueños a pesadillas y finales felices, el trance alucinógeno de ‘Shine Like Star’ por el que matarían en la actualidad grupos como Deerhunter. Antes de eso, se elevan hasta el cosmos dándole un giro sonoro a la psicodelia y al space rock de Spiritualized sin perder un ápice de espiritualidad por el camino. Ahí está esa ‘Come Together’ llevada al éxtasis más fiestero y, aún con el cebollazo, aderezada con todo lo que puedas imaginar durante más de diez minutos de progresiones y loops.
Pero es cuando vuelven de todo ese resacón, aterrizando ya en tierra firme, cuando más consiguen emocionarme. Apuntando directos a la melancolía post-nocturna, cuando las mareas del verano del amor vuelven a barrer para dentro, dejando en la orilla toda una estampa desoladora que se revela aún más cruda con los primeros rayos de sol. Ahí nos topamos de bruces con la desgarradora ‘Damaged’, puñalada directa al pecho, con Bobby Gillespie cantando como nunca, con todo el sentimiento y la rabia puestas en cada frase; «You were my addiction, I got strung out and crazy. Hit me like a fever when you left me baby». Encadenado hasta su estribillo final; «Stone, stone, stone love with you». Bucle que repiten hasta derribar todas nuestras defensas emocionales, entrando hasta el fondo con el piano de Martin Duffy y un riff de guitarra antológico de Henry Olsen. Sin lugar a dudas mi canción favorita de los Primal Scream. Uno de esos temas pluscuamperfectos que poseen una enorme capacidad para emocionarme y que terminan por constituir la importancia de un disco que, tal vez sin la repercusión de otros álbumes que coronarían la década, terminaría marcando una época. Afortunadamente, también hay virus buenos y la cepa de Primal Scream sigue hoy más viva que nunca.
Texto: Luis Arteaga
Ilustración final: El Averigua
(Trayendo el disco hasta nuestros días, El Averigua firma esta viñeta para cerrar este sentido homenaje).